Narra Julián
Llegó el gran día. Siento mi corazón acelerado, mariposas en el estómago y tengo las manos sudadas. No puedo creer que por fin me casaré con el amor de mi vida. Nunca estuvo en mis planes el matrimonio y los hijos con alguien más que no fuese Gianna.
Estaba en mi habitación ajustando los últimos detalles de mi traje y batallando con mi corbata, que no podía quedarse quieta ni derecha.
–¿Listo para el matricidio? –Comenzó a molestarme Felipe–. No te cases, amigo, ¿con quién iré a las fiestas? ¿Dos para dos? ¡la soltería! ¡la libertad!
–¿Alguna vez hemos ido de fiesta sólo nosotros? –pregunté confundido–. En fin, ¿me ayudas con la corbata?
–Sí –se acercó a mí–, ay, siento como si mi hijo se casara, mi bebé... estás tan grande –se limpió una lágrima imaginaria–.
Estuvimos bromeando un tiempo más hasta que llegó la hora de la ceremonia.
***
El lugar estaba hermoso. Sobre una plataforma de madera, estaban las sillas vestidas con tela blanca, de fondo había un toldo blanco y debajo había una mesita donde estaría el sacerdote, y para finalizar, como broche de oro, todo esto estaba ubicado frente al mar. La vista era maravillosa. El paso más importante de mi vida en el lugar donde todo comenzó.
Los invitados estaban ubicados en sus asientos. Emma y Álvaro serían los padrinos de Gianna; Felipe y Agus, mi amiga de la infancia, serían los míos.
Me posicioné en el altar, esperando que mi novia llegara.
Los minutos pasaban y no había rastro de Gianna, así que Emma fue a buscarla.
–Si no viene, mejor, así seremos dos solteros de nuevo –me susurró Julio al oído y por poco lo golpeo–.
–¡Aquí viene la novia! –Gritó Julia–.
Gia entró en mi campo de visión y jamás la había visto tan hermosa, tan radiante. Ella es hermosa, pero hoy había un brillo especial en ella. Mis manos comenzaron a sudar y mi corazón parecía querer salir de mi pecho.
Comenzó a sonar la típica música de la iglesia y Gia entró en el pasillo del brazo de su papá.
Una vez que estuvo junto a mí, no supe qué hacer, me quedé congelado, hasta que el sacerdote habló.
***
Pasó un tiempo y por fin pronunció las palabras que tanto deseaba oír:
–Así, pues, ya que queréis contraer santo matrimonio, unid vuestras manos, y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia –Gia y yo entrelazamos nuestra mano derecha–. Julián Burnett, ¿quieres recibir a Gianna Ellis, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?
–Sí, quiero... obvio que quiero, sino no estaría aquí –Gianna intentó esconder una sonrisa–.
–Gianna Ellis, ¿quieres recibir a Julián Burnett, como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
-Sí, quiero.
–El Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ante la Iglesia y os otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Bendigamos al Señor.
–Demos gracias a Dios –dijimos ambos–.
El hijo de Alan se acercó y nos dio los anillos.
–El Señor bendiga estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y de fidelidad.
–Amén.
Una vez que ambos teníamos puestos los anillos, el sacerdote pronunció la frase final: "los declaro: marido y mujer. Julián, puedes besar a tu esposa".
Tomé a Gia por la cintura y mi esposa y yo nos dimos nuestro primer beso como pareja recién casada.
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A pesar del tiempo
Teen FictionLuego de cinco dolorosos años, las miradas de Gianna Ellis y Julián Burnett se volvieron a encontrar y los sentimientos que creyeron sepultados, resurgieron con la misma intensidad de hace una década. Sin embargo, si la vida fuera tan sencilla no ha...