Gianna
Mi madre vino de visita por unos días. Han pasado meses desde la última vez que la vi y no me había dado cuenta de cuánto la extrañaba.
Por la tarde, Emma fue a casa de Álvaro, por lo que mi madre y yo nos quedamos solas en casa. Hablamos de todo un poco, inclusive de Julián. Ella sufrió junto conmigo cuando terminamos, porque lo quería mucho. Nunca creyó eso de que me había enamorado de alguien más, así que le tuve que decir la verdad: Vivian me había dicho que no lo veía bien, poco después lo confirmé y decidí terminar con él para no lastimarlo. Después de haberle explicado esto en aquel entonces, me regañó y dijo que no confiaba en mi amiga. En ese momento mi madre y yo tuvimos nuestra primera pelea.
–Hace mucho calor...
–Sí –dije–. ¿Quieres ir por un helado? Conozco una heladería muy buena, siempre vamos con Tebi y mi comadre.
–¿Tu qué?
–Me refiero a Julia, la novia de Esteban, nos decimos así a veces de cariño –sonreí–.
–Vamos. Yo pago.
–No, mami, yo lo hago.
En el camino íbamos discutiendo por quién pagaría los helados. Finalmente gané yo. Llegamos a la plaza y busqué un estacionamiento.
Bajamos del vehículo y, tomadas del brazo, caminamos hasta el local.
Estaba lleno. Mínimo habían diez personas antes que nosotras, sin embargo, la atención era rápida, por lo que decidimos esperar.
Parece que toda la ciudad había salido hoy de compras, ya que el puesto de comida rápida que se encontraba junto a nosotras estaba por colapsar y tenía una fila similar a la de los helados.
–Mamá, me están dando ganas de comer papas fritas –reí–.
–Somos dos, Gianni –sonrió–. ¿Te parece que después de los helados, pidamos unas papitas para llevar? –Asentí–.
–Mejor le daré la espalda a ese local, sería demasiada la tortura si además de oler, veo la comida –continué riendo mientras me giraba–.
Los minutos pasaron y faltaban dos personas para que nos atendieran por fin. Mi madre y yo ya casi no teníamos tema de conversación. Mi celular vibró con una notificación de Emma: "¿qué tal todo?" Le envié un emoji con el símbolo "ok".
–Oh, hola –escuché decir a mi madre, me giré automáticamente para saludar también, siempre hacía eso cuando ella saludaba–... Julián.
Fue muy tarde cuando escuché aquel nombre. Ya había movido la mano para saludar y lo estaba mirando, corrección, nos estábamos mirando. Cuando reaccioné de que era él, bajé lentamente la mano. Él me saludó también, moviendo la mano lentamente. Nuestras miradas... nunca puedo definir bien lo que sucede cuando nos observamos: cuando estamos frente a frente... mi interior se estremece, mi corazón se aprieta... lo extraño más de lo que quisiera. Lo que más me duele, es que yo renuncié a él por segunda vez. Cualesquiera que sean las razones, para mi corazón no son suficientes, sigue creyendo que debía decirle todo a Julián y buscar otra solución para lo de Anaís.
Julián cortó la conexión para recibir su pedido y se giró, dándome la espalda. Lo seguí con la mirada, con la pequeña esperanza de que me mirara, pero no, continuó caminando sin voltear ni por un momento. No sé qué esperaba, él dijo que seríamos dos desconocidos y lo está cumpliendo.
–Aún lo amas, ¿no? –preguntó mi mamá y yo asentí–. ¿Por qué lo dejaste?
–Te lo he dicho mil veces –una lágrima se escapó–... pero cada vez que te lo repito, estoy menos segura de que mi decisión fue acertada.
Cuando volvimos a casa, se me había pasado un poco la pena y mi cerebro comenzaba a aceptar que nunca más seríamos los mismos de antes, el problema es que mi corazón seguía sin aceptarlo, batallaba contra mi racionalidad diciendo que sí pude haber hecho algo más, que él me quiere aún y que todavía puede existir un nosotros.
Comimos papitas y luego nos acurrucamos en el sillón para ver "barbie y la escuela de princesas", como cuando era pequeña.
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A pesar del tiempo
Teen FictionLuego de cinco dolorosos años, las miradas de Gianna Ellis y Julián Burnett se volvieron a encontrar y los sentimientos que creyeron sepultados, resurgieron con la misma intensidad de hace una década. Sin embargo, si la vida fuera tan sencilla no ha...