Capítulo 17

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Julián

Anaís tenía antojo de algo dulce, así que como buen novio fui a comprar. Conduje hasta una tienda que estaba cerca, pero antes de entrar me detuve y pensé: "quizás si voy a ese supermercado, puedo ver a Gianna". En ese momento finalizó mi faceta de buen novio.

Le envié un texto a Anaís diciendo que el negocio estaba muy lleno y que iría a otro. Ella me dijo que no importaba y que volviera a casa. Le contesté que no, que iría a comprarle sus bombones.

Cuando entré al supermercado, vi a la amiga de Gia hablando por teléfono. Me acerqué sigilosamente, sin que me notara y escuché parte de su conversación.

–Prohibieron sacarlos. Se han perdido muchos. ¡Gianna Ellis, ayuda a tu amiga Emmapor una vez en tu perezosa vida!

–Está bien. Si me lo encuentro, tú cocinas la cena esta noche.

–Siempre lo hago yo -rió-. No vas a ver a Julián, tranquila. No tienes tanta mala suerte...

Con que eso soy para Gianna... mala suerte...

Continué en busca de los chocolates para quien sí me quiere.

Quizás lo de algunos días fue un "orgullo herido" y nada más, sólo lo malinterpreté. No me quiere y debo aceptarlo, olvidarme de ella y seguir adelante.

Estaba en la fila de la caja para pagar y las chicas habían abandonado juntas el local.

Ninguna me había visto.

Puse el chocolate en un bolso que había llevado y tomé mi celular para marcarle a Anaís.

–Hola, linda, ya tengo tu chocolat... –choqué con alguien– oh, lo siento...

–¡Otra vez tú! –Exclamó ella–.

–¿Tú no te habías ido? –Pregunté confundido–.

–Amor –oí a través del celular que colgaba en mi mano, a punto de caer–, ¿qué pasa? –le corté–.

–¿Por qué no hablas con tu amada novia? –dijo bruscamente–.

–¿Qué te pasa, Gia? –Pregunté, desconcertado por su tono de voz–.

–Nada, sólo me confundió que le hayas cortado sin razón –dijo con desdén en su voz–.

–¿Cómo que no? Sí hay una razón –respondí y me miró fijamente–, tú. Tú eres la razón por la cual soy capaz de cortarle a mi novia sin darle ninguna explicación.

–No te entiendo.

–Desde que te volví a ver... no puedo dejar de pensar en ti. Pensé que había dejado todos esos sentimientos hace muchos años, pero veo que el tiempo no siempre borra todo.

–No digas eso. Anaís no se lo merece.

–¿Crees que no lo sé? Si pudiera lo evitaría pero... ¿Cómo sabes su nombre?

–Te escuché mencionarlo hace un tiempo. Ella te quiere y no se merece lo que haces. No puedes estar con una persona y decirle a otra que no la puedes olvidar. Si es cierto lo que dices, termina con ella, y si no, déjame tranquila, que ni siquiera puedo venir al supermercado sin pensar que me puedo encontrar contigo.

–Pues tienes muy mala suerte entonces, porque eso soy para ti, ¿no?

–¿De qué hablas? ¿Se te zafó un tornillo?

–¿Ya no sientes nada por mí? –Se me escapó esa pregunta y vi que se puso nerviosa–.

–Yo...

–Dímelo –intenté tomar su brazo, pero lo movió justo a tiempo–.

–Ya te he olvidado. Volví a buscar esto –tomó una bolsa que había en un rincón de la zona de empaque–. Por favor, no me busques –dijo y apartó la mirada–.

Se había girado para abandonar el lugar y ahora sí me puse frente a ella, la miré fijamente y con una voz dulce le dije:

–No te creo. Lo veo. Noto que aún me quieres cada vez que cruzamos miradas. Me quieres, como yo a ti. Aquella vez que nos viste a Anaís y a mí besándonos, lo supe –le tomé la mano–.

–Tú lo dijiste: a Anaís y a ti. Tienes novia, Julián... –sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró–.

Se soltó de mi agarre y susurró: "sólo déjame en paz, por favor".

A pesar del tiempoWhere stories live. Discover now