Capítulo 8

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Desde que Giles se enteró del castigo injusto de Milton, no le hablaba ni este último iba a su despacho a visitarle o preguntar sobre el progreso de la investigación de su cambio de edad. Giles estaba enfadado con el trato injusto desde siempre a los estudiantes rebels y había decidido que mientras era director en funciones intentaría hacer desaparecer las diferencias entre estudiantes rebels y royals. Al día siguiente, en la cafetería anunció muy en serio los cambios que iban a ocurrir en el instituto mientras él estuviera a cargo, porque su principal objetivo durante su tiempo siendo director iba a ser una igualdad verdadera entre todos los alumnos. Y de aquella tarde de gritos y aplausos en la cafetería al dar su discurso, habían pasado dos semanas ya. Catorce días que llevaba siendo adolescente, era lo único en lo que pensaba Milton durante su mañana, dos semanas perdidas de su vida repitiendo clases de secundaria en vez de hacer lo que debería estar haciendo un hombre de cuarenta y dos años como él era en realidad.

Nunca le gustaron sus años de estudiante, pero admitía que era una vida mucho mejor que la adulta, sobre todo si era la de él con el Consejo Escolar exprimiéndole mentalmente como si fuera una naranja para hacer un zumo y su médico recetándole un medicamento más fuerte y efectivo para su ansiedad creciente. Era más fácil pasar los días como un alumno de diecisiete años: aprendiendo conocimientos en cada clase, siendo considerado el mejor en entrenamiento y cuidado de criaturas, cotillear con Apple White cuando Rumpelstiski se giraba a escribir en la pizarra algo de química, comer con Dexter Charming y sus amigos y pasar la tarde restante en la biblioteca tranquilamente leyendo junto a un café. No estaba mal, hasta habían sido cómodos estos días, a excepción de las clases de entrenamiento heroico. Sin embargo, tenía que volver ya a su vida adulta y dejar la estudiantil que Milton ya había pasado hacía tiempo. Suficiente dos semanas, era el máximo que había aguantado para reflexionar y tragarse su enorme orgullo e ir  a disculparse con Giles, porque era demasiado orgulloso y también capaz de estar otra vez años sin hablarle como hizo cuando le encerró. Aunque sabía que lo había hecho muy mal castigando a Faybelle Thorn.

"Señor de Oz, cuánto hacía que no nos visitaba. El señor director está adentro, pase" Le informó la secretaría.

Agradeció la información a la señora TrollWorth y dio unos suaves golpes a la puerta, antes de abrirla y entrar al despacho. Allí estaba Giles mirándole duramente, mientras entraba y cerraba, a través de sus gafas de medialuna, con los brazos cruzados. La situación le sonaba familiar: el ambiente pesado, el rostro de enfado de su hermano por su culpa, los días que habían pasado sin hablarse entre ellos, tener que disculparse Milton... Sinceramente, a su madre se le partiría el corazón sabiendo las peleas que tenían entre ellos.

"Giles, sé que no estuvo bien, nada bien, castigar a Faybelle Thorn. Soy un maldito clasista, lo sé, lo siento, quisiera dejar de serlo" Milton descubrió que era como Daring Charming y le molestaba saberlo.

"Ese mismo día llamé a los señores Thorn para pedirles perdón y explicar lo estresado que estabas, aunque no era excusa para justificar lo que hiciste, pero intentaron entenderte algo. No van a poner una hoja de reclamación, pero te la mereces" Habló el director en funciones mirándole serio, antes de cambiar su expresión dura hacia él. "Eres un maldito clasista, correcto y tienes que cambiar eso, junto con ser tan orgulloso por todo. Lo podemos hacer juntos, yo te puedo ayudar, ¿vale?"

"Vale" Aceptó saber que debía cambiar.

Giles amplió su sonrisa, cambio su postura recta y se levantó para darle un abrazo familiar rápido. Creía a Milton capaz de no volver al despacho, solo por no decirle que se había vuelto a equivocar con los rebels. Sin embargo, se alegró de que viniera a disculparse, esta vez solo había tardado dos semanas.

"Anda, me alegro de verte aquí. Tenemos nuevas noticias Baba Yaga y yo, pero tómate antes lo que quieras, por favor" Le ofreció sabiendo que se había arrepentido de su sinrazón.

𝙳𝚒𝚎𝚌𝚒𝚜𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚊ñ𝚘𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora