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CAPÍTULO III: La cena de bienvenida
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El avión aterrizó justo en el helipuerto del castillo de Áuradon. Bianca asomó la cabeza por la ventana y sus grandes ojos marrones estudiaron el entorno con detenimiento.
Por el momento, todo seguía igual que siempre: el jardín de rosas que ella había cuidado junto a su madre por años, el escondido columpio en un árbol del patio, el sendero laberíntico del jardín que daba la vuelta a todo el área del castillo. Los muros del palacio seguían siendo de piedra clara, con algo más de musgo, pero bien cuidado.
Terence llamó la atención de Bianca para indicarle que bajara. Le ofreció su mano para darle paso en las escaleras al bajar. La brisa cálida de verano envolvió a Bianca de forma agraciada. Ella bajó las escaleras cuando su mirada se encontraba con la de Ben. Al llegar al suelo, su hermano fue directamente a abrazarla, pero ella lo frenó.
—¿Has invitado a Pax y a los demás a una cena de bienvenida sorpresa sin mi consentimiento, Benjamin?
Él tragó saliva.
—Si te hubiera pedido permiso, no hubiera sido sorpresa.
Ella hizo una mueca.
—Escucha, fue idea de Mal. Estaba emocionada por conocerte y quiso hacer algo bonito por ti. Intenté persuadirla, pero...
—Oh, cállate —Bianca lo interrumpió y abrazó a su hermano con afecto—. Te he echado de menos.
—Yo más —sonrió Ben—. Bienvenida a casa.
—Hija—sonrió Bella. Bianca fue de inmediato a abrazar a sus padres y ellos correspondieron con el mismo cariño—. Oh, vida, te hemos extrañado mucho.
—Y yo —les sonrió—. Mamá, papá, Ben, creo que recordaréis al príncipe Terence de Moldavia.
—Claro que sí. Bienvenido, muchacho —sonrió Bestia—. Esperamos que el verano en el castillo sea de tu agrado.
