Tanto tiempo transcurrió desde la última vez que fue al hospital, que quedó prácticamente atónito cuando lo vio y la típica incertidumbre no se hizo esperar ¡Era tan grande y calmado! Cuando su estancia en Japón era reciente, dicho centro era tan pequeño que parecía una casa normal mediana a simple vista. Que rápido podían cambiar las cosas.
Y es que el hospital tampoco era precisamente su lugar preferido, era silencioso, de una manera que no le agradaba, pero no era hora de quejarse, siendo que fue por su propia voluntad hallarse dentro, pero incluso él mismo se sentía ajeno ante el sitio tan grande.
¡Ah! Y casi olvidaba que era lo que hacía allí dentro.
Kuroo... ¿Estaría ahí, no?
Kenma no podía admitirlo, pero estaba tan preocupado por él cómo cualquier otra persona que lo conocía. Le daba vergüenza porque no sabría que decir al entrar, porque era malo diciendo cosas buenas y no era cómo Hinata, y no podía quedarse en silencio después de que alguien había sobrevivido a ese calvario.
Pensó que a lo mejor no necesitaba hablar con él, era probable que todavía estuviera inconsciente. Le dejaría un par de regalos de los que había traído y listo, a lo mejor lo observaría por un rato, para ver si estaba bien.
Tampoco estaba completamente solo y desamparado dentro del centro médico, cómo era previsto, el grupo entero de amigos de Kuroo había venido a visitarlo, incluso ese tipo rubio y alto que parecía estar siempre enojado. Kozume no había mediado ni una palabra con ninguno de ellos, e incluso con Shoyo había estado más callado de lo normal. Cómo eran muchos, los encargados de la sala les ordenaron que sólo podían ingresar de a dos, a lo que Kenma podría decir que es suerte.
Sentado en la sala de espera, la hora de visitas no debía estar tan lejana de llegar...
Esperaba...
Esperaba...
Esperaba...
—Ken, despierta. Te toca ir. — Una vocecilla le abrió los ojos y se topó frente a frente con los grandes ojos de Hinata.
Que cosas. Por poco, el cansancio le hacía de frente y casi se quedaba dormido.
«212» anunciábase fuera de la puerta. Una mujer de bata que los guiaba durante su recorrido en el hospital se detuvo, para luego voltearse, en su rostro una suave sonrisa se dibujaba.
—¿Aquí está Kuroo Tetsuro?
Y al escuchar la respuesta afirmativa de la joven enfermera, con cuidado y silenciosamente, Kenma se acercó a la puerta entreabierta.
—¿Hinata?
El colorín sonrío relajadamente e hizo ademán de irse. —Yo ya lo ví, Kenma. Te quería llamar pero estabas dormido cómo un tronco, pero puedes entrar. Yo iré con Kageyama ahora.
Estando de acuerdo con eso, supuso que si acababa de verlo, entonces su vecino debería estar despierto. Tragó saliva. Sus ojos amarillos se asomaron con timidez, adentrándose temerosamente; donde sus pensamientos vivían, se preguntó a sí mismo si aquello era realmente un cuarto perteneciente a un centro médico, porque para al menos su parecer, eso era el dormitorio de lo que era un vampiro. A cualquier joven cómo él le perturbaría un poco el hecho de que efectivamente la estancia allí era pura oscuridad, a excepción de un par de tenues líneas de sol que irrumpían adentro y viajaban hasta la camilla. Era dudoso, su vecino no era ningún vampiro, tampoco mostraba ser sensible a la luz, entonces, ¿era realmente esa la habitación donde se hallaba descansando, o se había equivocado?
Fue hasta que se dio cuenta de una sombría forma que reposaba en una cama pequeña, esto lo descolocó por unos efímeros y precisos momentos antes de descubrir lo obvio. Con el miedo ya lejano a él, sus pasos se acercaron hacia la sombría figurilla que permanecía inmóvil cómo una estatua, hasta apreciar mejor y quedar de frente con el paciente, un gracioso mohín se dibujó en su cara al ver una cabeza con cabello negro y desordenado. Lo primero en que su mirada se fijó después, fue que parte de su zona facial era totalmente cubierta de compresas médicas y vendajes, sobretodo en la parte donde sus ojos debían estar, lo cual era algo obvio, al considerar que esa fue la parte más afectada después del accidente ocurrido hace poco tiempo. Su corazón se oprimió.

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Fragilidad
RomanceKuroo es un joven de 16 años, popular, inteligente y rodeado de amigos, cualquiera diría que tenía su vida sobre ruedas. Sin embargo, la suerte cambiaría rotundamente para él tras llegar un día donde tras un terrible accidente, pierde la vista de fo...