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Cabe decir que Kuroo Tetsuro, de diesciséis años, no era precisamente un estudiante prestigioso dentro de su escuela, pero le iba relativamente bien en la mayoría de materias importantes, se jactaba frente a todos de que tenía el superpoder de sacar buenas calificaciones sin siquiera estudiar, y era cierto. Las muchachas enamoradas de éste moreno con ojos de gato se revoloteaban alrededor de él, afirmando que era perfecto, que sólo le faltaba ser inmortal o algo. Era cierto que los amigos le llovían y que era bastante querido del establecimiento educacional al que pertenecía, sin embargo, cierto profesor con el que trataba no veía esperanza ni un futuro brillante en su aura cuando últimamente estaba fallando en una sola área: Lenguaje y Literatura. Por aquel motivo, fue que con la paciencia hecha polvo le ordenó irse a estudiar a la biblioteca.

No era cómo si él estuviese demasiado contento con la idea cuando se trataba de la materia que vergonzosamente más le costaba, para peor, la otra noche no había podido dormir nada con todo el jaleo que armó en su casa. Y de tan sólo pensar en la idea de que incluso al otro día no tendría un merecido descanso por lo mismo, lo provocó a maldecir en voz alta.

La escuela era un laberinto de creta para él, los mismos pasillos y escaleras causaban una sensación de mareo, le hacía pensar en una especie de hospital, pero menos deprimente. El trayecto se detuvo finalmente cuando su vista leyó el pequeño cartel que señalaba una única y simple palabra: "Biblioteca", sus labios esbozaron una ligera sonrisa de satisfacción al saber que la caminata había concluido, pero rápidamente recordó el motivo de su estancia ahí, causa que provocó su sonrisa se borrara casi mágicamente. Sin más, empujó la puerta de vidrio.

Rebuscaba con recelo un libro cualquiera de lenguaje o cualquier cosa relacionada con las palabras difíciles y los textos literarios, lo que sea, no podía hacer más. Luego de poder encontrar uno, sus pasos se dirigieron hacia una de las mesas y con un aburrimiento cada vez mas poderoso en él, se sentó en una de las sillas de madera y con los ojos entrecerrados, la lectura estaba a punto de comenzar cuando la puerta que daba la bienvenida a la biblioteca se entreabrió, distrayéndolo de forma eficaz. Trató de concentrarse en el libro, pero al reconocer una cabeza rubia de raíces oscuras supo que estaba perdido.

"¿Y éste que hace aquí?" pensó.

En un intento de mantenerse disimulado ocultó casi todo su rostro bajo el libro que sostenía entre sus manos, pero con los ojos puestos fijamente en el chico rubio que, al parecer, aún no se daba cuenta. Vio cómo se acercaba a su mesa cada vez más, para sentarse en una de las sillas y quedar frente a Kuroo, quién había perdido por completo la concentración tras la llegada de su vecino.

A diferencia de Tetsuro, una de sus pequeñas manos sostenía un texto de historia y geografía. De ahí fue que pudo soportarlo más, aún estando en la biblioteca tenía que sacarle conversación, preguntarle que hacía allí o lo que sea. A Kuroo le parecía divertido el hecho de que fueran no sólo vecinos, sino también compañeros de colegio.

—Oye...Musitó, entretenido. Los ojos amarillos del contrario se apartaron del libro al instante, al ver que se trataba de Tetsuro, no mostró alguna expresión de sorpresa, sino su usual indiferencia, sin sonreír, fruncir el ceño, ni nada de lo que comprobara alguna emoción en él. Haciéndose el sordo, siguió con lo suyo, pero Kuroo no se rendía. —Oye, oye, Kenma. — Susurró, cada vez más fuerte.

Kenma se limitó a responder en un gruñido, los mismos lentes de marco rojo que traía el otro colgaban en la coronilla de su cabeza. Tetsuro no pasó por alto el hecho de que debajo del libro de geografía algo se iluminaba, pero no podía alcanzar a ver qué era. —¿Que quieres? Agregó, notablemente un tanto irritado por la interrupción.

FragilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora