15.

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Despertó, mojado en transpiración y envuelto en frazadas. Se siente enfermo, cómo si hubiera salido de un estado de coma, lógicamente, no debieron haber pasado más de quince horas, aunque bien podría estar equivocado.

Casi tropieza enredado en las sábanas y soltó un aullido, desesperado por saber donde estaba. Por el olor a cenizas de cigarrillo mezclado con el aroma dulzón de un perfume de mal gusto, no le fue muy difícil adivinar que estaba en su casa. Aún así estaba intranquilo, trató de recordar que era lo que había ocurrido la otra noche: bicicleta, feria, y la noria a la que él y Kenma se habían subido, se bajan, ocurre algo, sabe que no llegó a su casa por cuenta propia, pero en cuánto trata de recordar que fue lo que llevó ahí, sólo recibe una punzada de dolor cómo respuesta. Sediento cómo un animal, notó cómo sus vendajes estaban fuera de él, y se preguntó donde estaría su rubio amigo ahora mismo.

Es entonces cuando quieto recuerda la corta conversación que había tenido con él. Kozume tenía que irse. Cuando recordó la palabra hospital, fue cuando sus miedos se dispararon, se hundió aún más dentro de su cama, había algo que faltaba. Quiere relajarse, no puede.
No estaba de más ir a verlo. "No creo que se haya ido tan pronto" Kuroo piensa.

Baja por las escaleras, una frazada sigue erguida en su espalda y abrigando sus brazos cómo una capa de protección extra. Trata de no tener cuidado de no caerse, lentamente al aroma a humo y perfume de la casa se le suma el olor a comida, debe ser hora del almuerzo, así que estima que es más del mediodía.

La televisión esta prendida y puede notar que ella está en la cocina. Busca ocultar su rostro con la frazada, no busca que pase lo de la otra vez. Su garganta se aprieta. —Ma... – Su voz se seca. Quiere golpearse a si mismo porque ni siquiera es capaz de hablar apropiadamente cuando esta cerca y eso a ella le molesta. No quiere buscar problemas ahora. Relaja sus hombros, trata de hacer cómo que su corazón no se hunde dos metros, él puede hacerlo, y vuelve a intentarlo. —Ma... Má. – Brama. La madre no lo mira, pero responde con un ruido perezoso. —... ¿Que pasó anoche?

Sus recuerdos se difuminan entre todos. Trata de pensar más. Duele.

—Ese niño de al frente te trajo, estabas dormido. Dijo que desde la mañana estabas con sueño. Estuvieron en casa, ¿verdad?— Kuroo asiente sin pensarlo, aunque fuera mentira. —Me dijo que estabas cansado.

Se imaginó a sí mismo, dormido, pegado en las espaldas del rubio mientras éste seguía en su bicicleta, no sería la primera vez que Kenma lo llevaba dormido a casa, el escenario lo hizo sonreír, se preguntaba cómo podía tener tanto aguante siendo que lucía tan pequeñito, si mal no recordaba, era muchos centímetros más bajo que él.

La escucha dejar de hacer lo que sea que estaba haciendo en la cocina, sus pasos se acercan, el tirita y aguanta la respiración. —Así cómo yo trabajo para que estés en éste techo, el se sacrifica para tener que cuidarte, con tu condición y todo, ¿lo entiendes? Lo entiendes, ¿verdad? Tienes que darle las gracias.

Sus puños aprietan las sábanas.
—Sí, mamá.

Su voz suena ronca y áspera cómo siempre. No la puede ver, pero es cómo si no necesitara hacerlo, porque de alguna manera sabe que está igual que siempre, está encorvada y su pelo negro y enredado le tapa las orejas y mitad de la cara, sus ojeras parecen haber empeorado y ahora son círculos negros debajo de sus ojos perdidos. No es un gran adivinador, pero lo sabe. Kuroo tampoco necesita verla directamente para sentir de vez en cuando su mirada pesada puesta en él, cómo ahora, puede notar también la culpa dentro de ella pero inexplicablemente también una falta de remordimiento.


"Sus latidos están regulándose, pero hemos notado que no ha hablado desde que está consciente. Ha perdido el apetito. Tampoco responde apropiadamente a las preguntas que le hacemos."

FragilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora