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Yo no soy ese tipo de persona que haría lo que fuera necesario para poder lograr una causa digna, ni tampoco ayudar a alguien por moral, no tengo esa clase de carácter. No soy algo a lo que llamarías un ideal a seguir, sólo soy alguien que actúa por conveniencia propia, por y para mi propio entretenimiento, detesto las situaciones complicadas y prefiero resolver todo de manera en que no vuelva a molestarme en algún futuro, y si tengo que ir en contra de ese dichoso sentido común para conseguirlo, lo haría sin dudar. No soy amante de los momentos conmovedores, soy capaz de soportarlos si es necesario, pero si existe la posibilidad de evitarlo, sinceramente lo evitaría. Sin embargo, tiendo a caer en episodios de tristeza con bastante facilidad, algunos de esos son manejables, pero otros son lo suficientemente molestos como para sacarme de quicio y actuar fuera de mis cabales. En esas situaciones puedo llegar a hacer lo que sea para quitarme esa asquerosa sensación, a tal punto de poder llegar a ser muy diferente a como soy.

Muchos describen mi existencia como algo divino y trascendental, como un ser que hace milagros.

Y por desgracia, no están muy lejos de la realidad.

A menudo los escucho pidiéndome que les haga múltiples milagros, por supuesto en un principio no tuve problemas en complacerlos, después de todo, yo estaba aburrida y ellos fueron agradables al momento de pedirme ayuda, así que ¿Por qué no echarles una mano?

Continuamos esa interacción durante algún tiempo, de vez en cuando me entretenía con sus ocurrencias, y no era tan agotador tratar con ellos.

Luego en algún punto las cosas se pusieron raras, querían ofrecerme la vida su propia gente para que me quedara en ese lugar. Y el sólo hecho de tener que cuidar a unas personas que eran liderados por un tipo que de lejos se nota que me veía como una especie de máquina expendedora de milagros; supe que no iba a terminar bien sin importar la decisión que eligiera. Por lo que simplemente me fuí. Seguramente para ellos fué como si hubiera desaparecido sin más, pero de todas formas sabía que ellos podían arreglárselas por sí mismos. Así que irme no haría la gran diferencia.

Ya ha pasado un tiempo, lo más probable es que ya hayan pasado algunas generaciones desde que me fuí. Y siendo sinceros, estoy de humor para salir un rato para matar aburrimiento, y conociéndome, no hay señales de que venga alguna mala época de tristeza que pueda perjudicar mi entretenimiento.

***

El suelo de aquel lugar no tenía montañas o árboles, no era más que una extensión del cuerpo de agua que cubría hasta más allá de los horizontes, que reflejaba con tranquilidad un cielo azúl con una que otra mancha blanca que se movía con pereza, en el agua flotaba una figura, cuya apariencia femenina era marcada por su largo cabello, que se hundía en las tranquilas aguas, cuyo fondo no podía ser percibido. Sus largos cabellos lisos brillaban por el reflejo distorsionado de la luz a través del agua. Su figura femenina no era la de una mujer, era más cercano al de una niña, sin embargo podía ser descrita con mayor facilidad como la de una joven en desarrollo. Su rostro pequeño daba aires de inocencia, como la de una joven durmiente, sin embargo estaba muy despierta.

Ella levantó su brazo al cielo, donde pronto las nubes se juntaron y formaron una criatura con la misma blancura que representan los habitantes de los cielos. Esta criatura, tan inmensa e imponente como un dragón se acercó a la figura femenina, ella aún manteniendo sus ojos cerrados dejó que este gran ser envolviera su cuerpo y los sumergiera a las profundas aguas que se mantenían tranquilas. Pronto la luz que lograba llegar empezaba a disiparse, a tal punto en que no había nada más que oscuridad y el sonido del movimiento de la inmensa criatura debajo del agua.

En medio de esa inmensa obscuridad, un pequeño lucero blanco se hizo presente, pronto otro como este le acompañaría, otro más y otro, estos luceros se acercaron a la enorme criatura, que no paraba su constante desplazamiento, estos haces de luz revelaron sus formas gracias a su cercanía, se podían discernir con la misma forma que aquel enorme ser, con una diferencia de tamaño abismal, acompañaron al mayor en misma velocidad, algunos acercándose más a la figura femenina, que parecía dormir plácidamente en medio del vendaval que formaba la criatura en la que descansaba.

EpifaníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora