Capítulo 48: Placebo

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"No puedes pretender defender un ideal cuando bajo las sombras te encargas de profesar lo contrario"

Catalina Alfaro Mejía

—¿No crees que deberías poner más seguridad afuera de tu casa?— le pregunté con mucha curiosidad.

—¿Por qué haría tal cosa?— el chico frente a mí, caminaba con tranquilidad.

Todo el lugar estaba decorado de manera exageradamente lujosa, mirara por donde mirara había un florero, un cuadro o incluso una estatua que podría valer más que mis dos riñones juntos o incluso con mi corazón no alcanzaba a igualar el valor de cada cosa que había en esta casa.

No existía la seguridad como en las otras casas, lo cual fue lo primero que note al no tener que esperar que abrieran un portón similar al que tenían las demás casas. Y mucho menos carecía de cámaras de seguridad.

—Podrían robarte al no tener la seguridad suficiente.

Él se rió, su risa parecía ser aquella carcajada que se escucha después de escuchar un buen chiste.

—Linda ¿Quién podría atreverse a robarme? aquí no pasan esas cosas. Cualquier ladrón sería un suicida si entra a mi casa.— dijo divertido.

Con esas palabras, causaba más confusión. —Suenas muy seguro de ti mismo, sólo lo decía porque tienes muchas cosas valiosas y es muy riesgoso tener tan poca vigilancia y seguridad.— subí los hombros y guarde mis manos dentro de los bolsillos.

—No es que este seguro, realmente nadie se atrevería a dar un paso dentro de mi casa, a menos que esté deseoso de convertirse en carne para las panteras.— con una expresión sádica adornada en su rostro me hizo detenerme abruptamente.

—¡¿Qué?!— abrí los ojos lo más que podía.

—Es una broma, parece que no tienes sentido del humor, linda.— se acercó rápidamente y a su rostro volvió esa expresión sin emociones. —Pero bueno, no viniste a hablar sobre mi casa ¿Cierto? lo mejor será primero recuperar tu maná.— y con eso abrió una puerta que en cuanto llegamos un olor a podrido combinado con cloro, detergente y jabón, nos envolvió a ambos.

Además que olía como a muchos fármacos.

—¿Qué hay aquí? ¿por qué huele tan feo?— arrugue la nariz inconscientemente y me cubrí con el suéter.

—Bienvenida a mi laboratorio.— extendió las manos, su cabello castaño se iluminó al contacto de la única luz que brindaba el tragaluz enorme que estaba colocado en el techo.

En los lugares donde las sombras cubrían levemente se activó un sistema en que lámparas pequeñas de forma circular que estaban colocadas en la pared mostraron lo que ocultaban en las sombras.

Eran como peceras, cajas de vidrio de distintos tamaños.

Peces exóticos, palomas, ratones, conejos, hámsters, incluso una serpiente de color azul cielo y una araña que gritaba que era peligrosa.

Luego entendí el porqué del aroma.

Al fondo en una mesa larga y blanca tres cuerpos de ratones abiertos completamente lucían expuestos sobre una bandeja de metal y con varios utensilios quirúrgicos.

—¿Qué rayos haces aquí?— exclamé aterrorizada con todo lo que me rodeaba.

—Cuando no puedes acceder al alimento ¿con qué es remplazado?— caminó directamente a la mesa y con un cuchillo tocó al ratón, la sangre aún no coagulaba así que era reciente. Sus dedos tocaron el líquido carmesí y se lo llevó a los labios cautivado por el sabor. Alejé de inmediato la mirada del disgusto causado.

Auras dispersasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora