Auras dispersas

Capítulo 46: En el bosque

"Es un tintineo.

A veces me parece escuchar vocecillas reflejadas en cada tintineo, ninguno es igual al anterior.

Como una campanilla.

Siento que las estrellas hablan conmigo, ellas me hablan y yo les respondo. Solo las estrellas pueden escucharse así de bonito.

Ese sentimiento de paz, de que estoy bien; ese lento tintineo, suave y tenue parece envolverme y cuando cierro los ojos las voces de las estrellas me llevan con ellas pero cuando vuelvo a abrir los ojos la melancolía se vuelve mi compañía llevándose consigo esa felicidad por lo que vuelvo a bajar la tapa y la levanto de nuevo para escuchar la melodía.

Es una música que no necesita emitir palabras para meterse en tu mente.

Solo ese sonido de tintineo que asemeja un baile eterno que nunca va a acabar, y se va a volver a repetir y repetir, una y otra vez; la muñequita con una falda blanca pomposa sobre la plataforma circular de la cajita con decorados de dorado; la bailarina no deja de girar y levanta sus brazos de forma elegante, con gracia. Una de sus piernas de estira y luego vuelve a su posición inicial.

Su cuello delgado y pálido me recuerda a un cisne cuando se estira.

La cajita musical se detiene.

Y siento la necesidad de volver a ensimismarme dentro de ese mundo con las estrellas.

Mi madre solía decir que las estrellas vivían en esa cajita de música, sólo necesitaba levantar la tapa y las estrellas me hablarían.

Cuando eres pequeño siempre crees en lo que tus papás te dicen. Crees en Santa Claus y en los reyes magos, crees en el ratón de los dientes y entonces guardas tu diente bajo la almohada para que en la mañana siguiente una moneda este como recompensa.

Quién iba a decir que las cajitas musicales terminarían dándome una sensación amarga y agria cuando en el pasado me encantaba escuchar la voz de las estrellas que vivían dentro de esa caja musical y ver a la bailarina girando sobre la punta de sus pies."

Catalina Alfaro Mejía

El túnel emite una luz bastante luminosa tan es así, que muchos no soportan mantener la mirada en ese punto y la tienen que alejar por el resplandor de azules y morados, ahí justo en ese punto los veo entrar; al enorme lobo Nauri llevando en su lomo el cuerpo que comparado al suyo es diminuto, no pueden ver quién es por la luz intensa pero definitivamente tiene que ser la chica que se desplomó en el suelo luego de sobre exigirse así misma hace poco tiempo.

Los ví. La ví.
Todos los vieron.

El poder que posee era demasiado que su piel estaba ennegreciendose desde la punta de sus dedos e iba subiendo conforme su maná fluía fuera de sí misma demostrando la nula experiencia y conocimiento sobre como manejar el cosmos; sin embargo, no importa lo fuerte que cree que es, sigue siendo muy débil.

Débil como el fino cristal de una jarrón.

Débil e inservible. Pero al menos hoy hubo un cambio y estoy seguro que fue gracias a el detonante que me esforcé en dejarlo a la vista. Lo más cerca de ella, y cuando vi su mirada dirigida a lo que encontró en el suelo, sus ojos se agrandaron.