Capítulo 13

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Canción del capítulo: pov - Ariana Grande

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Raoul no ha parado de morderse las uñas en los últimos diez minutos. Está en un banco del parque donde quedó con Agoney, esperándolo para disculparse y tratar de explicarle qué siente, qué ha sentido los últimos días pero, principalmente, todo lo que ha sentido desde que lo conoció.

Quiere decirle que desde un inicio le hizo sentir querido, desde un principio le dio confianza y que desde un principio se sintió respetado por él, además de escuchado por primera vez en meses. Y, a pesar de todo eso, quiere decirle que lo quiere, que le gusta mucho, muchísimo. Que le gusta pillarlo mirándole mientras trabajan juntos en alguno de sus pisos, le gusta como le cuida antes, durante y después del sexo, le gustan las citas improvisadas que tienen y le gusta que sepa lo que quiere antes que él mismo. Sin embargo, aunque aún no se siente listo para estar con él como le gustaría, no significa que permitirá a sus corazones quedar heridos otra vez.

Tan ensimismado está en sus pensamientos, que la presencia de Agoney lo sobresalta cuando se sienta junto a él.

—Hostia puta, Agoney, que susto.

—¿Llevamos días sin vernos y esto es lo primero que me dices? —Bromea. Y Raoul ríe, y Agoney también. Porque sí, porque están juntos y sienten calidez en su interior de nuevo, aunque aún les quede mucho de qué hablar.

—Es que no te vi llegar. Yo estaba tranquilito y de repente siento a un hombre sentarse junto a mí. Lo siento, Ago, pero es para asustarse.

—Vale, lo acepto —ríe en respuesta—. Pero no es mi culpa que estuvieras distraído en tus pensamientos, pollito.

Pollito. Pollito, pollito, pollito. El apodo resuena en su cabeza y siente una explosión en su interior. Si Agoney usó el apodo no estará tan enfadado ¿cierto? No lo cree, no tendría sentido. Pero tampoco tiene sentido que esté como si nada hubiera pasado, cuando en realidad el chico le confesó sus sentimientos y él no hizo más que romperle el corazón.

—¿Qué haces, Ago? —Pregunta bajito, atreviéndose a mirarlo a los ojos. La miel y el chocolate chocan, y trata de disimular el escalofrío que le provoca.

—Vinimos a hablar ¿no? —Contesta, con un tono mucho más serio. La estrategia de intentar aligerar la charla con humor no funcionó, así que se obliga a tomarle el peso que en realidad tiene, aunque sepa que saldrán bien. Puede que no juntos como pareja, pero bien.

—Sí, sí, a eso vinimos —asiente el rubio—. Pero no deberías tratarme como siempre. Deberías estar enfadado, o dolido, o triste, o las tres. Es raro que estés como siempre.

—Era un intento por no hacer la charla tan pesada —confiesa—. Pero no funcionó, porque te sientes culpable.

—Odio que sepas leerme tan bien —bufa Raoul, con una pequeña sonrisa.

—Fue mi especialidad desde el primer día, rubito. —Guiña un ojo que, en otras circunstancias, derretiría a Raoul.

—¡Agoney! Que esto es serio, jo —se queja.

—Vale, vale, ya paro —ríe el mayor—. ¿Vamos al grano, o cómo se hace esto?

—No quiero que me sigas distrayendo, así que hablo yo, tú escuchas, y luego puedes bromear y picarme todo lo que quieras ¿vale?

—Me parece bien.

—Se lo agradezco, señor Hernández. —Esta vez el mayor niega con la cabeza, pero lo deja seguir hablando—. Eres el que más sabe las heridas que me dejó mi ex, y para qué hablar de las heridas que me quedaron por mi actitud evitativa de los meses después—. Agoney asiente, escuchándolo atento—. Mi autoestima quedó destrozada y con el tiempo solo fue hundiéndose más, hasta que apareciste tú.

Arms of a StrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora