Capítulo 16

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La universidad me tenía secuestra, pero ya volví. Disfruten del capítulo, que queda nada. 

Canción del capítulo: Una y Otra Vez - Manuel Medrano

**

—Agoney.  

Se sobresalta al oír la voz de su jefe por el intercomunicador de su oficina. No suelen hablar por ese medio, así que si lo está llamando es porque debe ser algo importante.

Presiona el botón que le permite responder a Roberto, apartando la vista de los papeles que estaba leyendo hace unos segundos.

—Hola, dime. ¿Pasó algo? ¿Problemas con clientes? —Pregunta inquieto.

—Nada de eso, Agoney, tranquilo —responde al otro lado de la línea—. Necesito que vengas a mi oficina cuando puedas. Es importante.

—Dios, la cagué con algún cliente ¿verdad? He estado distraído últimamente, lo voy arreglar, pero...

—Te acabo de decir que no tiene que ver con clientes, y no has hecho nada mal, así que respira —lo tranquiliza Roberto—. Ven apenas puedas ¿vale?

—Vale... —cede, aún con la sospecha entre ceja y ceja. Mira el reloj de pared al otro lado de la oficina para saber la hora. Casi el mediodía—. ¿Está bien que vaya en media hora? Así termino de leer unos papeles y me paso por tu oficina antes de comer.

—En media hora está perfecto. —No lo ve, pero el mayor sonríe en su propia oficina—. Te dejo tranquilo, Ago. Nos vemos en un rato.

—Adiós.

Quita la presión sobre el botón del intercomunicador y trata de enfocarse en el caso en el que trabaja. Sabe que no hizo nada como para que le tengan que echar la bronca, así que se le hace aún más extraño que Roberto le haya citado con relativa urgencia.

Trata de no hacerlo, pero por los siguientes minutos no deja de darle vueltas en su cabeza a qué es lo que querrá su jefe. Aún así, logra terminar de leer los papeles del caso y empezar a redactar un documento con los puntos más importantes. Cuando pasa la media hora exacta que el dijo a Roberto, deja su oficina y se dirige a la del jefe, quien lo recibe con una sonrisa.

—Benditos los ojos que te ven —es lo primero que dice Roberto cuando llega a su despacho.

—Oh, calla. Como si no nos viéramos todos los días —ríe Agoney.

—No sé si te has dado cuenta, Agoney, pero antes coincidíamos en las horas extra de trabajo y ahora casi no haces de esas, así que te veo poco.

Agoney se sonroja ante sus palabras. Reconoce que un par de veces dejó la oficina en un horario normal para poder estar con Raoul, pero no se había dado cuenta de que ya casi es parte de su rutina, aunque no se vean todos los días.

—No me había dado cuenta —contesta, apartando la mirada.

—Ya lo veo —ríe Roberto—. Entonces, ¿van bien las cosas con Raoul?

—Oh, calla. —Agoney se sonroja, en parte por la mención de su novio y, en parte, porque nunca creyó estar teniendo una conversación así con Roberto.

—Me lo tienes que presentar formalmente algún día, Agoney. Quiero conocer bien al chico que logró que no pienses solo en el trabajo.

—¿Me puedes dejar tranquilo, por favor? —Pide, harto del vacile—. Raoul no es lo que nos convoca. ¿Me puedes decir ya para qué me llamaste? —Pregunta inquieto. La curiosidad lleva en su interior más de media hora, así que ahora que puede obtener respuestas, no piensa alargar el momento ni un segundo.

Arms of a StrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora