Capítulo 12

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Canción del capítulo: De carne y hueso - Pablo Alborán

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—Profe Raoul, ¿está bien? —Raoul levanta la mirada de la tarea que estaba revisando cuando siente la voz de su estudiante.

—Sí. ¿Por qué preguntas, Mar?

"No, no estoy bien, pero es por mi propia culpa, así que no tengo ningún derecho a quejarme" es lo que en realidad le hubiera gustado contestar. Después de que Agoney dejara su piso, echado por él mismo, se dedicó a llorar de la frustración y se quedó dormido en el sofá, con apenas una manta sobre su cuerpo. Por la mañana, tenía un dolor de cabeza inaguantable (probablemente por deshidratación) y ni si quiera se molestó en ducharse. Solo se lavó la cara con agua fría y después se encaminó a la escuela. Ahora sigue con un dolor de cabeza insoportable, a pesar de los dos paracetamol que tomó, y tiene unas ojeras más marcadas de lo normal alrededor de sus ojos.

—Tiene mal aspecto, profe. Unas cosas moradas gigantes bajo los ojos y se le ve decaído. Como yo cuando me resfrío. ¿Usted no está resfriado, cierto? ¿Y si tiene fiebre? Si tiene fiebre váyase a casa, porque mi mami dice que si estoy cerca de alguien con fiebre me puedo contagiar.

Raoul hace amago de morderse una sonrisa tras las palabras de la niña. Hace amago, porque no es capaz de sonreír al recordar la razón de por qué se encuentra así. Se pone una máscara en el ánimo para sonreír y tranquiliza a la niña.

—Estoy bien, de verdad. No te preocupes.

—Vale —asiente la menor, convencida ante la sonrisa de su profesor favorito—. ¿Puedo ir al baño?

—Claro, ve, sin problema.

—Gracias, profe. —Mar da media vuelta y sale corriendo del salón.

Raoul bufa al caer en cuenta de que se le empieza a notar el mal aspecto, y agradece no haberse topado con Ana, porque su amiga sería capaz de leerlo perfectamente y él, sinceramente, no tiene ganas de hablar.

Una hora más tarde, suena la campana que marca el fin de la jornada escolar. Raoul camina rápido a la sala de profesores, recoge sus cosas con pesar, aunque intentando apresurarse y se encamina a su piso. Apenas llega, se da una ducha corta para no sentirse sucio y se mete en la cama. Deja salir un par de lágrimas, recordando nuevamente su error de la noche anterior y se aferra a la almohada que Agoney habría usado de no ser por su estupidez. Grita frustrado, y cae rendido pocos minutos después debido al dolor de cabeza.

*****

Roberto da tres golpes en la puerta abierta de Agoney y lo mira con una sonrisa.

—Iba a preguntar cómo te fue anoche pero, por tu cara, puedo concluir que no muy bien. —Agoney bufa ante sus palabras.

—No. No me fue muy bien, la verdad.

—¿Qué pasó? —El mayor se adentra en la oficina y se sienta en la silla frente a él.

—Que Raoul todavía tiene secuelas que le dejó su ex y se niega a que alguien como yo —hace comillas con los dedos—, esté enamorado de él. Como si yo lo hubiera elegido y él fuera basura. —Rueda los ojos.

—Uy.

—Ya.

—Pudiste haberte tomado el día libre si querías —le recuerda Roberto.

—Lo sé, pero no tengo el corazón roto, Roberto. Tú mismo lo dijiste, Raoul me quiere, estoy seguro de eso. Solo... —duda sobre cómo seguir—. Solo tiene que darse cuenta de que sí lo puedo querer tal cómo es, pero creo que llegué al punto donde no puedo hacer más.

Arms of a StrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora