Capítulo 1: (GABY) Dioses griegos, sapos y bollos dulces

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Dicen que hay veranos que nunca se olvidan. Que, por una razón u otra, se estancan en la memoria y enraízan para toda la vida.

Supongo que tiene que ver con el pensamiento de que en verano es cuando se crean los mejores recuerdos. Y yo concuerdo completamente con él porque, desde que tengo memoria, la época veraniega ha sido inolvidable.

Cada año, las familias de viejos graduados del 91 se reúnen en una zona residencial de casas veraniegas durante dos meses. Así es como conocí a los mejores amigos que tengo, quienes me acompañan desde que soy una bebé.

Lamentablemente, nuestras ciudades quedan a kilómetros de distancia y vernos cara a cara en el año es casi imposible. Pero las vacaciones ya han llegado y, mientras ayudo a bajar las maletas frente a la casa de verano de mi familia, lo único en lo que puedo pensar es en que no puedo esperar la hora de verlos a todos.

—¡Pero si es mi familia preferida!

La mujer de facciones con pliegues por la risa y cabello marrón que se acerca a nosotros con los brazos abiertos es Bettany, una amiga de mis padres. También una de nuestras vecinas, y la mamá de William y Sissy.

Tras darle un abrazo quiebra huesos a mi madre, se dirige a sus siguientes víctimas: mi hermano mayor y yo.

—¡Mírense! Tan grandes, tan bonitos... —Primero me aprieta las mejillas a mí, y luego a Alex. —Los he echado tanto de menos.

—Nosotros también —le aseguro con una sonrisa. El corazón me brinca de felicidad. —¿Dónde están Will y Sis?

—En la playa. No saben que vendrían hoy, les dije que llegarían mañana para que fuera una sorpresa —me da una palmadita en el hombro. —Me imagino que estarás emocionada por verlos. Ve, yo me encargo del equipaje.

—¡Gracias!

Dejo caer los bolsos y corro hacia la playa como si me estuvieran persiguiendo. Me arden los pulmones, pero lo único que me interesa ahora es ese reencuentro que estuve deseando durante todo el año.

Encuentro a los mellizos en el mar jugando a la lucha —como de costumbre—.

Siguen tal como los recuerdo; William, que le lleva una cabeza a su hermana, con el cabello rubio más claro por la sal y los rayos del sol, y Sissy, con el mismo cabello atado en una coleta, porque detesta llevarlo suelto, y más en la playa.

La primera en notarme es ella. Esquiva el cuerpo musculoso de su hermano cuando intenta abalanzarse y veo cómo cae como una bolsa de papas, salpicando todo a su alrededor.

Sissy grita y corre a mi encuentro. Will se asoma, molesto por la caída, pero cuando sus ojos me hallan, se apresura a acercarse también.

—¡Gaby! —chilla Sissy, básicamente arrojándose sobre mí, aunque no es complicado sostenerla. Es bajita y menuda desde que tengo memoria, a pesar de que tenemos la misma edad. Jamás ha crecido.

No puedo evitar reparar en que empapa mi vestido, pero realmente no me importa. Es agua de mar, y yo adoro el mar. Es Sissy, y yo adoro a Sissy.

—¡Te extrañé tanto! —gimoteo, abrazándola con la misma fuerza. —¡Sentía que el verano no llegaba más!

—¡Yo también! Pero por fin estás aquí. Ya no podía soportar sola a mi hermano. Necesitaba a mi mano derecha.

—Eh, que estoy aquí... —protesta Will.

Cuando por fin Sissy me permite respirar un poco, William me vuelve a cortar el aliento con un fuerte abrazo.

—No sabía que habías estado yendo tan seguido al gimnasio... —comento, con la voz entrecortada, solo para fastidiarlo.

De las cosas que nunca pudimos decirnos (‹‹Serie ADV 1››) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora