Capítulo 15: (CARPER) Deseo irrefrenable

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Apenas Gaby sale y me ve, con su conjunto deportivo y su botella de agua en la mano, una sonrisa tironea de las comisuras de sus labios. Me gusta cuando sonríe. Descubrí que me agrada más de la cuenta ser el causante de ese gesto.

—¿Vamos? —pregunta.

Ya se nos hizo costumbre salir a correr todas las madrugadas, antes de que se asome el sol, para admirar la puesta desde el muelle. Es una de las cosas que echaré de menos cuando regrese a mi Estado, cuando esté lejos de ella.

En realidad, aún no tengo claro cuándo volveré a casa, ni cuándo retomaré los estudios. Con toda la situación familiar que me envuelve y me sofoca, apenas puedo pensar en tener otras responsabilidades. Tengo que estar ahí para mamá y para mis hermanos, porque sé que, en este momento, soy quien sostiene los cimientos de esta familia.

Emprendemos nuestro camino a paso pausado, en un silencio cómodo. Nunca creí que podríamos estar en el mismo espacio físico sin matarnos, pero estamos en paz, y se siente bien.

Una vez en el muelle, nos acomodamos en el borde y poso la vista en los primeros rayos que comienzan a asomarse, tratando de calmar mi respiración alborotada y mi corazón. Le doy un sorbo al contenido de mi botella.

—¿Qué pasa? —inquiere. —Estás muy callado. No has hecho ni un comentario arrogante desde que salimos.

—Sólo estaba pensando.

Por la expresión en su rostro, adivino que mi respuesta no la deja muy convencida. Su siguiente pregunta me deja pasmado:

—Carper, ¿por qué tu padre no ha venido a las vacaciones con ustedes?

¿Cómo puede leerme tan malditamente bien?

Dudo antes de responder. Ella me está mirando con fijeza. Tardo unos segundos en devolverle la mirada.

—Tenía un viaje de negocios.

—Eres muy malo mintiendo, ¿sabes? —Se ríe con dulzura y cruza las piernas. —Entiendo si no quieres contarme, no te preocupes.

Gaby es una de las más cercanas a papá. Debió haberle llamado la atención desde el primer momento que no esté aquí, porque no hubo ni un año en que no estuviéramos todos juntos. Supongo que sabía que algo andaba mal, pero no quiso preguntar. Hasta ahora.

—Engañó a mamá con su mejor amiga —respondo, apartando la vista. No puedo ver su mueca de pena. Odio que se compadezcan de mí. —El divorcio está en trámite, pero ya ha decidido blanquear su relación. Y, por si fuera poco, tiene un hijastro de la edad de Adela.

—Carper… 

Vuelvo a mirarla sólo cuando su mano se apoya sobre la mía. Porque ahí están otra vez. Las sensaciones. Me sacuden por dentro como una descarga eléctrica de la que no puedo deshacerme. Y siento la imperiosa necesidad de atraerla más hacia mí, de sentir su piel contra la mía, como si eso pudiera arreglar lo que está roto. Y no me doy cuenta de lo absurdo que suena todo esto hasta que lo pienso dos veces.

Sin embargo, hay una voz interior que me dice que, por la forma en que sus ojos brillan, ella está sintiendo exactamente lo mismo.

—Lo siento. No sabía.

—No hay nada que sentir. Yo estoy bien. Lo que me preocupa es mi madre y mis hermanos. 

—Está bien admitir que no estás bien. No te vuelve más débil.

—Sí, lo hace. Y, en estas circunstancias, no me lo puedo permitir. Porque si no soy yo quien sostiene lo que queda de mi familia, ¿quién lo hará?

—Ven aquí.

De las cosas que nunca pudimos decirnos (‹‹Serie ADV 1››) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora