Capítulo 18: (GABY) El fin del verano

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—Esto me parece una estupidez.

Me río y acomodo la corbata de Carper, quien tiene la misma expresión que un niño enfurruñado cuyos padres no dejan salir a jugar.

—Estás guapo.

Su ceño se relaja apenas un poco, rodea mi cintura con los brazos y me atrae a su cuerpo.

—Y tú estás preciosa.

Todos los años, los Kennedy realizan una gran cena en su jardín. Es un indicio de que el verano está por acabar. La única regla es que debemos vestirnos formalmente.

—No, pero hablando en serio... esto es una mierda. Dada la situación de mi familia, ¿no deberían estar arreglando su matrimonio en vez de organizar cenas?

—Supongo que es su manera de intentarlo. —Trazo un patrón de caricias al costado de su cuello. —Dales tiempo.

Afuera, ya es un desastre de familias y niños correteando por ahí. Adela es la única que, siempre tan seria como su padre, se mantiene a un costado con las manos entrelazadas frente a su vestido color caramelo.

—¡Gaby! Luces hermosa.

Mis amigas se acercan hacia nosotros con copas y aperitivos en sus manos. Carper se disculpa y desaparece. Ellas deben notar que no tiene muy buena cara, pues no tardan en preguntar.

—Problemas familiares —me limito a responder.

—No quiero que el verano termine —protesta Sissy. —Tendré que esperar un año entero para volver a verlas.

—Se pasará rápido —asegura Maya.

—Sí, pero luego, cada una irá a la universidad, y no sé si podremos vernos cada verano como lo hicimos hasta ahora...

—Nos las arreglaremos.

—Gabriella.

Me volteo al escuchar esa voz grave. Se trata del padre de los Kennedy.

La verdad es que, aunque intenté ocultarlo para no avivar el fuego interior de Carper, el hombre no me simpatiza mucho desde que me enteré de lo que le hizo a su familia. Así que, en estas instancias, no sé qué podría querer conmigo.

—Señor Kennedy.

—¿Podemos hablar un momento?

Le echa una mirada significativa a mis amigas, que pronto se escabullen. Las maldigo por dentro, porque no tengo ninguna intención de hablar con él, pero mi curiosidad es mayor.

—¿De qué quiere hablar?

—De Carper.

—Con todo respeto, prefiero no entrometerme en el problema entre ustedes dos. Así que si es eso lo que viene a pedirme...

—No soy un hombre al que le guste pedir favores.

—¿Entonces?

—He notado que tu relación con él es distinta a la de los años anteriores. Bueno, siempre he creído que algo más sucedería entre ustedes, pero nunca que tan pronto.

—No entiendo a dónde quiere llegar, lo siento.

—Sé que mi hijo me odia. Sólo... quería dejarles mis mejores deseos y, bueno, sé que he dicho que no soy un hombre de favores, pero quería pedirte que lo cuides. No lo parece, pero Carper es un chico sensible y, si lo cuidas incondicionalmente, él también cuidará de ti. Y se nota que te quiere, Gabriella.

No estoy segura de qué decir, así que asiento, con el corazón en la garganta.

—Gracias.

—No hay de qué. Quería asegurarme de que supieras que mi hijo es mucho mejor que yo.

Me dedica una sonrisa de boca cerrada antes de irse hacia donde se encuentra el tumulto de adultos.

Y cuando la señora Kennedy avisa que la cena está lista, me doy cuenta de que Carper ha desaparecido hace ya mucho tiempo. Me adentro en la casa y lo encuentro en la cocina, de espaldas a la puerta, con las manos en la mesada. Lo abrazo por la espalda.

—¿Estás bien?

—Sí. Sólo necesitaba pensar un poco.

Se gira para poder corresponder mi gesto y me da un beso en la frente.

"Carper es un chico sensible y, si lo cuidas incondicionalmente, él también cuidará de ti. Y se nota que te quiere, Gabriella."

—¿Ya sabes lo que harás?

Ambos sabemos a lo que me refiero. A si regresará a su universidad, o si se quedará en casa durante por lo menos un semestre para apoyar a su familia mientras se reconstruye.

Una parte de mí no quiere que se atrase con los estudios. Sin embargo, la otra, la egoísta, desea que se quede con su familia, —no sólo para poder estar para ellos—, sino porque su Estado natal se encuentra más cerca de donde vivo que el Estado donde estudia.

Y si bien sabía que esta fantasía era demasiado perfecta como para durar para siempre, me quema por dentro saber que las cosas serán distintas al regresar. ¿Podremos sostener lo que hemos construido?

—Sí.

—¿Y...?

—Me quedaré un año en casa. Conseguiré un trabajo y, cuando las cosas se estabilicen, volveré a Sidney.

—¿Un año? Carper, eso es un montón de tiempo.

—Mi familia es más importante que cualquier otra cosa. Además...

—¿Además, qué? —Su silencio me obliga a adivinar lo que se esconde detrás de su expresión. —Quieres reconstruir la relación con tu padre.

Cuando asiente, me pongo de puntillas y le doy un pequeño beso en los labios. Se relaja entre mis brazos.

—Honestamente, no sé cómo saldrá eso, pero quiero intentarlo. Solamente quiero que todo esté bien, Gaby.

—Lo estará. Ya verás. ¿Estás listo para regresar con los demás?

El resto de la cena transcurre entre risas y charlas amenas y no puedo evitar notar, una vez más, que mi familia no sólo son mis padres y Alex, sino toda esta gente que bromea y se roba comida de los platos entre sí.

Aquí es donde quiero quedarme cada verano, por el resto de mi vida. Con la mano de Carper trazando caricias en mi rodilla. Con los presentes alzando la voz entre carcajadas para hacerse escuchar. Con nuestros padres haciendo bromas que sólo ellos entienden, y con nosotros molestándolos con que ya bromean como viejos.

Pero el verano se termina y, cuando menos lo espero, estoy de vuelta en mi casa de vacaciones y las estrellas bailotean alrededor de la luna más allá de mi ventana, por encima del mar.

La maleta ya está hecha en un costado de la habitación. Me siento frente a la cama y arrastro hacia mí la caja debajo de ella. Cuando la abro, me reciben las fotos de años anteriores y de este año.

Se me llenan los ojos de lágrimas. Acaricio con la yema de los dedos una en la que estoy con Sissy y Will.

Es increíble cómo podemos extrañar cosas que todavía no echamos en falta. Cómo nos llenamos de melancolía por si acaso, previo al momento en que perderemos aquello que anhelamos, aunque no sepamos cuándo sucederá el hecho.

Luego, abro el armario y tomo la caja que Alex ha dejado en el lugar exacto en donde estaba antes de que Susan la tomara y me río durante un buen rato leyendo las cartas. Ya no las leo con vergüenza, sino que las acepto como lo que son: parte del pasado, parte de lo que me ha traído hasta aquí.

Era una niña enamorada, ¿qué hay de vergonzoso en eso? ¿Es acaso un pecado?

Me gustaría hacer una lista de las cosas que nunca pudimos decirnos por miedo a la respuesta. Me gustaría borrar todos esos años de corazones rotos, pero como no puedo, solo queda una opción: iniciar de nuevo la historia, nuestra historia, para reescribir letras de valentía y amor.  

De las cosas que nunca pudimos decirnos (‹‹Serie ADV 1››) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora