Capítulo 16: (GABY) Incendio viviente

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Nos dirigimos directo al cuarto de Sissy, de donde provienen los sollozos, y el escenario que hallamos es devastador; mi amiga está recostada en la cama, rodeada de un mar de pañuelos, abrazándose a su enorme oso de peluche.

—Oh, Sis... —Me coloco a su lado y pongo una mano sobre su antebrazo, pero se aparta como si mi tacto le quemara y me mira con los ojos entrecerrados.

—¿Qué haces tú aquí? —Observa a Maya. —¿Por qué la llamaste?

—Sissy, soy tu mejor amiga. Y sé que en este momento me necesitas, así como yo te necesito a ti.

Parece dudarlo. Trata de hacerse la dura, de ponerse la coraza, pero termina por hacer pucheros y se abalanza a mis brazos, refugiándose en ellos.

—Dijo que no estaba lista para una relación. Que era mucho para ella —solloza, mientras le acaricio el cabello.

Pienso rigurosamente qué palabras utilizar, porque entiendo lo que se siente tener el corazón partido en miles de pedacitos, y porque mi amiga es de sentimientos intensos. Una vez me dijo que cuando está feliz, es como si pudiera comerse el mundo, y que cuando está triste, es como si quemara.

—No dolerá para siempre, Sis —le aseguro. —Y si ahora te sientes así, es porque la vida está preparando cosas mejores para ti.

—¿Y si no quiero cosas mejores? ¿Y si lo único que yo quería en realidad acaba de escaparse de mis manos?

La abrazo con más fuerza, porque es lo único que puedo hacer.

—Basta de llantos. —La separo de mí, acuno sus mejillas entre mis manos y le seco las lágrimas. Me parte el alma verla llorar. —¿Y si pedimos comida, vemos una película y nos olvidamos de esa tal Val?

—Sí. ¿Quién era Val? —Maya me sigue el juego. —Me gusta la idea, pero tengo una mejor.

—Somos todo oídos.

—Me llegó el rumor de que hay una fiesta en la casa de los Davis.

—¿Una fiesta? No estoy segura de que sea una buena...

—Vamos —interrumpe Sissy, secándose las mejillas. Ambas la miramos con atención. —Quiero ir.

—¿Estás segura?

—Sí.

—¿Y si ella va?

—No importa. De verdad. Al fin y al cabo, soy Sissy Peterson. Nada puede acabar conmigo.

. . . . . . . . .

Los chicos pasan por nosotras a eso de las ocho y, cuando llegamos a la casa de los Davis, las luces y la música hacen que me pregunte cómo es posible que los vecinos todavía no se hayan quejado.

—Estos sí que saben montar una fiesta —comenta Alex, bajándose del auto de Carper.

Me quedo un poco atrás, admirando mi alrededor, mientras los demás caminan y se adentran en la fiesta como si fueran los dueños, chocando manos con algunos conocidos. Carper se desliza a mi lado.

—Te ves bien —susurra cerca de mi oído, haciéndome cosquillas con su aliento.

—Tú también te ves bien.

De pronto, un grupo se nos queda viendo, y no me complace comprobar que la rubia forma parte. Una sonrisa burlona baila entre sus labios.

—¿Esa no es la chica de las cartas? —inquiere uno de los chicos.

—Vamos, Gaby —dice Carper, poniendo una mano en mi espalda baja para empujarme con delicadeza hacia adelante al ver que me quedé parada. Se me escapa una sonrisa cuando la de Susan desaparece.

De las cosas que nunca pudimos decirnos (‹‹Serie ADV 1››) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora