Capítulo 17: (CARPER) Segundas oportunidades

323 31 0
                                    

Mis amigos se la pasan diciéndome que estoy desaparecido y que, últimamente, paso mucho menos tiempo con ellos. Y es posible que sea verdad porque, en las últimas dos semanas, me la he pasado saliendo con Gaby.

A correr, a la playa, a citas improvisadas... Da igual la ocasión, porque con ella, cualquiera es especial.

—¡Carper! ¡Para!

Estamos en medio de una guerra de cosquillas que ella misma ha iniciado. Estoy persiguiéndola por toda la playa y, cuando la alcanzo, la elevo en el aire y suelta un grito antes de que la recueste en la arena y me abalance a picarle las costillas para que se retuerza, riéndose.

Su risa es algo que no me cansaría de escuchar.

—¡Por favor, detente!

—Pídeme perdón y lo haré.

—¡Está bien, lo siento, lo siento!

—Disculpas aceptadas. —Me río, me detengo y me inclino para besarla.

Por alguna razón, tocar a Gaby no se parece a ninguna mujer que haya tocado en toda mi vida. Es diferente, Con ella, no necesito quitarme la ropa y sentir su piel para saber que me siente de otra forma. Creo que conectamos. Creo que siempre lo hemos hecho. Y eso me asusta de maneras que no puedo describir.

El resto de la tarde, nos dedicamos a caminar por la orilla, salpicarnos agua y charlar sobre temas triviales. Hablar con ella es fácil. No siento presiones, ni debo ser alguien que no soy.

—¿Quieres venir a casa? —le pregunto cuando el sol comienza a ocultarse. —Podemos pedir comida.

—Claro. Suena bien.

Nos dirigimos a casa y los dedos de su mano izquierda rozan los de la mía, en un indicio tímido de que desea que la tome de la mano. Y lo hago. Y es una de las cosas que nunca creí que haría, pero se siente bien.

Empujo la puerta con mi mano libre y espero a que entre antes de volver a cerrarla.

—¡Mamá, estoy en casa! Gaby está conmigo.

Me extraña no encontrarla en la sala, así que supongo que está en la cocina.

Sin embargo, cuando entramos en ella, descubro que no está sola; Adela, Hudson y mamá están sentados en torno a la mesada... con mi padre.

—Carper. —Se pone de pie.

—¿Qué haces aquí? —Suelto a Gaby por inercia y mis manos se cierran en puño.

—Te estábamos esperando. Quería hablar contigo.

—Creo que será mejor que me vaya —susurra Gaby.

—No, no, tú no tienes que irte a ningún lado. El que se tiene que ir es otro.

—Cariño... suplica mi madre.

—¿Vas a defenderlo? ¿De verdad?

—Escúchame. Sólo te pido que me escuches. Ni siquiera que me perdones.

—¡No tengo nada que escuchar! Nos has abandonado por otra familia, y ¿ahora qué? ¿Pretendes volver? ¿Que volvamos a ser la familia feliz que éramos antes de que la cagaras?

—Dame tiempo, hijo, por favor. Sólo dame tiempo, y te demostraré que voy en serio. La he cagado, como podría hacerlo cualquier ser humano, pero estoy asumiendo mis errores y ahora sé lo que quiero, y lo que quiero es estar junto a ustedes. Junto a su madre.

—No te creo ni una palabra. Y no puedo creer que ustedes crean algo de lo que está diciendo.

—Carper, por favor —pide mamá.

—Sé que lo que hice es difícil de perdonar, pero los amo, Carper. Nada me importa más que ustedes.

—¡Si nos amaras no lo hubieras hecho en primer lugar! —Niego con decepción, y sé que debo escapar de la situación cuando siento un nudo formarse en mi garganta. Lo último que necesito es que me vea llorar. —¿Quieres volver, y mamá te lo permite? Pues hazlo. Pero no esperes que te perdone.

Tomo a Gaby de la mano y subo a mi habitación antes de cerrar de un portazo que la hace respingar.

—Carper...

Sin previo aviso, estampo mis labios contra los de ella de manera brusca. En este momento, no necesito hablar. La necesito a ella.

—Carper, espera. Para.

Pone las manos en mi pecho y se separa. Odio la mirada de compasión que me dirige pero, a su vez, es suficiente para que termine por desarmarme en sus brazos y me eche a llorar en su hombro como un crío. Sus dedos trazan un patrón de caricias en mi nuca.

—Sé que no quieres perdonarlo, pero... es tu padre, y...

—Si vas a decir alguna mierda sobre que existen las segundas oportunidades, por favor, no quiero oírla. No abandonas a los que amas. No los traicionas y luego regresas como un perro arrepentido esperando que te perdonen de primeras.

—No, no iba a decir eso —asegura, aunque estoy seguro de que es exactamente el tipo de persona que cree en las segundas oportunidades. —Tiene que ganarse su lugar de nuevo. Lo que digo es que no puedes evitar que regrese si tu madre se lo permite, y vas a tener que aceptarlo. Eventualmente lo harás. Porque lo quieres.

—Quizás. Pero duele, Gaby. Duele demasiado.

Por un largo rato, sólo nos mecemos, parados en medio de mi cuarto, hasta que logro dejar de sollozar. Sin embargo, no me suelta ni cesa sus caricias. 

De las cosas que nunca pudimos decirnos (‹‹Serie ADV 1››) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora