El invierno ganaba terreno en cada rincón del bosque, sellando su presencia con el frío, el silencio y un manto blanco que cubría todo a su paso; ningún ser humano elegiría por voluntad propia permanecer en aquél tipo de ambiente por sobre una casa cómoda, un buen fuego y comida caliente... Pero las circunstancias no eran normales y no había modo de elegir algo mejor que aquello.
Bajo la luz tenue del sol al alba, el castaño permacía quieto entre los arbustos, atento a todos los sonidos de su alrededor y con la mirada clavada en la bestia que, ignorante de su presencia, afilaba su cornamenta en el grueso tronco de un roble. Se movió un par de centímetros con un hacha bien sujeta en la mano derecha y respiró profundamente, calculando cuál sería el momento preciso para lanzar su arma contra la criatura.
—¡SEÑOOOR!
El grito de Dominik alertó a Joel y al alce que asechaba por igual, causando que este último diera un bufido ante la amenaza y se alejara huyendo entre los árboles.
—¡Domi! —El príncipe se volvió hacia el recién llegado con una clara expresión de molestia—. ¡Estaba cazando!
La mirada del menor siguió las huellas del alce en fuga y, en menos de dos segundos, hizo aparecer una daga que salió disparada en esa dirección, serpenteando mágicamente entre los árboles hasta alcanzar la nuca del animal que de inmediato cayó al suelo, sin vida.
—Listo, Señor. ¿No cree que se estaba complicando las cosas demasiado? Me sorprende que con sus habilidades no lo matara con una simple maldición o usando las garras, seguro ese animal no hubiera podido...
—Dominik —interrumpió el mayor, frustrado—, estaba intentando cazar al modo humano.
—¿Por qué?
—Porque no podremos quedarnos en este bosque para siempre. Tarde o temprano nos vamos a instalar en un pueblo humano y no pienso volver a cometer un error que evidencie que soy un demonio. —Su mirada se ensombreció e hizo desaparecer el hacha—. Ya tuvimos suficientes problemas con eso.
El vizconde contuvo una mueca de disgusto ante la sola idea de imaginarse de nuevo al príncipe viviendo entre los humanos. No había ninguna necesidad de eso. Estuvo a punto de pedirle al mayor que reconsiderara sus ideas cuando un breve crujido a sus espaldas llamó su atención. Joel debió darse cuenta también, porque ambos terminaron examinando todo el perímetro desde su sitio. Tras algunos segundos mas de total silencio, el pelinegro se aproximó al contrario para decirle algo en voz baja.
—Se están acercando de nuevo, puedo sentirlos... Creo que es mejor que sigamos avanzando.
—Elliot no ha descansado lo suficiente, está dormido y...
—No, ya está despierto —Domi lo interrumpió—; creo que tuvo una pesadilla o algo y al moverse bruscamente se despertó por las heridas.
Había pasado más de una semana desde el incidente en el pueblo de Myr y aún así la salud del brujo seguía deteriorada. Pese a los cuidados constantes de ambos incubos, estaba resultando difícil encontrar la forma de curar a Elliot sin ayuda: no podían solicitar apoyo de otros demonios que supieran algo de curación porque se evidenciaría la situación de familiar en que se encontraba el príncipe; tampoco podían avanzar rápidamente hacia otro pueblo para que algún humano lo tratara porque el trauma de Elliot seguía reciente y parecía estar en negación a acercarse a lugares con mucha gente.
Joel suspiró y señaló el sitio donde debería estar el cadáver del alce recién cazado.
—Ve a recoger nuestra presa, yo iré por Elliot. —Un nuevo crujido entre las ramas hizo que ambos fijaran la vista en ese punto, aunque ninguno de los dos vió nada y el príncipe siguió hablando, esta vez en un volúmen casi inaudible—... Avanzaremos hacia el suroeste.
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Tu alma es mía: Juramento
FantasyEl pueblo de Myr se quedó atrás, pero los problemas siguen a Elliot y Joel mientras ambos intentan encontrar un nuevo lugar donde vivir. Con Lagneia bajo amenaza y Elliot intentando recuperar una parte perdida de su pasado, Bitru tendrá que decidir...