Capítulo 5: Calidez

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Buenas tardes... ¿Sería tan amable de decirme donde puedo encontrar un médico?

La mujer que caminaba con un montón de leña bajo el brazo casi dejó caer su carga al fijarse que quien le preguntaba eso era un joven apuesto y alto a quien jamás vió antes en el pueblo.

¿P.. perdón? —Estaba tan sorprendida que no llegó a prestar atención a lo que le dijo el contrario.

Un médico —repitió Joel—, o boticario ¿Sabe donde puedo encontrar uno?

Luego de lidiar con algunos tartamudeos más, el incubo consiguió que aquella señora le indicara qué dirección seguir para encontrar la casa del medico de aquél poblado.  Caminó por las calles empedradas y, tras algunos minutos, visualizó el gran árbol, la fuente y el callejón estrecho que la mujer le señaló como referencias para localizar el despacho. Se limpió un poco los pies antes de entrar, saludando con cortesía al hombre que se acercó al otro lado de un mostrador en cuanto abrió la puerta. Eso era bueno, mientras menos tiempo perdiera en el pueblo y con ese doctor, más rapido podría volver donde su amo.

¿En qué puedo ayudarle? —preguntó el médico con un tono mucho más amable que el que le había demostrado el doctor de Myr, un mes y medio antes.

Mi familia y yo venimos de paso por el pueblo —inventó aquella mentira, sintiéndose similar a los demonios de Bugiarne por la naturalidad con que las palabras salieron de su boca—... Llevamos semanas viajando por el bosque para llegar a la costa antes de que el invierno llegue del todo. Pero anoche mi hijo tuvo un incidente con la fogata y se quemó las piernas, mi esposa se quedó cuidándolo en el campamento pero me envió aquí a buscar algo para tratarle las quemaduras ¿Tendrá algún medicamento?

El hombre tras el escritorio se levantó y frotó su barbilla pensativo.

Me hubiera gustado poder revisar a su hijo personalmente para saber que tan graves son las quemaduras, pero me imagino que es difícil moverlo... —Se encaminó a un mueble en la parte trasera de la habitación, lleno de frascos con diferentes etiquetas—. Dígame ¿La piel de su hijo cómo se ve? ¿Solo está roja o tiene alguna llaga o ampolla?

El incubo siguió agregando mentiras a su historia, contándole al hombre que él y su "esposa" estaban algo apartados de la fogata porque intentaban reunir algo de leña y que se habían tardado en ayudar al niño cuando este se quemó.

No solo tiene ampollas... Se abrió su piel por el daño que el fuego le causó y... Yo... Solo desearía haber llegado con él antes... —Una lágrima se deslizó por la mejilla del demonio involuntariamente pues, entre toda la historia falsa que había montado, las palabras recién pronunciadas eran un reflejo sincero de sus pensamientos.

Estaba arrepentido de lo mucho que tardó. Si tan sólo se hubiera podido liberar del sello por su cuenta, Elliot no habría sufrido daños tan graves en la hoguera. La sensación de culpa hizo que sus ojos volvieran a inundarse pese a que intentaba mantener la compostura frente al humano que tenía delante. Sin embargo, esa expresión abatida despertó en el sujeto otra clara muestra de la empatía que Joel intentaba aprender de su raza, pues el médico se aclaro la garganta, conmovido y se encaminó a buscar un pequeño banco de madera para bajar un frasco de la parte alta de la repisa.

Los accidentes pasan, señor. A veces las cosas se salen de nuestras manos y no debemos culparnos por eso. —Le mostró el frasco lleno de un liquido verde y espeso—. Este medicamento es muy efectivo... Tiene caléndula, aloe y algo de romero. Va a ayudar a que la piel se recupere más rápido y además va a evitar que se infecten las heridas. Es un poco caro porque el aloe no crece en zonas montañosas como esta y se debe traer de lugares más cálidos y húmedos... Pero en vista de que es una emergencia, le puedo bajar un poco el precio ¿Cuatro monedas de oro están bien?

Tu alma es mía: JuramentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora