Con la llegada del invierno los días se fueron poniendo cada vez más grises y helados; eran pocas las personas que salían a la calle y muchas más las que pasaban el tiempo encerradas en sus casas o de visita por la taberna en el primer piso de la posada, lo que facilitó que amo y demonio puedieran reunir información sobre la ruta para llegar a Grendale.
Pese a que cada persona que se prestó a entrevistarse con el par de forasteros (todos elegidos según la confianza que generaban en Elliot) les indicó caminos distintos, casi todos señalaron un punto en común para que llegasen a salvo a su destino: debían evitar acercarse a la frontera del bosque negro tanto como fuera posible. Los peligros que describieron de ese lugar fueron muchos, desde los posibles ataques de bestias temibles hasta la presencia de espíritus demoniacos y criaturas de la oscuridad por mencionar lo más conocido, pues nadie sabía realmente que otras cosas se escondían tras la espesura de ese bosque.
Luego de casi una semana de investigación y preparación, la noche previa a su partida de aquel pueblo por fin llegó y sorprendió a ambos varones revisando los mapas, ropa y provisiones que lograron reunir para su viaje.
—¿Guardaste una capa más gruesa por si el frío empeora? —inquirió el brujo, tentado a volver a abrir el baúl que apenas y lograron cerrar.
—No encontrarás ninguna más cálida que la que mandé traer del infierno desde que salimos de Myr —afirmó Joel.
Elliot repasó todos los objetos en la mesa y los acomodó para meterlos en una bolsa de piel que ahora él llevaría.
—Pero... Creo que es importante que trabajemos con algo primero —agregó el mayor para luego aproximarse hasta él— Prescindir de una fogata ya no es una opción, Elliot...
—No.
—¿No qué? ¿No es una opción?
—No quiero estar cerca de una fogata —Elliot sintió que un estremecimiento le recorría desde la parte de atrás de la cabeza hasta la espalda baja—. No estoy listo.
—Pero si en estos días ya hemos dormido un par de veces con la chimenea encendida y ayer hasta te vi calentarte las manos frente a ella —el incubo entrecerró los ojos—. ¿Cuál es la diferencia entre eso y encender una fogata?
Elliot se apartó hasta el otro lado de la habitación, como si temiera que de un momento a otro al contrario se le fuera a meter un impulso pirómano de crear una fogata en medio del cuarto.
—Las fogatas son mas grandes que una pequeña flama en la chimenea, además son al aire libre y se pueden salir de control. Si una sola chispa cae en una rama seca se incendiará todo y el fuego... El fuego... —la voz se le quebró.
Joel se acercó para desvanecer los metros extras que el brujo puso entre ambos antes.
—Sabes que mis flamas tocan solo las cosas que yo deseo que afecten... Y ninguna puede hacerte daño. Ya antes traté de lanzarte algunas bolas de fuego a la cabeza cuando recién me evocaste y no veo que te hicieran nada ¿Ya lo olvidaste?
El menor guardó silencio, era la primera vez que pensaba en aquellas ocasiones en que Joel intentó herirlo sin éxito. Una sonrisita de nostalgia se formó en su cara, aunque despareció apenas un segundo después.
—Tal vez no me lastimen... Pero me dan miedo. Además ¿Qué pasa si alguien más las ve? No es normal que el fuego sea verde y no tengo ganas de explicar porque tu puedes hacer que se vea de esa form...
—Puedo hacer una ilusión que lo haga ver ordinario —interrumpió el demonio.
—¿Y tienes fuerza para algo así?
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Tu alma es mía: Juramento
FantasyEl pueblo de Myr se quedó atrás, pero los problemas siguen a Elliot y Joel mientras ambos intentan encontrar un nuevo lugar donde vivir. Con Lagneia bajo amenaza y Elliot intentando recuperar una parte perdida de su pasado, Bitru tendrá que decidir...