Capítulo 3: El plan

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Joel se quedó observando un momento hacia el lugar donde su hermano había desaparecido; sentir la energía demoniaca emanando de aquella ventana al infierno lo estaba tentando más que nunca y es que, aunque odiara admitirlo, volver a Lagneia podría traerle más ventajas que las que podría conseguir quedándose en el mundo humano... Empezando por la comida.

Desde el día en que los apresaron al brujo y a él, no había vuelto a robar ningún tipo de energía vital del menor por obvias razones; Elliot estaba demasiado lastimado como para tener que cederle de su energía al darle de comer. Más allá de ello, Joel no se atrevería siquiera a intentar algo "tratando de contenerse" pues las heridas sacras que aún tenía en la espalda seguramente le harían consumir más vida del brujo, aunque intentara limitarse y ese era un riesgo que no estaba dispuesto a asumir, incluso cuando su cuerpo estaba deteriorándose.

Suspiró. Los sentimientos que tenía por el brujo se convertían en un obstáculo que comenzaba a nublar su mente de muchas formas, al grado en que se creía en riesgo de morir de hambre porque, ahora que era consciente de su enamoramiento, sería imposible que se tentara a tocar a otra persona sin considerar el acto como una traición directa hacia Elliot... Pero no había marcha atrás, su corazón tenía el control de sus acciones y, aunque le pesara, tendría que encontrar la forma de sobrellevar la situación.

-Me necesita -murmuró para sí-... Si llego a morir no tendrá a nadie más que lo cuide...

Si Dominik siguiera ahí, ya le habría gritado en mil y un formas diferentes sobre lo descabellada que era la idea de poner a un mortal sobre sí mismo, siendo un príncipe de raza superior. Y quizás era cierto. Estaba arriesgando muchas cosas por mantener al brujo con vida: su salud, su título y quizás su vida... Pero no podía abandonarlo. Cada célula de su cuerpo gritaba por permanecer a su lado, incluso si eso significaba ahogar el orgullo y lujuria de su escencia para comportarse como un guardián fiel... Uno que no podía permitir que volvieran a herir a su amo.

Sus ojos se cruzaron con los orbes oscuros y sin vida del alce que estuvo asechando un rato antes.

-No me mires así... No estoy loco. Podré con esto.

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-Vine a ver al Duque...

Fueron las palabras que Domi intentó decir con toda seguridad, aunque la voz lo traicionó en el último momento. Estaba nervioso, no sabía bien por qué. Algo en su interior trataba de avisarle que las cosas no estaban bien, que visitar Bugiarne era un error y que luego de lo ocurrido con el príncipe, tuvo que haberse presentado ante la Reina para acusar al duque por traición... Pero ahí estaba, de pie frente al pasillo que llevaba a la habitación del pelirrojo, con dos guardias impidiéndole el paso cruzando sus lanzas.

Nunca se debía confiar en los demonios de Bugiarne, era una ley no escrita que todo el infierno tenía bien presente, pero había una serie de factores que motivaban al incubo a actuar en sentido opuesto a ese razonamiento: en primer lugar, Berith y él estaban unidos por el conjuro del anillo Verità... Así que no había poder demoniaco o divino que pudiera evitar que el duque le dijera cualquier cosa que no fuera la verdad en su estado más puro; en segundo lugar, la expresión sería del pelirrojo cuando se encontraron en el mundo humano, un rato antes, transmitía una preocupación genuina sobre lo acontecido en Myr.

-Disculpe, Vizconde, pero no es un buen momento para hacer visitas -susurró uno de los guardias, moviéndose apenas de su puesto-... El Duque está...

No pudo terminar la oración porque, tres segundos después, una criada pasó corriendo por el pasillo, sujetándose con fuerza un brazo ensangrentado mientras otro par le seguía, con el uniforme desarreglado y sucio.

Tu alma es mía: JuramentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora