Capítulo 13: El bosque negro (I)

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El sonido de los cascos del enorme caballo negro golpeando contra el suelo era tan fuerte que ensordecía a medias los gritos de Elliot, que luchaba por mantenerse agarrado a él.

¡ESPERA! ¡ESPERA, CREO QUE YA LOS DEJAMOS ATRÁS! —gritó el brujo, aferrándose con fuerza a su crin—. ¡Joel!

El nombrado aminoró la marcha hasta detenerse y dobló las patas delanteras para permitir al menor que bajara de su lomo. Mantuvo una actitud alerta, como en los últimos cinco días de viaje, observando alrededor para asegurarse de que no hubiera ninguna amenaza antes de finalmente retomar su forma humana, jadeando un poco por la carrera que recién concluía.

Lo siento... Pero no te ibas a caer, no venía tan rápido.

¿Bromeas? —Elliot lo miró, enfadado—. Creí que en cualquier momento iba a salir volando... ¿Por qué carajos no solo los enfrentaste? Eres mucho mas fuerte y lo sabes.

Unos minutos atrás, una manada de lobos los había acorralado mientras levantaban el campamento. Apenas les dieron tiempo de tomar las cosas e irse; incluso con la gran velocidad de Joel, les había tomado tiempo perderlos porque eran muchos.

Transformarme para pelear, protegerte al mismo tiempo y tratar de no dejar ninguna cosa atrás era demasiado por hacer a la vez.

Pero solo eran lobos, tú eres un demonio.

Sí, pero aún no tengo tanta energía para eso. Además estoy seguro de que no eran lobos cualquiera, ni siquiera los sentí llegar...

¿Cómo ibas a sentirlos si estabas tan ocupado regañándome por haberte pegado con los talones en las costillas? —recriminó el brujo.

El demonio, sin embargo, ya no le prestaba atención. Estaba ocupado en tratar de localizar dónde estaban, pues durante la huída no siguió ninguna ruta específica y se preguntaba si estaría muy apartado del camino hacia Grendale. Ese lugar parecía desierto y extrañamente sobrecogedor, pues minutos antes pudo escuchar el sonido de algunos animales en los arboles, el sonido de las ramas al mecerse con el viento y observar un poco de nieve amontonarse por el camino, pero ahora todo eso había desaparecido.

¿Dónde está la nieve? —Elliot pareció darse cuenta del cambio en el entorno al mismo tiempo que el demonio.

Tampoco se sentía frío. Era como si todo el ambiente estuviera en un lugar apartado del mundo donde estuvieron antes, aislados del sonido, de las personas y de la realidad en la que vivían... Estaban rodeados por naturaleza oscura y por arboles que eran tan altos que incluso la visión del cielo se dificultaba.

Creo que ya llegamos al Bosque negro —murmuró Joel—. Deberíamos regresar por donde venimos y tal vez rodearlo. No me siento cómodo estando aquí.

No podría explicarlo ni aunque lo intentara: pese a que no veía ninguna amenaza cerca, todos sus sentidos estaban en estado máximo de alerta y sentía la necesidad de huir, como si presintiera que algo muy malo estaba por ocurrir. Elliot por su parte, tenía esa sensación multiplicada por diez, pues sentía que su estado de vulnerabilidad era aún mayor al del demonio y estaba empezando a asustarse ante la sola idea de estar parado ahí. Era como si todas las afirmaciones que hizo sobre lo inofensivo del bosque negro en su camino hasta él no fueran más que comentarios al aire.

Sin embargo, el brujo recordaba que al analizar los mapas de los caminos a Grendale, el más corto era a través de aquél lugar.

No... Sigamos por aquí. Llegaremos al pueblo más rapido si atravesamos el bosque a si lo rodeamos —dijo, aunque cada una de las palabras tembló al abandonar su boca.

Tu alma es mía: JuramentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora