Capítulo 9: Paciencia

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¿Cómo la conseguiste? Casi ningún demonio puede acceder a esa clase de medicina, incluso es rara entre los miembros de las familias reales y...

Bueno, el punto es que ya la tengo.—Berith interrumpió al menor y le acercó la botella—. Tengo mis contactos, no fue tan difícil obtenerla... aunque claro, no puedo asegurar que ayude a curar del todo a Bitru.

Dominik no podía creer siquiera que tuviera una pócima de ese tipo a menos de un metro de distancia, sentía la energia demoniaca emanando de su interior con una fuerza que apenas podría creer que proviniera de un frasco. Era similar a estar en presencia de un ente superior del infierno, como si una gran cantidad de magia oscura estuviera vertida ahí. No era ningún secreto que fabricar esa clase de medicina era muy díficil, casi imposible, pues la fuerza y magia de los seres demoniacos era inferior por mucho (MUCHO) a la magia sagrada, aunque no les gustara admitirlo. Los únicos que podían fabricar algo efectivo para curar heridas provocadas por objetos o energía santa eran quienes milenios atrás fueron ángeles de alto rango, antes de la Gran Batalla.

No quiero ni imaginarme lo que tendré que hacer para pagarte por esto —murmuró el Vizconde, reflexivo.

Una sonrisa calida se extendió por el rostro del pelirrojo al tiempo que este se acercaba aún más al contrario, sujetando su barbilla y robándole un beso rápido que el menor juró que por poco le sacaba un suspiro.

No tienes que pagarme nada... tómalo como un regalo de disculpas por las dificultades que les hice pasar al príncipe y a ti por no contarles mi plan con antelación.

Domi casi se cayó de su silla.

¡¿Me estás diciendo que me lo das?! —chilló —. ¿ESTÁS LOCO?

No, estoy siendo generoso y eso es muy raro en mí —respondió Berith, mirándolo con la misma sonrisa y meciendo la cola a sus espaldas, aunque luego añadió con un tono más serio—: pero si quieres que me ponga avaricioso...

No, no. Yo solo preguntaba. —Domi se abalanzó sobre el escritorio para tomar la botella y luego esconderla en un cajón—. Pero es que... esto es mucho; estaré aun más en deuda contigo.

El duque siguió sus movimientos con cuidado y luego negó con la cabeza, conteniendo una risa suave.

Ya te dije que no tienes que pagarme nada adicional al acuerdo que ya tenemos. Pero si de verdad insistes en darme algo a cambio... supongo que podriamos tener una cena a solas. —Lo miró sugerente—. Después de una comida convencional quizas te interese subirte a la mesa y mostrarme como es que usas los dedos cuando no tienes con quien jugar.

A Dominik se le subieron los colores a la cara ante la imagen mental de la propuesta contraria, volvió a acercarse hasta él y le tapó la boca apresuradamente mientras miraba hacia la puerta y las ventanas, temeroso de que alguien más hubiera escuchado.

¡No digas cosas así en mi trabajo! En primera, vas a crear rumores; en segunda, me estás causando hambre desde ahora y no tengo tiempo de comer porque me falta completar estas actas...

No pudo terminar de explicarse porque el contrario le apartó la mano de su boca y volvió a besarlo con un poco más de intensidad que la vez anterior, sujetándolo por la cintura y apegándolo a él mientras profundizaba el contacto.

Entonces estaré esperando... vendré a visitarte en un rato para ver si ya terminaste e ir a cenar juntos.

No le dió tiempo al vizconde de asimilar lo que ocurrió porque segundos después había desaparecido, dejando una sensación hormigueante en la boca del menor y en su entrepierna también.

Tu alma es mía: JuramentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora