CAPÍTULO 18.

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| Los finales felices no existen |

ZAYRA

Abrí los ojos despacio, no había apenas luz en la habitación, excepto por los dos rayos de sol que se colaban por la ranura de la cortina. Estiré mi cuerpo, empezando por los brazos hasta retorcerme entera, desperezándome. Era una sensación increíble. Mis músculos estaban relajados, no me dolían las articulaciones y me sentía... descansada. Hacía muchos años que no dormía tan bien. De hecho... era extremadamente sospechosos que hubiera dormido tan bien...

¿Dónde estaba?

Mi cuerpo contra el suyo. Sus labios sobre los míos. 

Sus manos envolviéndome entera. 

Mis dedos enredados en los mechones de su pelo. 

Su lengua saboreando cada rincón de mi boca, encontrándose con mi lengua, jugando con ella.

 Su cuerpo. El mío. Ardiendo.

Besos, mordiscos, calor, mi pulso acelerado, su respiración enfurecida. 

La necesidad de sentir cada pedacito de su piel pegada a la mía.

Sus ojos azules. 

Adler. 

Me incorporé de golpe al recordar todo lo que había sucedido la noche anterior. Y fue en ese instante cuando percibí el calor de un cuerpo pegado al mío.

—No, no, no, no... —susurré tan bajito que apenas emití sonido alguno. Adler dormía a mi lado con una brazo debajo de la almohada y la otra relajada sobre su estómago. Debió quitarse la camiseta durante la noche, y todo su cuerpo estaba expuesto. Un rayo de luz quedaba a la altura de su boca y mis ojos viajaron inconscientes hasta ese punto. Mordí el interior de mi mejilla rehuyendo al impulso de besarlos. Mi corazón latía con fuerza y me tomé unos minutos de más observando sus brazos... los hombros... ese pecho... y sus abdominales. Casi sentí la tentación de ignorar mi instinto de huida para tumbarme de nuevo y abrazarme a él, y no salir nunca de esa cama.

No podía creerme que hubiera llegado hasta ese punto. Estaba en la misma cama que Adler Devon, después de haberle dejado ver la versión más vulnerable de mi. ¿Qué me estaba pasando? Nos habíamos besado joder. Y no fue un beso casto... Ese beso escondía mucho, escondía todo lo que no se dijo en voz alta, callaba lo que nos quisimos decir a gritos.

Sin embargo, hubo algo... La noche anterior me sentí tan viva... tan, libre. Me dejé llevar por primera vez en mucho tiempo, apague mi cerebro por completo, y todas las tormentas dentro de mi se silenciaron.

El corazón me latía con tanta fuerza que tenía miedo de que pudiera despertarlo. Intenté deslizarme con sumo cuidado de las sabanas y busqué mi ropa a ciegas por el dormitorio. Cuando la encontré, cogí mi bolso y salí por la puerta. Nada más puse un pie en el pasillo, solté todo el aire de mis pulmones. Caminé de puntillas por la casa mientras pasaba el jersey por mi cabeza y me vestía a toda prisa

En el salón me encontré con Betty que maullaba sin parar enredándose entre mis piernas.

Shhh Betty. Calla, pequeña. Me vas a meter en un lío —susurré acariciando su cabeza.

Cuando subí la cremallera de mi bota, me dirigí a la cocina para peinarme el pelo con los dedos en el reflejo del horno. No iba a volver al baño y arriesgarme a cruzarme con Adler, así que bebí un poco de agua y salí corriendo de esa casa.

Quiéreme en silencio y dime lo que calla tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora