CAPÍTULO 4.

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TW: Ataque de pánico 

...

| La primera vez |

ZAYRA


No odiaba a Adler, pero fue mi mejor amigo. Y un día simplemente ya no estaba. Desapareció como todo lo demás, como cada persona de mi vida. Me abandonaban.

Nunca se despidió de mí. Intente ponerme en contacto con él. Lo llamé, le escribí... pero no tuve noticias de él. Y cuando volvió pretendía hacer como si nada hubiera pasado. Yo no estuve de acuerdo, así que decidí que yo haría como si nuestra amistad nunca hubiera existido. Algo dentro de mi a veces fallaba, me hacía ver que quizá estuviera siendo demasiado dura con él. Pero luego las imágenes de mi hermana llorando, la lluvia, los truenos y la casa oscura, volvían a mi memoria como martillazos.

Por la noches lloraba en silencio para no despertar a Hope. Solo que había a veces donde el ruido dentro de mi cabeza era tan fuerte que tenía que callarlo. Sentía una presión insufrible en el pecho y el aire desaparecía de mis pulmones, era incapaz de respirar cuando me pasaba eso. Mi manos temblaban y sentía literalmente que me iba a morir. Como si una ola de tristeza arrasara con toda partícula de paz en mi cuerpo, para  convertirlo en un oscuro agujero negro en mi corazón. 

La primera vez que me pasó fue en la ducha. Me abracé tan fuerte que clavé mis uñas en la piel de mis brazos. Mi corazón iba a explotar y los recuerdos no hacían más que cruzarse por mi mente como bofetadas. Me apoyé contra la pared fría mientras el agua caliente seguía cayendo sobre mi cabeza. No había nada que pudiera hacer para pararlo, no sé exactamente cuánto duró, pero lo sentí una eternidad. Clavé mis uñas aún más fuerte sobre mi piel y el dolor alivió la presión en el pecho. Volví a coger aire, a bocanadas, recuperando el control sobre mi cuerpo. Me acurruque en el suelo de la ducha con mis rodillas pegadas al pecho y lloré desconsoladamente hasta que escuché la voz de Marjorie al otro lado de la puerta.

—Zayra, cielo ¿estas bien? —preguntó con un tono ligeramente preocupado. Levante la cabeza y sorbí mi nariz.

—Si, ahora mismo salgo —respondí con la voz apagada.

Enrolle mi cuerpo en una toalla y quité el vapor del espejo con una mano. Al despejar el cristal, descubrí marcas rojas sobre mi brazo. Tenía heridas con las forma de mis uñas. No fui consciente de la fuerza que empleé, solo que fue lo único que funcionó para parar aquello que se sentía como la muerte.

Tapé mis brazos e intenté aparentar como si nada hubiera pasado. Marjorie no podía saber nada. No podía causarles más problemas.

El domingo discutí con ella en la cocina de la cafetería. No entendía que quisiera irme de casa. Pero ya tenía 24 años y no podía seguir viviendo eternamente con ellos. Trabajaba los fines de semana sirviendo copas en una discoteca por la noche. Durante la semana trabajaba en la cafetería y ahorraba todo lo que podía para alquilar un piso cerca del trabajo y del colegio de Hope.

Estaba en mi descanso así que cogí mi bolso y me dirigí a la puerta trasera del almacén que daba a un callejón. Saqué la caja de tabaco y me puse un cigarro en los labios. Lo prendí y deje que la calada inundara mis pulmones con el humo. Lo solté lentamente, relajando mi cabeza contra la pared de ladrillos. Puse mi mente en blanco, o al menos lo intenté. Dejar de pensar por un segundo en todos mis demonios, necesitaba un descanso de la vida. El colegio de Hope, los alquileres desorbitados, mis pesadillas... Adler y su estúpida sonrisa. Añoraba la Zayra que solo quería llegar del instituto y acercarse hasta el patio de su vecino a jugar a baloncesto, fútbol, lo que fuera. Echaba de menos la natación. Pero no tenía ni tiempo ni dinero para pagar las instalaciones del polideportivo. Echaba de menos mi vida

Quiéreme en silencio y dime lo que calla tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora