| Quédate esta noche |ADLER
Metí la llave en la cerradura y en cuanto abrí la puerta Betty salió a recibirnos. La gata se pegó a mis piernas estirando su pequeño cuerpo. Me agaché para auparla mientras se retorcía entre mis brazos, acomodándose.
—Zayra, te presento a Betty, la gata más cariñosa del planeta.
Los ojos de Zayra se iluminaron con ternura. Levantó la mano para acariciar su cabeza y Betty respondió con ronroneos. En el rostro de la morena, se dibujó una sonrisa.
—Hola, pequeña. Eres la bola de pelo blanco más bonita del mundo —su voz adquirió un color cálido y siguió acariciando a Betty. Mi sonrisa apareció inconscientemente.
—¿Quie- quieres pasar? —sugerí. Zayra buscó mi mirada y después de varios segundos de silencio, con sus ojos en los míos, asintió.
Pasamos al salón y dejé a Betty en su lado del sofá. Salto entre los cojines hasta acurrucarse entre las mantas. Zayra caminó tímida por la casa, observando todo a su paso. Y por primera vez no la sentí vacía.
—Voy a ponerme algo que no esté mojado, ahora vuelvo. Pue- puedes ponerte cómoda, si quieres.
—Gracias.
Desaparecí todo lo rápido que pude, entré en mi dormitorio, y fui directo al armario. Me quité la ropa mojada y me pasé una camiseta blanca de algodón por la cabeza. Me deshice de los pantalones y obté por un chándal negro. Con una toalla, alboroté mi pelo, quitando la humedad, después lo peine con mis dedos.
Al volver al salón, encontré a Zayra mirando por la ventana, con los brazos cruzados y la mirada perdida.
—¿Por qué? —habló de pronto. Al darse la vuelta vi que tenía lágrimas acumuladas en los párpados inferiores.
—¿Por qué nunca me llamaste? —volvió a preguntar con una lágrima deslizándose por su mejilla. Apretaba los puños a los lados de su torso.
—Zayra, ven, vamos a hablar —intenté calmar la situación.
—¡No! Dime. ¿Por qué nunca me llamaste? —su mirada se oscureció y las palabras salían con rabia de sus labios.
—No pude —fue lo único que conseguí decir.
—¿No pudiste? ¡Estuve esperando una puta llamada, un mensaje, algo durante semanas! —levantó la voz —¡Te fuiste sin decir nada!
—¿Qué no dije nada? ¡Zayra, te lo deje todo explicado! Tú tampoco me llamaste a mí... —repliqué.
—¿Qué? —su mirada cambió, descubriendo ahora en sus ojos la confusión.
—Se me rompió el móvil. Te dejé una carta, nos fuimos tan rápido que no tuve tiempo de explicártelo. Mi madre estaba enferma, Zayra. Teníamos que irnos. Necesitaba que se pusiera bien. No podía perder a mi madre...
—¿Qué? —repitió desconcertada —¿Desde cuándo sabías que tu madre estaba enferma?
—Hacía dos meses antes de irnos —la mirada de Zayra enfureció.
—¿Tuviste dos meses para contarme lo que estaba pasando y decidiste que una puta carta era mejor, después de largarte? ¡Dejándome atrás! —explotó entonces. —¡Te necesitaba Adler! ¡Te necesitaba más que nunca! ¡Necesitaba a mi mejor amigo!
Sus lágrimas mojaban toda su cara. Me acerqué hasta ella con grandes zancadas y estampé mi cuerpo contra el suyo envolviéndola en una abrazo. Zayra hundió la cara en mi pecho, dejándose llevar y soltando todo lo que llevaba años conteniendo.
—Se marcho... se fue y nos dejó... —murmuró entre sollozos —Nos abandonó, Adler. Me dejó sola.
Aquello me llamó la atención y separé nuestros cuerpos, haciendo que su rostro buscara el mío.
—Espera. ¿Quién? ¿Quién os abandonó? —pregunté con la furia tiñendo cada palabra que salía de mi boca.
Zayra tardó en responder, mirándome mientras no paraba de llorar. Tragó saliva y finalmente vocalizo dos palabras.
—Mi madre.
Volvió a derrumbarse. Sus piernas perdieron fuerza y tuve que sostenerla para que no cayera al suelo. Nos senté a los dos sobre la madera oscura, mientras la envolvía con mis brazos y Zayra lloraba con la cabeza apoyada en mi hombro. Acaricié su pelo con cuidado y Betty se coló entre los dos, sentándose sobre las piernas de Zayra, rozando su cabeza en sus brazos, consolándola.
Nos quedamos en silencio, hasta que sus sollozos disminuyeron y levantó la cabeza para mirarme. Con la nariz roja y los ojos hinchados. Quería ayudarla, hacer que desapareciera su dolor.
Después de una bebida caliente, que le preparé cuando se hubo calmado, nos sentamos en el sofá y despejamos todas las dudas.
Zayra nunca leyó mi carta, porque su madre las abandonó y tuvo que buscar ayuda, la carta se quedó en el buzón de la casa a la que jamás volvió... Por eso fue ella quién le puso el nombre a Hope. Marjorie y Robert eran sus padres adoptivos, y siempre cuidaban de Hope... No me dio detalles, no me contó cómo se sentía. A pesar de haber llorado sobre mis brazos. Pero por fin tenía una explicación, una respuesta a una de las preguntas que llevaba inquietándome durante cinco largos años.
Le conté sobre la enfermedad de mi madre, escuchó con atención y casi parecía que hubiéramos viajado en el tiempo a cuando nos confesamos todo. Casi...
—Podrías habérmelo contado, Adler. Mi padre murió de cáncer —sus palabras eran cálidas.
—Lo sé... me asuste. Me asusté mucho, solo era un crío.
—Y... ya no lo eres —observó.
—No, ya no lo soy —mi mirada bajó hasta sus labios. Zayra tragó saliva.
—Debería irme, es tarde.
No se movió. Yo tampoco.
Silencio.
Su mirada clavada en la mía.
—Podrías quedarte.
—¿A dormir?
—No... bueno, si —carraspee la garganta. —Quiero decir... no me refiero a eso. Lo que quiero decir es que... bueno —empecé a hablar sin control —Me dijiste que querías mudarte, y no sé si has encontrado piso, pero me vendría bien compartir gastos —mentira, mentira, mentira. —Tengo una habitación libre y- y Hope podría pasar aquí todo el tiempo que quisiera. No se... es una estupidez ¿Verdad? Ignóralo...
Silencio. Un silencio eterno. Mi corazón latía con fuerza bajo mi pecho, las manos empezaron a sudarme y la mirada fija de Zayra me estaba poniendo muy nervioso.
—No... no sé si es buena idea, Adler. Tendría que pensarlo mucho... y ¿Estás seguro? —No estaba negando rotundamente. Eso era bueno. Creo.
—Vale pero es tarde y está diluviando. Por favor, quédate. Solo esta noche, si es lo que quieres.
Volvió el silencio, y yo solo esperaba que no se escucharan los latidos de mi corazón.
—Vale —dijo, apartando la mirada.
—Puedes dormir en la cama, yo dormiré en el sofá —dije, intentando contener la emoción —Te dejaré algo de ropa para que estés cómoda.
En mi dormitorio, saqué del armario lo que creí que pudiera quedarle lo más estrecho posible. Una camiseta azul marino y unos pantalones cortos grises de algodón. Dejé la ropa sobre la cama y Zayra apareció en el marco de la puerta, observando curiosa las paredes vacías. Se acercó hasta la cómoda y dejó su bolso sobre esta.
—Creo que esto podría valerte —caminé hasta la puerta para darle intimidad.
—Adler —me detuve antes de cerrar la puerta —Esto... emm, gracias...
—Buenas noches, Zayra.
—Buenas noches, Adler.
ESTÁS LEYENDO
Quiéreme en silencio y dime lo que calla tu mirada
RomanceZayra Morgan tiene 24 años y su corazón es inquebrantable. Adler Devon tiene 26 años y creía que era incapaz de encontrar el suyo. Dos desconocidos no tan desconocidos dispuestos a odiarse. Dos almas perdidas. Dos corazones que sanar. Silencios y...