CAPÍTULO 5.

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| Un baile bajo la lluvia y una conversación |

ADLER


Llegué a la cafetería media hora antes. No podía dormir así que me levanté, salí a correr bajo el cielo de una mañana despejada y tan pronto como empezó a salir el sol ya estaba de camino al trabajo. Quería llevarme bien con Zayra, así que imaginé que tenerlo todo preparado para cuando ella llegara iba a ser un paso en la buena dirección.

Fui a abrir la puerta, pero ya estaba abierta.

Era imposible. La cerré la noche anterior.

—¿Hola? ¿Robert, eres tú? —escuché la voz de Zayra en el almacén. Cuando se asomó por la puerta de este se sobresaltó del susto. Se llevó una mano al corazón.

—Joder, casi me matas de un infarto. ¿Qué haces aquí? No abrimos hasta dentro de media hora.

—Lo siento, pensaba que nos estaban robando. ¿Qué haces tú aquí? No te tocaba abrir a ti —rebatí.

—No podía dormir —dijo masajeándose los hombros, cansada.

—Pues ya somos dos. ¿Por qué no podías dormir? —pregunte para romper un poco la tensión.

—No somos amigos, Adler —volvió a blindarse.

—Joder Zayra ¿Cuándo vas a dejar de comportarte como si no nos conociéramos? — Estaba siendo absurda, ya llevábamos dos semanas trabajando juntos. Al principio tenía la esperanza de que solo fuera el shock inicial de reencontrarnos. Pero por desgracia antes de que pudiera responder, mi teléfono empezó a sonar dentro del bolsillo de mi pantalón.

—Te llaman —hizo un gesto con sus ojos señalando mis pantalones.

—No me digas, Sherlock —ironicé y saqué el móvil. Miré la pantalla para descubrir que quien me estaba llamando era Rebecca.

Mi novia.

Cogí la llamada.

—¿Cariño? ¿Te pasa algo? —Era demasiado pronto para estar recibiendo una llamada. En estados unidos era las tres de la mañana.

—¡ME HAN COGIDO ADLER! ¡ME HAN COGIDO! ME MUDO A LONDRES! —el grito debió de escucharse desde fuera por la cara de desinterés absoluto que puso Zayra.

—¿Como? ¡Pero eso es genial! —Intente sonar lo más contento y convincente posible. Si me hubieran preguntado hace un año a ver si estaba enamorado de Becca, la respuesta habría sido Sí. En aquél momento, sin embargo... no estaba tan seguro. Si la quería pero creo que hay una gran diferencia entre querer y estar enamorado de alguien. Fuimos felices, eso es cierto. ¿Pero de verdad se me hizo tan fácil dejarlo todo en Estados Unidos para volver a mi hogar y trabajar en una cafetería?

Estuve trabajando durante cuatro años seguidos siendo modelo. Llegué a desfilar en grandes pasarelas, y lo adoraba. Me hacía muy feliz. Pero...

Siempre con los peros...

¿Podía dedicarme toda mi vida a lo mismo? ¿A los viajes interminables sin descanso? ¿A posar delante de una cámara durante horas, con treinta cambios de ropa? ¿Estar constantemente pendiente de mi aspecto físico para no engordar ni adelgazar ni un solo gramo? Debía tener un físico idílico. Me agoté mentalmente. Necesitaba cambiar de aires, así que hablé con mis padres y les comuniqué mi decisión. Enseguida me apoyaron. Mi madre ya hacía un año que no recaía y vi correcto volver a Londres. Ellos se quedaron en Nueva York por si acaso.

Así que Robert que era un amigo de la familia me dijo que estaban pensando en contratar a alguien, no perdí la oportunidad. Lo que jamás me imaginé era que Zayra sería la chica que necesitaba ayuda en la cafetería. Puede que ella también hubiera sido un factor determinante que hizo que no me acordara de mi novia en la otra punta del mundo. ¿Qué hace uno cuando se reencuentra con su amor de instituto?

Quizá el problema fue que en realidad nunca me olvidé de ella.

Después de hablar con mi novia volví a guardar el móvil en mi bolsillo y observé a Zayra preparando la cafetera. No estaba seguro que fue lo que me gustó de ella. Éramos muy distintos. Como el agua y el aceite. Pero también creo que fue exactamente eso lo que nos hizo tan inseparables en un pasado. A ella le encantaban las películas de miedo, estar todo el día en la calle jugando incluso cuando diluviaba. Yo era más tranquilo, me gustaba mucho más dibujar, estar dentro de casa, tumbarme a escuchar música...

Me acuerdo de aquella vez donde ambos cogimos una gripe horrible por haber salido a bailar a la calle en medio de una tormenta. Jugábamos dentro de su casa cuando retumbó el primer trueno. La mirada de Zayra se iluminó al instante. Y supe sin necesidad de mediar palabras, en qué estaba pensando. Me dejé arrastrar hasta el jardín. Donde el agua nos empapó en cuestión de segundos. Estábamos en primavera, pero todavía no hacía calor. Me agarró de las manos y empezamos a dar vueltas. El agua caía a trompicones a nuestro alrededor y el césped se empezó a encharcar creando charcos de barro.

—¡Gira, Adler! ¡Gira! —gritó ella sin dejar de reír, con la cabeza mirando al cielo y los ojos cerrados.

Zayra tenia sus mechones negros pegados a la cara, donde se le dibujó una sonrisa mientras dejábamos que el agua siguiera cayendo sobre nuestras cabezas. El cielo se iluminaba a cada rato con los relámpagos y la tormenta cada vez era más agresiva. Así que el señor Morgan salió al porche para gritarnos.

—¡Volved ahora mismo, salvajes! — Hizo gestos con los brazos para que le viéramos a través de la lluvia. Zayra me miro a los ojos en ese instante y una carcajada escapo de su boca. Ambos nos echamos a reír mientras corríamos hacía la casa.

—Como te vea tu madre te va a matar. ¡Estáis locos!

Pero no nos echó la bronca, solo nos sacó unas toallas para que no muriéramos de hipotermia y nos llevó derechitos al baño para que nos diéramos una ducha caliente.

Guardaba ese recuerdo bajo llave. Al menos eso no me lo podía quitar.

—Fueron felices y comieron perdices —la voz de Zayra me sacó del trance.

—¿Qué? —pregunté desconcertado.

—Por fin te vas a reencontrar con tu chica ¿no? Tu siempre has sido muy de finales felices.

—¿Como? ¿Zayra Morgan, la tía dura, acaba de hacer una referencia al pasado? —vacilé un poco. Y juro que por un segundo una sonrisa asomo por su rostro.

—No. Eso no es verdad —negó digna. Se dio la media vuelta y siguió organizando los productos.

—Si es verdad —le susurre al odio mientras pasé por su lado para ponerme el delantal.

—Sigues siendo insoportable —se rindió y por primera vez, estábamos manteniendo una conversación. —Ven, acércate. Vas a preparar un café antes de abrir.

—¡No es verdad! ¿Ya soy digno de usar la cafetera? ¿Soy como Thor o algo así? ¿He ganado puntos de experiencia y he subido de nivel?

—Adler —me miro, y podría rendir pleitesía a su mirada. Una mirada que calla mucho más que su silencio.

—Dime.

—Cállate ya.

Fue corta, pero una conversación al fin y al cabo.

Quiéreme en silencio y dime lo que calla tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora