Capítulo 11

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Maldición y más maldición. Al final no pudo salir esa noche, no pudo escaparse de la casa con Hannah, ya que Mark estaba allí, esperándolas cuando llegaron. Se puso histérico cuando las vio bajar de un auto super lujoso y a Harper no se le ocurrió mejor idea que decir que era un Uber.

¿En serio Harper? ¿Un Uber?

Incluso la voz interior de su cabeza, le reprochaba semejante tontería dicha.

Tuvo que armarse de valor para mirarlo a la cara luego de que la noche anterior le pegara con tanta fuerza.

Sin embargo, lo que más le sorprendió fue el hecho de que al entrar en la casa, vio que todo estaba ordenado, inclusive más reluciente de lo que dejó al salir esa misma mañana. 

¿Mark lo hizo?

Con una mano en su cintura el hombre la guió hasta el comedor en donde efectivamente, la mesa ya estaba preparada, con comida deliciosa que Harper no había probado en muchísimo tiempo, velas aromáticas encima de la mesa, porcelana nueva y lujosa, adornos lujosos y delicados en medio, con un pequeño cuadrado de terciopelo negro al costado del lugar de Mark.

Se le llenaron los ojos de lágrimas al ver que su novio se había tomado tantas molestias solo por ellas.

—¿Lo has hecho tú, cariño?

El hombre sonrió, con esa sonrisa que había enamorado a Harper la primera vez que lo vio.

—Sabes que sí, amor mío. Te prometí que cuando viviéramos juntos, te daría lo mejor de lo mejor…—Mark se fijó que la niña seguía a un lado de ellos, claramente sin saber si ir a su habitación o esperar indicaciones, así que giró los ojos irritado con esa tonta niña y dijo sin dejar de mirar a su mujer:—. Niña, ve a lavarte los dientes y las manos para cenar.

La niña se sobresaltó al ser nombrada pero se recuperó rápidamente, agachó la cabeza y con una voz tan suave que asemejaba sus propios pasos silenciosos, respondió:

—Sí, señor.

Desapareció rápidamente escaleras arriba.

—Juro que esa niña necesita tratamiento psicológico y psiquiátrico—Harper se mordió el labio con fuerza y enterró el rostro en el pecho de Mark, evitando que viera su rostro tenso por el insulto hacia su abejita—. Cada día que pasa, está más callada y no tiene amigos. ¿Estás segura de que la escuela a la que va tiene buenas notas? Si no se esmera y me trae un solo nueve de diez, voy a…

Harper besó a su novio, callándolo y a pesar de estar temblando de la ira, imitó su mejor rostro de lujuria y lamió el cuello de Mark.

—Deja de hablar de esa niña, cariño, estás conmigo y me pongo celosa…

Mark sonrió con una nauseabunda confianza y sujetó su mentón para besarla con toda la fuerza del mundo, haciendo que Harper no pudiera mover su cabeza, dominando ese beso como siempre lo hacía.

—Eres tan hermosa, amor mío—el abogado tocó la mejilla algo hinchada de su novia y chasqueó la lengua, molesto. Ahora su mujer se veía muy fea, ¿Cómo la llevaría al bufete de abogados para presentarla de esa forma? Sus compañeros de trabajo definitivamente se burlarían hasta la muerte de él y eso Mark Hisuth jamás lo permitiría. Harper siseó de dolor al sentir la presión firme y nada suave de Mark.

—Duele…más despacio, cariño…

Él en vez de parecer agraviado, sonrió, con expresión un poco contrita, sacó de quién sabe dónde, un ramo de flores variadas. Se las tendió a Harper, la fragante ofrenda muy colorida para su gusto y un suave rumor de pétalos resonó entre las capas de celofán y papel de seda que la envolvían.

—Toma, tesoro mío—dijo.

Después se inclinó para besarle la mejilla, la que él mismo había abofeteado la noche anterior. Harper apretó los dientes. Todo ese lado de su cara se había hinchado y había adquirido un tono sonrosado. Se mantuvo inmóvil mientras los labios masculinos tocaban su magullada piel.

La castaña quería apartarse de él. Quería devolverle el golpe. Pero lo que quería por encima de todo era llorar.

No podía hacerlo, en solo unos instantes su hija volvería y no podía dejar que ella la viera llorar y asumir que todo estaba tan mal que incluso su madre estaba llorando frente a su padrastro.

En lugar de eso, llevó las flores al fregadero y empezó a desenvolverlas mecánicamente.

—No debí haberme comportado de esa manera ayer—dijo Mark detrás de su espalda—. Me he pasado el
día entero pensando en ti.

—Yo también he pensado en ti—Metió el ramo en un jarrón y lo llenó de agua, incapaz de enfrentarse a la perspectiva de cortar los tallos y disponer las flores.

—Ver lo que le habías hecho a mi pulcro pañuelo blanco fue la gota que colmó el vaso.

La mujer secó la encimera muy despacio, con lentos círculos concéntricos de un trozo de papel de cocina.

—Todavía no entiendo qué exactamente le pasaba al pañuelo.

—Le habías puesto al menos el cincuenta por ciento más almidón del debido. Quiero decir que, bueno, el bordado que me hiciste quedó arruinado—¿Arruinado? ¿Cómo que arruinado si ella misma revisó ese pañuelo intentando entender qué estaba mal? El pañuelo estaba así mismo como a él le gustaba y como él mismo se lo había enseñado a ella para prepararlo para el trabajo. El bordado también seguía igual de inmaculado como la primera vez que lo bordó a mano—. y las puntas estaban tan tiesas que hubiesen podido cortar rebanadas de queso con ellas—Mark hizo una pausa y suspiró—. No hubiera tenido que tomármelo tan a pecho, tan a la tremenda, ya lo sé. Pero como te he dicho hace un momento, fue la gota que colmó el vaso. Últimamente ha habido tantas cosas que me han sacado de quicio que cuando vi mi pañuelo favorito... Bueno, no pude aguantarme.

Harper se giró hacia él, tirando de los bordes de sus mangas hasta que le envolvieron las manos haciendo que parecieran que su ropa le quedaba más grande de lo normal.

Era un tic que no sabía que tenía.

—¿Qué otras cosas?

—Todo. La manera en la que vivimos, para empezar. Este sitio nunca está limpio y organizado—Harper trató con el alma que el rostro no se le descompusiera—. Nunca comemos algo delicioso que tú hayas hecho bien. Siempre hay montones de trastos o juguetes o cuadernos de la niña esparcidos hasta en el sofá. Hay cosas sucias tiradas por todas partes. Me estoy quedando sin paciencia después de estos largos dos años—Levantó las manos para atajar las palabras de Harper en cuanto vio que ella abría la boca para replicar—. Oh, sí, ya sé que hoy todo tiene un aspecto magnífico. Pero es gracias a mí, salí temprano del trabajo porque quería agradecerte por ser mía y preparar una velada romántica con esa niña y tú. Ser una familia unida y feliz como siempre hemos sido.

La castaña torció la boca. Siempre era "esa niña" y nunca "mi hija, mi niña o mi bebé" siempre de forma tan fría "la niña".

—Claro, una familia feliz—susurró casi sarcástica.

Antes de que Mark pudiese decir nada más, su abejita ya había regresado y estaba pulcramente vestida con su ropa de casa, con el cabello recogido hacia atrás como se lo había dicho su padrastro que debía hacerlo sin falta para sentarse en la mesa, y sin el peluche que solía tener con ella todo el tiempo.

—Muy bien, es hora de sentarnos a cenar—declaró, mientras las guiaba a ambas a la mesa y sonreía satisfecho de que la niña ya se había aprendido de buena manera los modales al comer en la mesa.

Si se sentaba a comer con adultos, se tenía que comportar como una.






Dios mío, mark me pone los pelos de punta, se los juro.

¿Cómo van?

Su escritora favorita ✨ RZ 🥰🫂🫂✨

Esposa por alquiler//BUENOVELA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora