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LA MAÑANA ESTABA EXTRAÑAMENTE TRANQUILA. A pesar de ser madrugada y todos estuvieran durmiendo, generalmente el lugar siempre se sentía bullicioso, lleno de gritos y armas. Por primera vez desde que llegó al ejército, Bucky sentía un poco de paz. Por primera vez no se atormentaba con el pensamiento de su mejor amigo, o con las órdenes de su capitán, o con la idea de dejar a la mujer que conoció para ir a una misión. Por primera vez, y tal vez última, Bucky descansaba pacíficamente.
Acostado en el suelo, sobre una manta, boca arriba, observaba a la mujer a su lado. Veía los detalles de su rostro, mientras lo acariciaba dulcemente.
—¿Va a durar? —de repente su voz se escuchó de imprevisto, como si se le hubiera escapado un pensamiento.
—¿Qué cosa? —preguntó Louise, girando el cuerpo para poder observarlo.
—Esto —apuntó Bucky, imitando su posición.
—¿Que dirías que es esto?
—Las chances de encontrar a alguien que ames y que también ame son minúsculas. Casi nulas, diría.
Louise sonrió, de oreja a oreja.
—¿Qué? —pregunto Bucky.
—¿Me amas?
Bucky se quedó pálido. No había pensado bien en lo que acaba de decir. Y mentira no era, hacía ya un tiempo había llegado a la conclusión de que la amaba, pero nunca pensó en decirle.
—¿Tú me amas? —cambió la pregunta y Louise le sonrío, acercando la mano para alejarle el mechón de pelo que le caía sobre la cara.
—Creo que puedo enamorarme de alguien si se todo sobre esa persona —dijo—. Si conozco a alguien, al punto de saber que está pensando, de poder descifrar sus expresiones, de entenderlo como si compartiéramos cerebro, creo que no sería difícil entregarle mi corazón.
—¿Quieres amarme?
—¿Me enseñarías todo sobre ti?
—Te enseñare hasta el mundo entero.
—No hay mucho que ver del mundo ahora, ¿no crees? —dijo Louise refiriéndose a la guerra.
—Entonces viajaremos al espacio —Bucky sonrió al escuchar la risa de la mujer frente a él.
A Bucky le gustó la idea de tener tiempo. No tenían que apresurarse a quererse, había tiempo para conocerse y mostrarse el uno al otro todo sobre ellos mismos. Aún cuando el mundo parecía estar en destrucción, ellos iban lento y disfrutaban.
Louise se inclino hacia adelante, escondiendo su cabeza en el cuello de Bucky y pegando sus cuerpos juntos. Él escondió sus manos debajo de la tela de su camisa de uniforme, que ahora portaba Louise.
—Ojalá pudiera verte sin esto —señaló Bucky a la camisa.
—Ya me viste sin esto.
—Quisiera verte más.
—Moriré congelada si me lo sacó.
—Yo te abrigo —Bucky la abrazo, cubriéndole las piernas desnudas con la esquina de manta que sobraba.
Louise sonrió y lo besó.
Cuando se separaron en busca de aire, buscaron la mirada del otro.
—Espero que dure —susurró Louise.
Bucky asintió, compartiendo esperanzas.
—¿Dónde viviremos después de esto? —preguntó Bucky. Ambos vivían en distintos países, continentes incluso, y si bien Louise no sabía si querría volver a Londres, tampoco aseguraba un futuro en Brooklyn.
—No pensemos en eso.
—Está bien, no lo discutiremos pero te aseguro que haré de todo para que terminemos juntos.
Sonaba como una fantasía, un cuento de hadas. Pensar en el futuro y en una vida juntos era un sueño color rosa. Querían lograrlo pero sabían que en la guerra las esperanzas no eran más que eso, esperanzas. Y, a veces, estas no bastaban para perseguir el futuro que desean, no podían asegurarles un futuro, no estaba en sus manos.
—Tengo miedo que nos destruya.
—Nada nos va a destruir —Bucky le aseguró, pero, aunque lo deseaba, Louise no pudo creerle. Tampoco lo contradijo.
—Disfrutemos el tiempo que tenemos juntos —le pidió Louise, parecía una súplica. Una súplica a la que se aferraba con mucho miedo a que se le deslice de las manos, a que desaparezca.
—Voy a hacer que ese tiempo sea una eternidad —Bucky le sonrió, acuñando su cara con las manos.
Louise lo miró a los ojos. Rezando y poniendo toda su fe en que el momento nunca se acabara, en que las palabras de su amante se cumplieran, en que la vida no los separe y en que la guerra no los destruya.
Bucky se inclinó a besarle la mejilla.
Y, en ese momento, Louise lo supo, aterrada.
Se iba a enamorar de él.
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