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MIRAR ESA VENTANA ERA COMO VER UNA PELÍCULA. Hace meses que observaba la vida que ocurría allí. A veces habían amigos, a veces familia, a veces ese hombre. No estaba segura si era raro ver la vida de otra persona, pero se veía tan distinta y lejana. Era como ficción, una vida que nunca tendría. Era una película.
Era real, pero no su realidad. Era su vida ficticia que solo podía observar y soñar.
Ahora Louise salía a la calle y miraba a todas las personas, imaginaba a sus amigos, sus parejas, sus padres, si tenían hijos. Era lindo imaginar, le reconfortaba saber que había gente que vivía esa vida ficticia.
—Cât sunt strugurii? —Louise pregunto en rumano al verdulero, señalando las uvas violetas. Cuando el verdulero le indicó el precio de las uvas, Louise saco unos billetes y se los entregó.
Con la bolsa de uvas en la mano, giró buscando a Bucky, quien se había alejado por unos segundo. Cuando cruzo con su mirada, camino hacia él. Señaló su bolsa de uvas y el señaló su bolsa de ciruelas.
Siempre que salían a la calle basaban su día en comprar uvas y ciruelas, luego de eso no sabían que hacer así que caminaban sin rumbo hasta que, de algún modo, terminaban en la puerta de su edificio. Ninguno de los dos eran buenos en tomar decisiones, la sola idea de tener que elegir, de tener la oportunidad de elegir, resultaba realmente abrumador. Ahora tenían opciones, no había nadie que decidiera su vida, que los manejara. Era muy nuevo y diferente, y no sabían como actuar ante eso.
Caminaron por varios minutos. Louise iba a la izquierda de Bucky, quien mantenía una distancia de varios centímetros, no queriendo tocar o asustarla con su brazo de metal.
Bucky no se dio cuenta que Louise se había quedado atrás mirando la cartelera del cine. No fue hasta que un anciano lo detuvo poniendo un ramo de rosas frente a él.
—Las mujeres adoran las flores —le dijo en rumano. Bucky frunció el ceño sin entender a lo que se refería. El anciano señaló a Louise con la mirada—. Vi como la mirabas, necesitas acercarte y comprarle un lindo ramo de flores.
Bucky se quedo mirando a Louise.
—¿Acercarme? —preguntó.
—No vas a lograr nada si caminas a metros de ella, acércate y has contacto, ya sabes a lo que me refiero, ¿no? —el anciano le guiñó el ojo y empezó a buscar entre sus ramos. Pero sus palabras confundieron más a Bucky—. Si que eres lento, me refiero a caminar de la mano, pasarle un brazo por los hombros, por la cintura. No la conozco, así que no te diría que tan rápido ir, pero a toda persona le gusta que otro tome la iniciativa —esa última parte Bucky la entendía muy bien.
Bucky giró a ver al anciano finalmente, este tenía ya tres distingo ramos en las manos.
—¿Cuál crees que le gustará más? ¿Rosas? Seguro que si, a todos les gustan las rosas.
Pero Bucky negó con la cabeza y señaló el ramo de margaritas amarillas.
—Esas.
El anciano sonrió y le entregó el ramo. Bucky busco en sus bolsillos unos billetes pero el florista negó con la cabeza.
—Guarda eso y úsalo para comprarle entradas para esa película.
Bucky le agradeció y, con el ramo de flores en la mano, se acercó a Louise. Cuando giró a ver a su compañero, frunció el ceño al ver las flores.
—Para ti —dijo bajito entregándole las flores. Louise agradeció con una sonrisa y aceptó las flores. Bucky giró a ver la cartelera. Louise solo miraba el cartel de una película. La chica Danesa—. Compremos entradas.
Louise sonrió. No sonreía mucho, ninguno de los dos, sobre todo desde que llegaron a Bucarest y se establecieron, eso causó que las memorias los abrumaran más, siendo esas sus únicas preocupaciones cuando estaban en el departamento.
Bucky se acercó, parándose a su izquierda, cerca de ella y le señaló la entrada al cine. Intentando inútilmente ocultar su emoción, se adelantaron a comprar las entradas.
Bucky la miró, haciendo una nota mental. A Louise le gustan las películas.
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