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LOUISE PODÍA ESCUCHAR claramente las ordenes y gritos del capitán hacía los soldados. Mientras terminaba de curar la herida de uno de los soldados. Pronto, cuando él se marchó de la enfermería, se dejó caer en la silla mas próxima. Solo deseaba que él día terminara y pudiera dormir plácidamente sin ser interrumpida ni un segundo. Pero todavía faltaban varias horas para que la noche llegara.
Acomodó la bandeja de utensilios mientras desechaba las agujas usadas y algunas vendas y algodones sucios. La enfermería estaba sumida en un silencio, interrumpido por gritos de afuera. Pero ya estaba acostumbrada a ese ambiente, a los disparos, los gritos y obscenidades que solían soltar algunos soldados.
Louise se levantó algo sobresaltada cuando escucho a alguien cerrar la puerta con algo de fuerza. Se dio la vuelta luego de chocar con la bandeja, logró agarrarla a tiempo antes de caía al suelo. Frente a ella estaba un soldado, quien se sujetaba un brazo herido.
—Lo lamento —se disculpo el soldado—. No era mi intención asustarla, señorita.
Louise negó con la cabeza apenada, mientras dejaba la bandeja en una pequeña mesa.
—No, esta bien, discúlpeme usted —se formó un silencio algo incomodo entre los dos—. Eh... debería recostarse —se acercó al soldado y lo ayudo a sentarse en una camilla—. ¿Puede...?
—Oh, claro —el soldado soltó su brazo herido y se remango un poco la manga de su remera para que Louise pudiera revisar la herida. Tenía un corte en el brazo derecho, no era muy grande pero si algo profundo.
—No es muy grave —advirtió Louise, agarrando vendas y una aguja e hilo—. Solo la voy a cerrar y poner puntos de sutura.
El soldado asintió con la cabeza y Louise le aplicó anestesia local para comenzar a suturar.
Una vez más, la enfermería se inundo de un silencio algo incomodo. Louise se concentraba en curar la herida de manera prolija. En el ejercito la delicadeza y perfeccionismo en tratar de no dejar cicatrices no existía, no importaba, todo se debía hacer de manera rápida y con el único propósito de salvarle la vida a los soldados. Esa fue una de las primeras cosas que les enseñaban a las enfermeras al llegar al ejercito. Louise todavía era algo nueva en todo eso de curar heridas en personas reales, ya que había crecido viendo a su madre coser ropa y muñecas se rompían, luego cuando Louise tenía once comenzó a imitarla. Su madre deseaba que ella aprendiera a manejar bien el hilo y aguja pero no para coser la ropa, sino para volverse enfermera. Para que ayudará a las personas.
Ella solía decirle: "Si por ser mujeres no nos permiten ir a la guerra. Al menos podremos salvar vidas. Tu salvaras vidas..."
Louise creía que lo hacía bien. A veces era algo difícil escuchar los quejidos de dolor de los soldados, sobre todo al principio, pero llego un punto en el que se acostumbró a ese ambiente.
