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El sol recién salía, Lana estaba fumando en la pequeña mesa que se encontraba en la entrada de su casa mientras tenía un cigarrillo en una de sus manos, le dió una calada a éste mientras veía a la casa de sus vecinos, era un completo desastre, había una que otra persona durmiendo en el cesped, poco a poco fueron despertando, y Lana no se perdería de ese pequeño espectáculo, rió levemente al ver como uno de ellos apenas despertó, vomitó todo lo que yacía en su estómago.

Justo en el momento en que la rubia iba a entrar a su casa, pudo ver como el amable chico que le dió la bienvenida el día anterior, salía de la casa.

Su maquillaje estaba corrido y tenía una de sus manos en su frente, mientras caminaba torpemente hacia su auto, Lana dudó por unos segundos, pero suspiró y se decidió por ayudarlo.

- Resaca? - El azabache se sobresaltó al escuchar aquella voz detrás de él. Al girarse lentamente, se encontró con la mirada de la rubia, él hizo una mueca, intentando sonreír. - Bill... Cierto? - El más alto solo asintió con la cabeza, indicándole que estaba en lo correcto; Lana no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. - Quédate aquí, no puedes conducir así, no tardaré mucho.

A los pocos minutos, la rubia se sentó junto al azabache, extendiendole una bolsa con medicinas junto a un café recién comprado; dejó su skate a un lado y le dió una ultima calada a su cigarrillo para luego tirarlo al suelo y pisarlo, ella apoyó su barbilla sobre sus rodillas y lo miró.

- G-gracias... De hecho, esto es algo vergonzoso... Lamento causarte tantas molestias. - Finalmente habló con algo de dificultad, pero lo hizo. Lana negó con la cabeza, mientras veía como tomaba un sorbo del café que le compró.

- No es ninguna molestía. Tómalo como un agradecimiento, ya sabes, por los brownies y una disculpa por haber sido grosera contigo ayer. - Contestó suavemente mientras miraba su reloj, se levantó del escalón que se encontraba frente a la puerta de la casa de Bill, y puso su skate en el suelo - Leí que darte una ducha fría puede ayudar - Añadió antes de patinar hasta su casa, eran unos pocos metros, pero la vagancia le ganó.

Entró a su casa y se dejó caer sobre el colchón vacío que estaba en el medio de la sala.

- Muebles. - susurró para ella misma, suspiró pesadamente recordando que aún debía hacer más compras.

Lana pudo escuchar como su teléfono sonaba, aceptó la llamada, colocandolo sobre su oreja.

- Buenos días, ¿hablo con Lana Artemis? - Era una voz masculina. Lana se sentó en el colchón, y solo soltó un seco "Si". - ¿Estaría disponible para hacer un mural promocional de una banda? El precio no es problema.

- Claro, nos podríamos reunir el lunes a primera hora de la mañana. - Contestó Lana, y la conversación terminó con el hombre diciéndole la dirección del edificio donde Lana haría el mural. Era algo raro que no le dieran un precio fijo a lo que estaban dispuestos a pagar, pero eso le daba más creatividad a la rubia, no le gustaba limitar su arte.

Eran aproximádamente las 6 p.m, y Lana estaba surmejida en su nuevo cuadro con su música a todo volumen, cada pincelada era precisa, se sentía inspirada. Estaba tan concentrada, que ni siquiera se había percatado de que estaban tocando la puerta de su casa.

Un hombre con trenzas y un piercing apareció desde fuera de la ventana que estaba justo al lado de dónde Lana estaba pintanto. Al percatarse de él, ella maldijo en voz baja, era el idiota que había intentado besarla el día anterior.

- ¿Como te llamas? - Fué lo primero que dijo él, con una sonrisa coqueta, pasó su lengua por su labio inferior, jugueteando levemente con su piercing. 

Lana había abierto la puerta, donde ya se encontraba Tom, se arrepintió en cuestión de segundos.

- ¿Quién pregunta? - Habló seca mientras se recostaba en el marco de la puerta.

Él sonrió juguetonamente y miró el suelo, para luego escanearla con la mirada; jeans anchos sostenidos por un cinturón alrededor de sus caderas, dejando ver su plano abdomen junto a un crop top, que le llegaba unos cuatro dedos abajo de los pechos con un leve escote... Y, descalza, era genuinamente hermosa.

- ¿Dónde quedaron mis modales? - Él tomó su mano y le dió un beso en los nudillos. Lana contuvo la risa, ya que Tom la estaba mirando fijamente a los ojos. - Tom... Tom Kaulitz, pero puedes llamarme como quieras - Intentió acercarse más a Lana, pero ella se safó de su agarre mientras le ponía la mano en el pecho, alejándolo de ella. Su nombre le sonaba familiar, pero no lograba recordar de dónde.

- Lana. -Contestó a secas, lo miró de pies a cabeza, sonrió de lado y soltó una pequeña carcajada - Tengo que seguir trabajando, no tengo tiempo para cortejos, vecino. - Antes de que cerrara la puerta, Tom puso su pie para que no lo hiciera.

- ¿Quién dijo que quiero cortejarte? Simplemente quiero conocer a mi vecina, que mala impresión tienes sobre mi. - Sabían que mentía, ella lo sabía y él también; pero Lana era una persona bastante curiosa.

- ¿Qué quieres saber? - Preguntó mientras cruzaba los brazos, y lo miraba sin expresión alguna.

- Iba a preguntar a qué te dedicas... Pero, ya lo tengo más que claro. - Respondió el de trenzas al ver por encima del hombro de la rubia, su casa estaba llena de botes de pintura y lienzos por las paredes y en el suelo.

- ¿Algo más? - Preguntó ella algo irritada. Tom sonrió divertido, y asintió con la cabeza.

- Quisiera que me dieras el honor de llevarte a una cita. - Una mirada coqueta se hizo presente en el rostro del joven, mientras la miraba lascivamente.

- No, gracias. - Tom ni siquiera pudo protestar ante su respuesta, ya que la rubía cerró la puerta de un portazo, él suspiró algo molesto, no estaba acostumbrado al rechazo, en especial cuando se trataba de chicas.

- ¿Dónde estábas? - Preguntó el rubio mientras recogía vasos vacios del suelo.

- Por ahí... - Respondió mientras seguía pensando en esa hermosa rubia, se sentó en el sofá y suspiró hondo, Georg le lanzó una bolsa de basura en el regazo, Tom se quejó levemente.

- Seguro estaba coqueteando con la vecina. -Dijo Georg mientras ayudaba a Gustav a juntar la basura, Tom se paró y también empezó a ayudarlos de mala gana.

- Es linda. - Dijo una cuarta voz, era Bill, el cual estaba barriendo el suelo.

- ¿Ya la conociste? - Preguntó Gustav.

-Si... Hoy hasta me ayudó con la resaca, será mejor que Tom ni se le acerque, quiero hacerme su amigo. - Tom lo miró ofendido, entendiendo rápidamente la indirecta de su hermano. - Ya sabemos como eres, solo evítala.

- No hables tan rápido, no me lo está dejando fácil hasta ahora. - Los tres miraron al de trenzas con una ceja alzada, ¿Tom?, ¿Teniendo problemas con una chica?

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Tengo una banda de ideas pero solo dos manos aaaa

Sorry, Who are you? - TOM KAULITZ (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora