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Domingo 9:36 a.m

Hoy Lana finalmente empezaría a hacer el mural, pero como iba a necesitar algo de ayuda, le pidió una mano a Georg.

Ella llevaba el cabello recogido, con un ovelor cubierto de manchas y una camisa ancha, también manchada de pintura, tomó dos botes de pintura, cargándolos en el maletero del auto de Georg.

– Gracias de nuevo, lamento haberte molestado un domingo en la mañana — dijo Lana apenada, el de cabello largo negó con la cabeza, mirándola con una sonrisa mientras también ponía más de sus materiales en el maletero.

– Deja de disculparte, siempre estoy agradecido de ayudar a una amiga — la rubia sonrió levemente, por qué es tan preciosa?.

– Eres demasido bueno conmigo — exclamó mientras acomodaba su bolso en su hombro.

– Tengo mis razones — respondió mientras le guiñaba un ojo, ésta soltó una carcajada, ambos subieron al auto.

– Se pueden saber esas razones?.

– Son secretas — Lana bufó fingiendo estar molesta, Georg sonrió mientras empezaba a conducir.

(...)

Domingo 11:56a.m

– Y Georg? — preguntó Bill.

– Oh, salió temprano hoy, no me dijo a dónde iba — contestó el rubio mientras cambiaba de canal en la televisión.

– Que hora es? — el de trenzas apareció en la sala mientras bostezaba, recostándose en el sofá.

– Ya es el medio día, recuerden que a la tarde hay ensayo — recordó uno de los gemelos, Gustav y Tom asintieron.

– Llegué — la puerta se abrió, dejándo ver a un Georg con la ropa un poco manchada de pintura.

– Mierda, que te pasó? — preguntó Tom riendo.

– Solo ayudé a la vecina — el de trenzas alzó una ceja, mirándo a su amigo.

– Cierto, ya empezó el mural? — dijo Bill emocionado, Georg asintió mientras se quitaba la chaqueta.

– Es realmente asombrosa, aunque me echó porque no quería que me ensuciara — los tres lo miraron de pies a cabeza.

– Al parecer no le hiciste caso — dijo Gustav entre carcajadas.

– Recordé que tengo que salir — exclamó Tom repentinamente, corrió a la puerta y se fué, dejándo a todos confundidos.

– Ya voy! — se escuchó como dijeron desde el otro lado de la puerta, al abrirla, suspiró – Por qué esas pintas? — preguntó riendo, llevaba un pantalón de pijama, estaba descalzo y sin camiseta.

– Por qué no me pediste ayuda a mi? — Lana lo miró confundida – El mural — la rubia entendió al instante, volvió a reír, ganándose una mala mirada por parte de Tom.

– Por qué? Estás enojado por eso? — el de trenzas pasó su lengua por su labio inferior, jugando levemente con su piercing, se agachó un poco, quedándo frente a frente con el rostro de Lana.

– La próxima, me llamas a mi — reclamó, con sus ojos fijos en los de ella.

– Que infantil eres, haces esto con todas tus conquistas? — Tom soltó una carcajada y la agarró de la cintura, acercándose a su oído.

– Solo contigo — susurró, acarició la parte baja de su espalda, provocando un escalofrió en la rubia – Aún estás invitada a verme tocar — dijo mientras se alejaba de ella con una sonrisa.

– Prefiriría verte con algo de ropa en el ensayo — el gemelo se miró, notando su falta de ropa, y de zapatos.

– No será raro para ti verme así, vete acostumbrando — respondió sonriendo, mientras la abrazaba por la cintura, Lana suspiró, recargando su cabeza en su pecho – Hasta cubierta de pintura te ves hermosa.

– Cállate — murmuró sonriendo.

– Cállame — la retó Tom, la rubia se separó de el y entrecerró los ojos mirándolo.

– Nos vemos luego — dijo Lana mientras ponía los ojos en blanco, éste la tomó de la mano, impidiendo que cerrara la puerta.

– Promételo.

– Prometer que?

– Que solo me pedirás ayuda a mi, ayuda, favores, todo lo que necesites — Lana lo miró confundida, bajó la mirada y rió.

– Por qué dices esas cosas de repente? Te enfermaste o algo? — Tom negó con la cabeza, sus palabras iban en serio, la rubia bufó y lo miró – Está bien, está bien, mierda, hoy estás especialmente cursi — antes de que Lana cerrara la puerta nuevamente, éste le dió un pico en los labios, para luego irse de vuelta a su casa.

– Te vengo a buscar luego, rubia — ésta maldijo entre murmuros, mientras finalmente cerraba la puerta, había ido a su casa semidesnudo solo para decir esas estúpideces?... Fué un acto lindo...

Sacudió la cabeza, tratándo de borrar la imágen de aquella sonrisa boba que el simpre tenía en su rostro, era tan molesto.

Suspiró mientras caminaba hacia el baño, se miró al espejo, era un desastre, se dió un baño, un largo y placentero baño, optó por ponerse un vestido negro de tirantes, ajustado de la cintura para arriba y suelto de la parte inferior, le llegaba un poco más arriba de la mitad de los muslos, tenía un ligero escote el cuál tenía unos detalles de encaje. Se maquilló como siempre lo hacía, delineador, rimel y gloss, se colocó una que otra pulsera y unos tenis para poder estar más comoda.

Sin que se dé cuenta, ya habían pasado varia horas, escuchó la puerta, sabía de quién se podía tratar, así que fué a atender.

– Lana... — una mujer de unos treinta y tantos estaba allí, por qué allí? Por qué ahora?. La rubia cerró la puerta de un portazo – No puedes escapar de mi para siempre — Lana suspiró pesadamente mientras se tocaba la nuca.

Volvieron a tocar la puerta, ésta la abrió enojada, su semblante rápidamente cambió, sonrió levemente al ver a aquel hombre parado allí. Sin pensarlo mucho, lo abrazó, escondiendo su rostro en su pecho, éste le devolvió el abrazo, poniendo una mano en cu espalda y la otra en su cabeza, acariciando su cabello, ella nunca era la primera en hacer contacto físico, mucho menos si era de una manera cariñosa, así que su repentino abrazo, extrañó a Tom.

– Quién era la mujer que — antes de que Tom pudiera terminar de preguntar, la rubia lo calló con un beso, un corto pero lindo beso.

– No preguntes nada, solo vamos — exclamó mientras se separaba de él, caminando hacia el auto donde ya estaban los demás. El gemelo no quiso preguntar más, si ella no quería hablar, quién era el para obligarla a hacerlo?... Aun que, seguramente luego le volvería a preguntar sobre aquella mujer, pero por ahora quería disfrutar de estar con ella.

– Lana, te extrañamos tanto~ — dijo Bill al verla, ésta rió levemente mientras se sentaba en el asiento del copiloto.

– Por qué siempre me toca aquí? — se quejó el de trenzas mientras se sentaba junto a su gemelo, en los asientos de atrás del auto.

– Porque eres un mal copiloto y conductor también — contestó Georg en un tono burlezco.

– Tienes suerte que Bill esté entre nosotros — amenazó Tom.

– Gustav, no podemos dejarlos tirados por el camino? — le preguntó Lana al rubio, éste sonrió mientras empezaba a conducir.

– Luego podríamos ir a por helado también — agregó Bill.

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se viene quilombo jujuju

Sorry, Who are you? - TOM KAULITZ (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora