Si un defecto tenía Hwang HyunJin era el no poder negarse ante una apuesta, si alguien lo retaba, él aceptaría. ¿Pero qué estaba pensando al aceptar una apuesta contra el capitán del equipo de basketball? Ahora solo tiene dos opciones: ser un cobard...
En el momento en que Jeongin abrió la puerta del patio Hyunjin descubrió sus más oscuros instintos psicópatas; porque si la ira en los ojos de Yang no se reflejara con total claridad estaba seguro de que le aplastaría la cabeza con esa misma puerta y luego besaría a SeungMin sin importar que el cadaver de su mejor amigo rompiera la romántica atmósfera.
Pero como dijo, el enojo saliendo por cada poro del chico lo detuvo.
Siguió a Yang hasta la planta alta y se detuvo en el oscuro pasillo sin atreverse a preguntar ni decir nada. Jeongin parecía tener una riña interna y apretaba los puños con fuerza para contener su enojo, pero no parecía funcionar mucho pues el chico se veía igual o más molesto que en un principio.
— Amm... sobre lo que viste allá afuera, nosotros-
— No me importa. —lo corto— Lo único que me importa en este momento es el saber porque estás engañando a SeungMin.
— ¿Qué?
— Le dijiste a Seung que participarías en un torneo de basketball y la verdad es que le estás haciendo perder el tiempo con una estúpida apuesta.
Hyunjin sintió un balde de agua fría caer sobre él y regresarlo a la realidad. Yang se había enterado de la verdad.
— Jeongin...
— SeungMin no está para perder el tiempo con alguien como tú y tus jueguitos, Hyunjin. El cree que no está a tu nivel pero lo cierto es que tú no estás al suyo y solo le haces rebajarse.
Hwang bajo la mirada, de pronto todas las sensaciones mágicas que antes lo envolvían por estar en un momento tan romántico con el chico que le gustaba desaparecieron.
Jeongin tenía razón y lo sabía.
Le había mentido a Kim, lo había obligado a ayudarle a base de engaños y le había hecho perder su tiempo.
Y aunque jamás lo admitiera en voz alta, la forma en que Jeongin lo miraba justo ahora también le dolía.
— No sabía como decírselo. —admitió en voz baja sabiendo que no tenía forma de excusarse. La ira del bicolor no disminuyó ni un poco.
— Más vale que encuentres la forma porque si no se lo dices tú lo haré yo, y encontraré la manera de hacerlo sonar tan mal que terminará odiándote. —amenazo, dando la conversación por terminada y regresado a la fiesta que seguía en la planta baja.
Hyunjin quiso llorar.
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— Alto ahí jovencito. —detuvo Christopher al menor. SeungMin obedeció y miro a sus padres— ¿Cómo es que somos los últimos en enterarnos que nuestro hijo se convertiría en capitán?
— Ya lo sabían.
— Nunca nos dijiste que había sucedido un error y que te darían el puesto oficialmente hoy.
