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FINNICK ODAIR

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FINNICK ODAIR

















La llegada al Capitolio era de las peores cosas que sucedieran en Sage, era llevarla directamente al matadero, a las manos de su verdugo.

Haymitch fue el primero en bajar para ayudar a Sage y Genya.

La chica Sinclair sintió un ligero escalofrío al estar enfrente del Capitolio, de aquel edificio donde los tributos dormían. No pudo evitar que los recuerdos inundaran su mente.

Sus pesadillas.

— Llevare a los tributos con los estilistas antes de conseguir un trago — aviso Haymitch mirando a Sage.

— Iré a buscar a alguien — aviso Sage.

— Será alguien que se viste con una cola de sirena y es del distrito cuatro — bromeó Haymitch.

Sage rodó los ojos cansada de esa broma. 

— Es broma, cariño, es broma — Haymitch levando tus manos. — Salúdame al chico pez.

— Oh, Haymitch Abernathy tiene corazón— Sage se llevó la mano al pecho burlándose de Haymitch.

— Vete al diablo, Sage.

— Ese es mi Haymitch— sonrió la chica Sinclair. — Nos vemos más tarde.

Sage se fue sin despedirse de los tributos. Luego de sus dos primeros juegos como mentora entendió que sino demostraba cariño a los chicos, no le dolería tanto sus muertes.

Llevaba una lista, de todos y cada uno de los tributos que han muerto desde que ella está. Comenzó en sus juegos y ahora con sus mentorias, sabía que esa lista la seguiría hasta el día de su muerte.

— ¡Sage! ¡Sage!

La mencionada se volteó encontrando a Genya que la seguía a toda prisa.

— Olvide mencionarte algo...

— Dime.

— Me asignaron a uno de tus tributos.

Sage no entendía por qué Genya se preocupaba tanto por decirle eso. Le agradecía por todas las veces que ha estado con ella, las pesadillas y las heridas.

— Me dieron a Peeta — Genya suspiró como si estuviera conteniendo el aire, como si le hubiera costado decirlo.

Sage frunció el ceño por la actitud de su amiga, pero no le dio importancia.

— Se que lo harás ver bien y no con un montón de polvo y rocas como creen los demás — se acercó tomando a la pelirroja de los hombros. — Muchas gracias por decírmelo.

— Saluda a Finnick de parte mía — le sonrió. — Haré que tú chico del doce se vea espectacular.

— Todo lo qué haces es espectacular, Genya.

Sage se alejó caminando por el lugar que conocía por desgracia, su paso elegante al andar no podía evitar llamar la atención de los habitantes. Sabían quien era ella, y lo que hacía a escondidas.


















🏹


























— ¡Grillito!

— ¡Sirenito!

Las voces de Finnick Odair y Sage Sinclair inundaron el lugar al encontrarse.

Quien dijera que las amistades entre un hombre y una mujer no eran posible, estaba en lo incorrecto. Al ver a Finnick y Sage se descubría que era verdad.

Ellos eran los trofeos para el Capitolio, para Snow.  No era novedad que en el bajo mundo del Capitolio los subastara a un precio alto, uno elevado. O incluso solía incluirlos a los dos, claro a un costo elevado.

Los dos se fundieron en un abrazo que Sage necesitaba desde la llamada que le hizo. Estar junto a Finnick le hacía olvidar por completo lo caótica que era su vida.

— Todos nos están mirando, grillito — susurró Finnick al ver como miembros del Capitolio los observaban y barrían.

Unos matarían por ser Finnick, otros por ser Sage. Otros pocos por estar así con ambos. Algo enfermizo si le dejaban admitir a Sage.

— Siempre nos miran — respondió Sage separándose. — Creen que estamos en medio de una relación secreta o algo.

— ¿Y no es así? — Finnick movió sus cejas de manera pícara. Sage golpeó su hombro. — Es broma chica cirquera.

— No me llames así, sirenito.

— Touche.

Finnick pasó un brazo por el costado de su amiga guiándola a uno de los sofás vacíos donde podrían sentarse.

—  Escuché que Snow ha planeado una fiesta esta noche — murmuró Odair pasándole su copa a Sage, ella bebió un sorbo. — Nos quiere a ambos en esa fiesta y no precisamente para usarnos como meseros.

— ¿Cuándo?

— Está noche — respondió Odair entre dientes. — Después de la celebración de los Tributos.

Sinclair no pudo evitar estremecerse un poco al escuchar aquello de la voz de Finnick.

Estaba consciente que su llegada al Capitolio tendría una lista larga de hombres y mujeres que deseaban estar con ella, pero jamás se imaginó que esa lista empezó mucho antes de que ella pudiera subir al tren en el doce.

Pero que esperaba, ¿rosas y globos? No, era el Capitolio y era Snow.

Nada bueno se espera de un monstruo.

— Ya extrañaba el Capitolio.

— Adoro tu sarcasmo — murmuro Finnick.

— Me adoras a mi.

Sage inclinó su cabeza en el hombro de Finnick sacándole una sonrisa al rubio.

Dentro de lo malo había algo bueno, ellos. Se tenían el uno al otro y eso Sage no lo cambiaria por nada. Entre toda la mierda que era Snow, los Juegos y el Capitolio, estar así con Finnick era lo mejor de todo en su lista de cosas que odiaba.

DARK HORSE; Peeta MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora