Capítulo siete

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Larry

Decidí quedarme en la sala cuando se hizo lo suficientemente tarde. Sally se veía bastante enojado hoy como para molestarlo con mi presencia de nuevo. Me acosté en el sillón y me acomodé para ver la tele, aunque no transmitiera nada que me interesase. Encendí un cigarrillo y le di una calada. Todo se había ido a la mierda por culpa de Todd. Bueno, en realidad era mi culpa, no debería haberle dicho a nadie, o haberle dicho a Sal antes. Expulsé el humo en un suspiro. Era un idiota, no había otra manera de definirme. Apagué el televisor unos minutos después, no estaba prestando atención, no hacía nada más que fumar y dedicarme a pensar en lo estúpido que era. ¿Seguía enojado conmigo? Esperaba que esto no arruinara nuestra amistad, no quería perderlo. Le di otra calada a mi cigarrillo. De pronto, una sombra cruzó la sala, me giré encontrándome con Sally, traía una manta y una almohada.

—¿Podemos hablar? —dijo.

—Si es de lo que tú quieres que te diga, no es el momento.

Desvió la mirada, creí que volvería a la habitación, pero, en lugar de eso, me dio la almohada antes de cubrirme con la manta y acostarse a mi lado.

—¿Me das?

Apuntó al cigarrillo, asentí y se lo di. Se lo llevó a la boca, inhaló y me lo devolvió soltando el humo con lentitud. Me encantaba como olía cuando él lo exhalaba. Me quedé observándolo hasta que me devolvió la mirada, no supe identificar su expresión. Se veía serio, pero tenía un dejo de tristeza.

—¿Puedo quedarme aquí? No quiero estar solo en la habitación.

—Sí. Sabes que puedes quedarte conmigo siempre.

Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, se acurrucó contra mí y me abrazó. Me apresuré para apagar el cigarrillo y rodearlo con mis brazos. Pensé en como habíamos empezado está costumbre, había sido durante la escuela, Sally y yo dormíamos en la casa del otro siempre, sobre todo cuando nuestros padres empezaron a salir. Los despertaban las pesadillas, a veces lo escuchaba llorar. Una de esas noches, decidí acostarme con él y abrazarlo hasta que se durmiera. Desde entonces, lo hacíamos cuando se sentía mal. Supuse que este sería el caso, Ash lo había rechazado y se había ido, quién sabía cuándo la veríamos de nuevo. Acaricié su cabello enredando los dedos en él.

—Me alegra que vinieras.

—¿Por qué no fuiste tú? —preguntó con la cara contra mi pecho.

—Creí que estabas enojado conmigo.

—Tal vez lo esté aún. —Levantó la mirada hacia mí—. Pero creo que me duele más lo de Ash.

Soltó un suspiro y volvió a acomodarse contra mí. Nos quedamos en silencio unos segundos.

—Lamento mucho que te rechazara, Sal. Pero estoy seguro que hay alguien a quien le gustas mucho y que no te rechazaría.

Me arrepentí automáticamente de decir eso. ¿Qué iba a pensar Sally? Estaba seguro que pensaría exactamente lo que acababa de insinuarle: que me moría por él. Me quedé quieto, casi sin respirar, esperando a que dijera algo, pero no lo hizo, el silencio reinaba en la sala. Me separé lo suficiente para mirarlo, se había quedado dormido mientras le hablaba. Suspiré aliviado. Todavía no era el momento indicado para decirle la verdad, no después de lo de Ash. Tal vez era demasiado paranoico a este punto, pero no quería que pensara que era una treta para que no estuvieran juntos. Sabía que ella sería capaz de apartarse solo por mí. Él también lo sabía.

Me quedé despierto acariciando su cabello y mirándolo dormir. Apenas se separó un poco para acostarse boca arriba. Tenía una expresión tranquila, parecía que así, mientras lo abrazara, las pesadillas desaparecían. Mi mente se distrajo cuando vi sus labios marcados por las cicatrices. Me pregunté cómo sería si no tuviera las cicatrices, no me molestaban en absoluto, seguía pensando que era lindo, pero me hubiera gustado saber cómo se vería sin las marcas. Estaba seguro que sería aún más perfecto. Delineé su rostro con mi índice. De pronto, mi cuerpo se movió por sí solo uniendo nuestros labios en un pequeño y rápido beso. Cuando me separé, lo miré esperando que no se despertara. ¿Cómo me había atrevido a hacer esto? Si se hubiera despertado, me hubiera golpeado. Apreté los labios nervioso. Una pequeña parte de mí estaba contento de haberle robado un beso, por mínimo que fuera. Solté un suspiro, me levanté con el mayor cuidado que pude, agarré mis cigarrillos y salí por la puerta trasera. Todavía faltaba una o dos horas para que amaneciera, iba a aprovechar para ver las estrellas antes que el sol empezara a asomar. Encendí un cigarrillo, me lo llevé a la boca y le di una calada mientras me sentaba en el piso. Solté el humo con suavidad antes de sonreír como un idiota. Había logrado algo que pensaba que nunca pasaría: besarlo. Había sido solamente un impulso, pero era suficiente para mí.

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Muy buenas~ acá traigo el nuevo capítulo. Suelen ser bastantes cortitos, pero esta vez puede que lo sea un poquito más, estuve ocupada, hay algunos problemas en mi casa y me costó escribir, pero quise traerles el capítulo aún así. Si les está gustando, por favor voten, comenten y compartan, todo apoyo se les agradece muchísimo.  

Detrás de la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora