En este capítulo os cuento la primera semana del mensaje, que empezó cuando el arcángel Gabriel descendió por primera vez para hablar con el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él).
Seis meses antes, sin embargo, hubo cambios importantes en su vida, que probablemente fueron necesarios para prepararlo para la misión que le esperaba. Es ley de vida, siempre existen señales para advertirnos y nos toca a nosotros percibirlas y aprovecharlas. Así que, por la gracia de Dios, el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) atravesó cambios en este periodo para ser capaz de aguantar el peso de la responsabilidad y, especialmente, para aceptar que existe una dimensión desconocida y mística en el mundo que nos rodea. El Corán nos dice: "Si Alá hubiera hecho descender el Corán a la cima de una montaña, la veríamos humillarse y henderse al inclinarse por miedo a Alá. Se proponen a los hombres estos símiles. Quizás, así, reflexionen(21)". (Corán: El Destierro/ Al-Ashr). ¡Estaba claro que la misión sería dura!
Entre dichos cambios abordamos tres novedades. La primera fue que durante estos meses, cuando se acostaba, caía en un estado de profundo sopor en el que tenía sueños muy nítidos. Su esposa Aisha nos cuenta que siempre, al cabo de unos días, podía comprobar cómo estos sueños se hacían realidad. Después, los árboles y las piedras empezaron a saludarlo. Además de escuchar los saludos de los árboles y las piedras, empezó a ver una luz fuerte y oía voces que le hablaban. Se asustó mucho y temía que la demencia se apoderara de su pensamiento, por tanto, solamente le confió este miedo a su esposa Khadija que inmediatamente lo tranquilizó : "Dios no te haría jamás esto". Acto seguido, Khadija se fue a ver a su primo Waraca, hijo de Naufal (mencionado en el capítulo anterior) que por su parte aseguró: "Si no está mintiendo, lo más probable es que sea Namus, el arcángel que habló con Moises (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él). Si su mensaje comienza mientras estoy vivo, lo creeré, lo seguiré y lo apoyaré". Por último, Alá aumentó su necesidad de ir a meditar a la cueva de Hirà, una cueva sobre la Montaña el Nur que quiere decir "la luz", donde le gustaba subir a meditar. Eso no significa que abandonara su trabajo sino que dedicaba gran parte de su tiempo libre a ir allí. Este hábito podría resultar muy curioso teniendo en cuenta que él estaba disfrutando de un periodo de éxito profesional. Esta búsqueda espiritual y su inquietud por encontrar sentido más allá de lo material debería ser para nosotros una fuente de inspiración y un acicate en nuestra vida para trabajar nuestra dimensión espiritual y, así, desempeñar algún tipo de actividad altruista que nos acerque a los otros y, asimismo, a Dios.
Para llegar a Hirà se debe caminar una hora desde Meca y después se necesita otra para subir hasta la cima. Una vez allí hay que maniobrar para entrar en la cueva y el interior ofrece una vista circular, como un hueco de dos brazos que envuelven a la persona que está dentro. Desde allí pueden verse tres monumentos: la Kaaba, el cielo y Meca. Es magnífico pensar que el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) pasó largos ratos allí y con total seguridad se planteó múltiples cuestiones existenciales.
Y así pasaron los meses hasta que a finales del mes de Ramadán, en una de esas noches sin luna, de repente apareció el arcángel Gabriel en su forma real y, en mitad de la oscuridad de la cueva, llenó de luz todo el espacio con su presencia. El profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) nos cuenta este acontecimiento con sus propias palabras:
"Me abrazó y me dijo: '¡Lee!', pero era imposible, pues yo era analfabeto. '¿Cómo podría ser capaz de leer?', respondí asustado. Entonces me abrazó hasta que empecé a sudar. Pensé que era el arcángel de la muerte que había venido para llevarse mi alma. Luego redujo la intensidad de su abrazo y repitió con determinación: '¡Lee!','¿Pero cómo podría leer?', repetí confundido. Por tercera vez hizo lo mismo y cuando respondí de la misma manera, el arcángel comenzó a recitar las primeras palabras del Corán: '¡Lee en nombre de tu Dios, lee con el poder que Dios te ha dado, que ha creado todo,(1) ha creado al hombre de sangre coagulada!(2) ¡Lee! Tu Dios es el Munífico,(3) que ha enseñado el uso del cálamo, (4) ha enseñado al hombre lo que no sabía.(5)' (Corán: El Cigoto/ Al-Aláque)"
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¿Quién es Mahoma?
SpiritualEste libro está inspirado por la serie de Amr Khalid sobre el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él), basado en ella y elaborado más por nosotras. Escrito por: Somayh Naseef Editado por: Elena Rodriguez