13. La inmigración a Eritrea (Primera parte)

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Las negociaciones no funcionaron y la cifra de los mulmanes no dejaba de aumentar. Todo el mundo en la península arábiga comentaba esta situación. Mahoma (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) y su mensaje estaban en boca de todos. Los coraichitas estaban frustrados y no sabían qué hacer para proteger sus intereses. La única solución que encontraron fue seguir tirando más de la cuerda. Las tensiones entre los ciudadanos alcanzaron cotas nunca vistas, el ambiente estaba cargado de rencor y odio. El Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) quería afrontar este problema lo más pacíficamente posible y necesitaba encontrar una solución cuanto antes. Un día, en una de las reuniones habituales en la casa de Al-Arqam les planteó la idea que llevaba varios días barruntando.

- ¿Qué os parece ir a Eritrea? -preguntó retóricamente.- Allí tienen un rey justo que jamás comete injusticia alguna. Es una tierra honesta, -añadó- quizás allí Alá os ayudará a escapar de la tortura a la que os enfrentáis cada día.


Le aterrorizaba la posibilidad de que en cualquier momento hubiera un nuevo estallido de violencia. Sin embargo, no quería obligarlos y por eso se los comentó como una simple sugerencia. A pesar del tono ligero que usó para hablar del tema, lo que les estaba proponiendo era muy duro. A los árabes no les gustaba dejar su hogar y tampoco viajar a causa del temor ancestral al mar. Además se trataba de un viaje largo a una tierra desconocida donde no hablaban el idioma ni compartían las creencias, puesto que los etíopes eran cristianos ortodoxos. El Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) no les presionó y les dejó tiempo para sopesarlo. Esta parte de la historia nos enseña nuevamente dos cosas: en primer lugar, tratar de no ser impulsivo y reflexionar los pros y contras antes de actuar; y en segundo lugar, no presionar a la gente ni empujarla a tomar una decisión aunque tú creas que es la más acertada.

El hecho de que Mahoma (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) se planteara una opción tan poco convencional demuestra su apertura de miras y una mentalidad abierta y transigente. Siempre le interesaba conocer a nuevas personas, vivir nuevas experiencias y explorar nuevas culturas. No se limitaba a permanecer en su zona de confort, incluso antes de que se llamara así. Años después, los mulmanes que siguieron su ejemplo fueron aquellos vanguardistas que leemos en los libros, generaciones enteras de científicos e intelectuales que cambiaron la Historia a través de sus descubrimientos en campos tan diversos como la astrología y la medicina entre otros. Estos genios captaron la verdadera y auténtica esencia del islam; no se limitaron a leer el Corán y a rezar, sino que inventaron, prosperaron y participaron en la mejora del individuo y de la sociedad. Por otra parte, cuando leyeron el libro sagrado, conectaron el conocimiento de Alá encerrado en los versos con aspectos reales de la vida que los rodeaba. Sin ir más lejos la descripción de la galaxia que encontramos en el Corán es igual a lo que los astrólogos descubrieron años después gracias a los telescopios y los satélites. Otros ejemplos son la anatomía o la concepción de la vida que aparecen explicados con detalle.

No fue ninguna casualidad que durante este periodo de cavilación descendiera desde el cielo el capítulo de La Caverna (Al-Kahf), palabras que los musulmanes debían repetir una vez a la semana. En este capítulo encontramos muchas historias que Alá transmitió al Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) a través del arcángel Gabriel. Tres de ellas hablan de tres diferentes viajeros.

Comencemos con la primera historia recogida en el Corán. Había un grupo de jóvenes que vivía en un reino en el que cada ciudadano debía adorar a diferentes ídolos. Ellos consideraban este acto impuro y estaban convencidos de la existencia de un único Dios. Su conversión al monoteísmo fue secreta por miedo a las represalias que podrían sufrir a manos de su rey y de sus conciudadanos. En esta situación de miedo e incertidumbre uno de ellos sugirió al resto la idea de retirarse a vivir lejos de allí. Se marcharon inmediatamente y con mucho pesar por la separación de sus seres queridos, llegaron a una caverna en la que podían guarecerse durante un tiempo hasta que las tensiones se calmasen. En esta travesía los acompañaba un perro que los mantenía a salvo de posibles amenazas. Se instalaron en el interior de la cueva y, sin preámbulos, cayeron todos en un profundo sueño. Cuando finalmente se despertaron se sintieron ligeramente aturdidos y se preguntaron cuánto tiempo habría pasado desde su llegada. Tenían la sensación de haber descansado lo suficiente y se sentían con fuerzas renovadas, por lo que acordaron que debía haber sido un día completo o puede que un poco menos. Hasta ese momento no habían sido conscientes del hambre que tenían y uno de ellos salió a buscar algo de comida. Mientras el muchacho estaba de camino al mercado no era capaz de reconocer su entorno, se habían producido cambios drásticos a su alrededor desde lo que él creía la noche anterior. Continuó caminando sin darle muchas vueltas al asunto. Al llegar por fin al mercado se detuvo delante de uno de los puestos y eligió algunas frutas que tenían buen aspecto. Cuando fue a pagar vio la sorpresa en la cara del comerciante que le atendía. Al ver la moneda, el tendero puso los ojos como platos y la sostuvo entre sus manos con delicadeza durante un rato. El chico no podía comprender su extraña reacción y le preguntó si había algún problema con su dinero. Lo que le reveló el vendedor le resultó confuso: aquella moneda tenía por lo menos 300 años de antigüedad. ¡Eso no podía ser verdad! En ese mismo momento, el chico empezó a atar cabos y comprendió que todos los cambios que había detectado en el camino, así como la antigüedad de la moneda solo podían tener una explicación. Le preguntó al vendedor en qué año se encontraban y perdió el equilibrio cuando escuchó la respuesta. Habían descansado 300 años en la caverna. En este tiempo el rey había muerto y todo el pueblo había cambiado de fe. El joven estaba perplejo y regresó corriendo a contarles a sus amigos lo que le había pasado. Dieron gracias a Dios por haber sido los protagonistas de este milagro. Protegidos por Alá decidieron quedarse en el interior de la caverna hasta el fin de sus días. Nadie volvió a saber más de ellos hasta que Dios reveló su historia a Mahoma (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) para que nosotros supiéramos de esta maravilla.

¿Quién es Mahoma?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora