Sinteticemos el capítulo precedente. Podemos distinguir dos fases en la inmigración a Eritrea. En la primera, emigraron 15 individuos pero regresaron enseguida a su tierra porque cayeron en la trampa de los coraichitas y creyeron ingenuamente los rumores que extendieron sobre su inverosimil conversión al Islam. En cuanto a la segunda, 102 personas abandonaron su hogar. Cabe añadir que el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) no obligó a nadie a marcharse y se limitó únicamente a proponerles esta idea. Este punto es crucial ya que su relación con los musulmanes era una amistad edificada sobre el respeto, la comprensión y el amor recíproco. De aquí viene el apodo "los compañeros" y no "los seguidores". Esta denominación ha perdurado hasta la actualidad y demuestra que en el grupo de los primeros musulmanes no había espacio para la jerarquía ni el fanatismo sino una verdadera y profunda convicción.
Regresemos a la historia. Cuando por fin los coraichitas creyeron haber acabado con el problema musulmán, cometieron un error de cálculo y no previeron que, tras forzar por segunda vez a sus compatriotas a abandonar su tierra, empezaron a circular rumores entre otras tribus y habitantes de la península arábiga sobre el terrible maltrato al que estaban sometido a su gente. Esto fue algo tan vergonzoso que los coraichitas tuvieron que buscar la manera de frenar estas habladurías. La única forma de hacerlo era tratar de que la gente que había huido volviera a casa. Ahora se enfrentarían a la dura tarea de averiguar cómo podrían conseguirlo.
Al cabo de un tiempo, ya habían tejido el plan perfecto. Lo primero consistía en juntar una suma astronómica de dinero y se animaron unos a otros a aportar en la medida en la que cada uno pudiera. En cuanto reunieron una fortuna la utilizaron para comprar un montón de regalos: oro, tela, perfumes, especias...pero lo más importante fue la piel de los tigres. Aparentemente los eritreos tenían un punto débil y los coraichitas lo sabían de sobra. La idea era simple: sobornar al Rey y a su séquito. Ahora solo quedaba elegir al representante ideal para llevar a cabo esta tarea. Finalmente la elección recayó sobre Amr, hijo de Al-as, un hombre inteligente, elocuente y, sobre todo, amigo del rey extranjero. Junto a él mandaron a Omara, hijo de Al-Walid, que no era menos elegante e ingenioso que su compañero de viaje.
Al atracar en el puerto de Eritrea, acudieron directamente a la sala donde el séquito del rey estaba reunido. Amr conocía perfectamente la ciudad y no perdieron ni un segundo en llegar. Cuando entraron, se presentaron y saludaron afectuosamente a todos los presentes, estrechándoles la mano a cada uno. Acto seguido, empezaron a sacar regalos de sus alforjas y de su abundante equipaje. Todos se quedaron perplejos de las maravillas que portaban con ellos, las mejores mercancías de la península arábiga. El ambiente de desconfianza inicial de los eritreos se convirtió en un momento de alegría, risas y expresiones de agradecimiento. Los recién llegados estaban convencidos de haber dado en el blanco.
Después de un rato de charla en el que compartieron anécdotas y chascarrillos, los eritreos les preguntaron abiertamente a qué habían venido. Solo entonces les explicaron que entre su gente se encontraba una persona que consideraban inestable y ciertamente loca que había empezado a extender rumores muy extraños sobre sus ídolos. Parece ser que el mensaje corrió de boca en boca en su tierra natal y caló en una parte de la población. Por si fuera poco, éste al que consideraban loco consiguió convencer a un grupo para que cambiara de fe. Según su versión, los coraichitas habían intentado hablar con aquellos ingenuos pero no lograron hacerlos entrar en razón y su obcecación los empujó a dejar su país y los condujo hasta el lugar en el que ahora se encontraban. Cuando terminaron de manipular la conversación y verter mentiras sobre lo que verdaderamente había ocurrido, tuvieron la desfachatez de pedir apoyo a los eritreos, que los escuchaban embelesados, para que mediaran frente al Rey. Éstos aceptaron sin dudar.
Cabe mencionar que hasta este momento los musulmanes no presentaban ninguna amenaza para los africanos y estaban integrándose pacíficamente en la sociedad.
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¿Quién es Mahoma?
SpiritualEste libro está inspirado por la serie de Amr Khalid sobre el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él), basado en ella y elaborado más por nosotras. Escrito por: Somayh Naseef Editado por: Elena Rodriguez