19. Más encuentros

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Tras el viaje nocturno vinieron tres años durante los cuales el Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) presentó el mensaje a las tribus árabes que acudieron a Meca para hacer la peregrinación. Les propuso que aceptasen el monoteísmo y protegieran a los musulmanes a cambio del paraíso. El miedo a la reacción de los coraichitas llevó a la mayoría de las tribus a negarse a acogerlo. Otras, en cambio, querían analizar más detenidamente las consecuencias antes de proceder pues estaban impresionados tanto por los ancestros del Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) como por el mensaje que divulgaba. Dedicaron tanto tiempo a indagar sobre él que cuando regresaron a Meca para darle por fin una respuesta positiva, Mahoma (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) ya se había marchado a Medina. En cambio, dos tribus de Medina lo acogieron inmediatamente. Esta anécdota nos enseña que es importante analizar concienzudamente una decisión antes de actuar pero esto no debe hacernos dudar hasta el punto de dejar pasar la oportunidad. Está claro que aún así, Dios compensará nuestras buenas intenciones.

Regresemos al undécimo año del mensaje, cuando Mahoma (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) tenía 51 años y buscaba la protección de las tribus árabes. Un día en uno de los pueblos que rodeaban Meca, Abu-Dar Al-Gafari, un hombre de naturaleza curiosa, estaba caminado por allí y vió a muchos compatriotas regresando de la peregrinación. Se acercó a ellos y les rogó que le contaran las novedades que traían con ellos sobre la ciudad. Todos le relataron jugosas historias y, de entre ellas, una le llamó especialmente la atención. Por lo visto, había un hombre que proclamaba ser el mensajero de Alá, lo que le intrigó sobremanera. Fue rápidamente a buscar a su hermano para que se fuera a enterarse de algo más.

- Quiero que vayas corriendo a Meca y después me cuentes todo lo que puedas averiguar sobre un tal Mahoma -le ordenó sin preámbulo.

- ¿Pero de qué hablas? - Preguntó el pobre, confuso.

- La gente dice que hay un hombre en Meca que insiste en ser el mensajero de Dios. - aclaró deprisa.- Quiero que vayas a ver de qué se trata.


Abu-Dar se quedó en el pueblo esperando ansiosamente las noticias de su hermano. Al regresar, se abalanzó sobre él, ávido de información.

- ¡¿Y?!

- ¡Hermano, déjame respirar un poco!

- ¡De eso nada! Llevo días esperándote muerto de intriga.


El hermano comenzó a relatar sin mucho entusiasmo lo que había descubierto. Según él, este hombre del que todo el mundo hablaba se limitaba a llamar al buen comportamiento pero lo hacía a través de un discurso que resultaba novedoso y, aunque la gente pensara que se trataba de simples versos, a su juicio no era mera poesía. En el fondo, no dudaba de la veracidad del mensaje pero no llegó a convertirse.

Abu-Dar se quedó pensativo e insatisfecho con tan poca información. Ahora tenía más intriga que antes, así que decidió salir a buscar respuestas él mismo. Preparó sin mucha dilación algo de ropa y comida para el camino, alimentó a su acémila y se marchó rumbo a Meca. Una vez allí, no supo cómo proceder y empezó a caminar por las calles sin un destino claro. Con aspecto distraído iba proyectando el encuentro con el hombre que había ocupado su mente en los últimos tiempos y, sin saber por qué, sintió miedo y no estaba seguro de lo que había ido a buscar. Un pensamiento le llevó a otro hasta que se hizo de noche. Ya arrastraba los pies cansado y ensimismado cuando un desconocido se le acercó para ofrecerle ayuda. Se trataba de Ali, Hijo de Abu-Talib, el primo del Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él). El viajero le contó el motivo de su visita y Alí no tardó en asegurarle que la persona que había ido a buscar era el verdadero mensajero de Dios. También le confesó que Mahoma (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) era su primo y le prometió llevar a verlo pero, a cambio, le rogó que se limitase a observar y a guardarse sus preguntas hasta no haber escuchado su mensaje completo y haber observado los gestos, la educación y el talante del Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él). Abu-Dar aceptó de buen grado estas condiciones y le agradeció su ayuda. Más tarde, llegaron los dos hombres ante la presencia del Profeta (que la paz y las bendiciones de Alá sean con él) y para sorpresa del hombre que anhelaba conocer la verdad, la mera curiosidad que le llevó hasta allí se convirtió en profunda convicción. El mensaje llenó su corazón en apenas unos minutos. Se levantó y proclamó: "Juro que hay un único Dios y tú eres su mensajero." No hizo falta preguntar nada.

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⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

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