Capítulo 55
Locura momentánea
Despertar tranquila, segura, e inmensamente feliz... sensaciones espectaculares que volvían a resurgir en mí.
Mis ojos se abrieron, buscando de inmediato que lo sucedido horas atrás no fuese un sueño. Lo primero que sentí, fue un brazo rodeándome, y la calidez de un cuerpo junto al mío. Suspiré con gran felicidad, llevando una de mis manos hasta el pelo castaño oscuro, ondulado y algo desordenado, del hombre que aún dormía junto a mí.
Mi amado Mark...
Acaricié suavemente su rostro, sin poder evitar enternecerme al observarlo. Sus facciones parecían las de un niño que soñaba tranquilo y placentero, sin la existencia de ninguna preocupación o lamento. Sonreí, deslizando mis dedos sobre sus labios, nariz y frente; su piel era tan suave como la de un bebé, y después de la noche que pasamos, era imposible que me resistiese a tocarlo.
Sentía que ahora mi alma, corazón y cuerpo le pertenecían... y yo era inmensamente feliz por ello.
-¿Hanna...? -su voz soñolienta desplegó un escalofrío en mi cuerpo, una sensación de anhelo y alegría al mismo tiempo.
-Buenos días -susurré, sonriente, acariciando sus mejillas-. Estoy aquí... -aseguré con calma al ver que se inquietaba un poco-. Aquí, a tu lado... -besé la comisura de sus labios-, para siempre.
Mark suspiró con alivio, aferrándose a mi cuerpo con dulzura e intensidad. Debía ser normal que, al despertar, se sintiera algo desorientado. Habían sido tantos meses los que estuvimos separados, los que sufrimos diariamente ante la mutua ausencia... que un ligero miedo aún nos invadía al despertar. Pero, por suerte, esto era real; completamente real. Ambos estábamos juntos, y nada ni nadie nos iba a separar.
Tras una oleada de mimos y caricias, nos acomodamos las ropas que yacían aún sobre la arena, sentándonos luego sobre esta. Había tantas cosas que contar, que aclarar... y era mejor hacerlo de una vez.
-Mark... -comencé a decir, algo nerviosa, mirándolo a los ojos-, todo este tiempo, yo... estuve con un joven, es su casa de campo -tragué saliva, suspirando-. Él nos llevó a la mansión hace mucho tiempo, en su coche, cuando nos perdimos... no sé si lo recuerdas -titubeé, mirando hacia el mar-. Se llama...
-Alexander -me detuvo él, sorprendiéndome-. Lo recuerdo.
Un leve silencio nos inundó, haciendo que únicamente se escuchase el inconfundible graznido de las gaviotas que volaban libremente por el cielo azul.
-Él nos rescató a mi hermana y a mí cuando nos encontrábamos en apuros -continué diciendo, deseando aclarar todo con la mayor rapidez posible-. Nos ofreció su hogar, nos dio un techo, comida... pudimos vivir sin pasar necesidades.
Mark asintió, animándome a continuar. Su rostro no denotaba signos de molestia, ni nada parecido, aunque sí se mostraba muy atento a mis palabras.
-Alexander se portó muy bien con nosotras -aseguré-. Nos cuidó en todo momento, y siempre fue muy amable y comprensivo. Él... -tomé aire, cerrando los ojos por un segundo-, él me confesó que sentía algo más por mí, algo más allá de la amistad -una mueca indescriptible se formó en el rostro de Mark, logrando alarmarme-. P-Pero... -susurré con nervios-, y-yo nunca le correspondí, nunca pasó nada entre nosotros.
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Un amor a ciegas
RomanceHanna tiene diecinueve años, una hermana de cinco a quien mantener, y ningún trabajo a la vista para subsistir. Un día, un golpe de suerte llama a su puerta, y consigue un empleo en una mansión millonaria. Pero no todo será tan fácil. Allí tendrá qu...