27. Una bonita reconciliación

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Capítulo 27

Una bonita reconciliación

Con el corazón a punto de salirse de mi pecho, y con la respiración demasiado acelerada, me encontraba, ahora, caminando a paso ligero para ir en busca de Caroline, que debía de estar esperándome a las afueras del jardín para, así, introducirnos en el coche y dirigirnos hacia la empresa.

Había salido de mi habitación demasiado nerviosa, eso era un hecho. Minutos antes me encontraba ahí, a solas con Mark, respondiendo al abrazo que efusivamente él había comenzado y al que yo me había aferrado con una energía demasiado intensa.

Todo comenzó cuando yo me atreví a preguntarle sobre una posible curación para él, sobre una posibilidad de que él volviese a ver.

Mark se había puesto demasiado triste ante mi pregunta, por lo que yo supuse que esa posibilidad de curación no existía. Sin embargo, él me aseguró que sí había una esperanza, pero que era demasiado arriesgada, y que por eso nunca se atrevió a hacer el intento, pues las consecuencias podían ser fatales.

Yo me sentí entonces demasiado apenada, inmensamente arrepentida de haberle hecho esa pregunta. Porque, sin duda, esa cuestión le había hecho revivir el dolor que, seguramente, él quería dejar en el olvido.

Pero Mark me aseguró que yo no tenía por qué sentirme apenada, ni pedirle disculpas por mi pregunta. Él me había recalcado que, lo único que necesitaba, era sentir que yo estaba a su lado, sentir que yo estaba junto a él y que nunca lo iba a dejar porque yo era su razón de vida.

Totalmente emocionada, no pude evitar que unas lágrimas comenzaran a resbalar por mi rostro, haciendo que un cúmulo de sensaciones demasiado necesitadas recorrieran todo mi cuerpo.

Así, aferrándome con fuerza contra su pecho, y correspondiendo a su abrazo tan intenso y lleno de amor, le afirmé, entre sollozos, que yo nunca lo dejaría, que iba a estar siempre con él y que lo quería con todo mi corazón.

Pero ese abrazo se fue convirtiendo en algo cada vez más grande, más intenso.

Esa muestra de cariño en la que nuestros cuerpos estaban tan pegados, sumada al ambiente tan emotivo en que nos encontrábamos, había hecho que toda la habitación subiese de temperatura sin control, provocando que una especie de ardor demasiado intenso se apoderara de nosotros y haciendo que nuestros corazones latiesen al mismo tiempo.

Yo me sentí entonces demasiado nerviosa. Quería estar con él, sentirlo cerca, notar su respiración en la mía... pero no a tal grado.

El ardor que estaba llenando la habitación era demasiado intenso, el ambiente rebosaba de una especie de tensión que yo no podía soportar, y todo mi cuerpo había comenzado a temblar sin control.

¿Por qué me sentía así? Comencé entonces a preguntarme.

Trataba de mentirme a mí misma, de evadir la situación, de alejarme de la realidad. Pero no, la respuesta era más que obvia y yo no podía seguir negándolo.

El ambiente había logrado que ambos nos hiciéramos más vulnerables a nuestros sentimientos, liberándolos, dándoles rienda suelta.

Mark comenzó a besarme tiernamente, dejando el aroma de su piel en mis labios, impregnándome de todo el sabor de su boca, haciéndome deleitar con sus caricias sobre mi piel.

Al principio, yo me dejé llevar ante sus muestras tan rebosantes de cariño, disfrutándolas abiertamente y correspondiéndolas de la misma forma.

Sin embargo, sus besos se iban transformando cada vez en unos más intensos, más pasionales, de forma que todo mi cuerpo se estremeciera por completo.

Un amor a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora