Capítulo 42
Solamente mío
Sentí que el corazón se me paraba, que un sudor frío me congelaba, que mis labios temblaban y mis ojos se aguaban sin cesar.
Había llegado a la casa, feliz tras un bonito día en la empresa, corriendo hasta la habitación de mi amado para darle un gran abrazo que le demostrara todo mi amor.
Llegué hasta su habitación, ilusionada, y abrí la puerta con la esperanza de correr a sus brazos.
Pero no pude. No, porque al abrir la puerta me quedé completamente paralizada, inmóvil, con una especie de dolor punzante que amenazaba con partir mi corazón en dos.
Quería darle un gran abrazo a Mark, esa era mi intención minutos antes. Sin embargo, lo que vi fue algo que rompió todos mis esquemas. Él ya estaba siendo abrazado, incluso besado... y no era por mí.
Era por su profesora.
Una especie de grito ahogado salió de mis labios, y unos sollozos irreprimibles parecieron captar la atención de ambos.
Me llevé las manos a la boca, horrorizada, tratando de limpiar con mis manos las lágrimas que descendían por mi cara.
No podía creerlo. Yo había confiado ciegamente en Mark, había hecho un esfuerzo descomunal para no entrometerme en sus estudios, en sus clases con esa profesora, evitando cualquier asunto que pudiese suponer una desconfianza de mi parte. Sin embargo, ahora... lo había encontrado muy acaramelado con esa chica, dejando que lo abrazara efusivamente y plasmara un beso infinito sobre su mejilla.
Mis lágrimas continuaban fluyendo por mi rostro, dando la sensación de que en pocos minutos se formaría un río bajo mis pies. Mark, por su parte, se había levantado con inquietud de la silla donde estaba sentado, haciendo que la profesora se alejara un poco y me observara con cierta confusión.
—¿Hanna... eres tú? —escuché que decía Mark, que parecía algo preocupado.
No contesté. Mi voz no salía de mi garganta, y el dolor que estaba sintiendo era tan profundo que apenas me dejaba respirar.
—¿Hanna, estás ahí? —volvió a preguntar, esta vez con desesperación—. Esto no es lo que tú piensas, por favor, acércate...
Un sollozo lleno de dolor salió de mis labios, haciendo que fuera inevitable la obviedad de mi presencia.
—¡Hanna! —vi que Mark se acercaba hasta la puerta, buscándome con verdadera desesperación.
Se estaba acercando a mí. Sus pasos eran inciertos, torpes, endebles como nunca lo habían sido.
Mark parecía alarmado, preocupado, con la única intención de dar conmigo al encontrar mi contacto.
Pero no pude soportarlo. Eso que había visto, era completamente real. Él estaba muy acaramelado con su profesora, sumido en un abrazo demasiado cariñoso y afectivo que me había roto el corazón.
Mark estaba a punto de encontrarme, de agarrarme con una de sus manos que alzaba en mi búsqueda.
Y lo hizo. Con gran fuerza y desesperación me tomó de la muñeca, haciéndome palidecer al imaginar que ese mismo contacto lo hubiera efectuado miles de veces con su profesora.
—Escúchame, pequeña... —susurró, alarmado—. Eso que has visto no es como lo estás imaginando, no...
—Déjame, por favor —dictaminé, dejando que más lágrimas cayesen por mi rostro—. No hace falta que me expliques nada, ya he visto con mis propios ojos lo que tenía que ver.
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Un amor a ciegas
RomanceHanna tiene diecinueve años, una hermana de cinco a quien mantener, y ningún trabajo a la vista para subsistir. Un día, un golpe de suerte llama a su puerta, y consigue un empleo en una mansión millonaria. Pero no todo será tan fácil. Allí tendrá qu...