4. Un pequeño acercamiento

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Capítulo 4

Un pequeño acercamiento

Me levanté de la cama a las 06:30 de la mañana, rutina que debía de seguir de ahora en adelante en mi nuevo trabajo. Los días anteriores, desde que llegué a esta casa, habían sido muy duros, pero debía acostumbrarme por el bien de mi hermana y el mío.

De nuevo mis pensamientos se centraban en Mark... Y es que quizá sólo lo vería escasamente, pero desde que ayer se disculpó conmigo, no había podido dejar de pensar en él.

Pero ya bastaba de pensamientos. Tenía muchas cosas que hacer, y entre ellas, estaba matricular a Lucy en el colegio que me había sugerido María.

Me desperecé levemente, caminando después hacia el baño para arreglarme un poco. Mis castaños cabellos estaban algo alborotados, pero con un ligero cepillado quedaron prácticamente asentados. También me lavé la cara para despertarme por completo, haciendo que mis ojos, que hoy se veían tan claros como la tonalidad de una avellana, quedaran totalmente despejados de legañas.

Al instante, ya me encontraba fuera de la habitación para comenzar con mis tareas.

Me puse a limpiar y ordenar la sala, los baños, y luego la cocina, que era a lo que más tiempo había que dedicar, pues siempre había algo que hacer ahí.

Luego fui a mirar lo del colegio, después de haberle pedido permiso a María, claro.

Aunque fui a paso ligero, tardé más de media hora en llegar a la casa, pues había mucha cola en el centro.

Llegué ahogada a la casa de tanto correr, y lo primero que vi al abrir la puerta, fue la cara de Sharon acechándome.

—Y bien, ¿dónde estabas? —comenzó a reprocharme—. Porque no veo que hayas salido a hacer la compra o algo así...

—Fui a buscar unos papeles para el colegio de mi hermana... —contesté, disimulando mi rabia.

—Sí, claro, y así aprovechas y te das una vueltecita, ¿no?

—Mira, Sharon... —que odiosa era esta chica—. He adelantado todo lo que he podido de trabajo antes de salir, y no he salido por gusto ni a divertirme.

—Pues ya estás tardando en empezar... —volvió a recriminarme—. Ah, por cierto, vigila mejor a esa cría, porque la he visto corriendo —enfatizó con fuerza esa última palabra—, por los pasillos.

Oh, no, Lucy. Me olvidé de que ya se podría haber despertado, y ahora iba a tener un problema si no la encontrara pronto.

En mi desesperación, le conté a María que mi hermana se me había perdido y ella me ayudó a buscarla.

Recorrimos todas las habitaciones, todas menos la de Mark.

 —No puede ser que esté ahí... —le dije a María.

 —Es la única habitación que nos queda por mirar, Hanna.

María abrió la puerta sin tocar y, sorpresivamente, ahí se encontraba Lucy, conversando muy amigablemente con Mark.

 —¡Lucy! —exclamé—. ¡Pero qué haces aquí! Joven Mark, lo siento mucho...

 —Mark, hijo... —siguió María—. Yo abrí la puerta porque se nos perdió esta niña, hermana de Hanna.

 —¡Hanna! —me llamó Lucy—. ¡Mira a mi nuevo amigo! Se llama Mark y es el dueño del perrito bonito.

Entonces, si mis ojos no me engañaron, vi que Mark sonrió. Era la primera vez en el poco tiempo de conocerlo que lo veía sonreír... y qué sonrisa tan, pero tan bonita tenía. Parecía el modelo de una revista. Parecía el hombre ideal que cualquier mujer desearía tener a su lado.

—Lucy, no debiste entrar —seguí regañándola—. Te dije que no te escaparas a ningún sitio mientras yo no estuviera.

—Pero yo estaba jugando con mi amigo... —decía ella con inocencia, entrecerrando sus ojitos color miel mientras enredaba nerviosamente mechones de sus rubios cabellos entre sus dedos.

—Joven Mark... —me dirigí de nuevo a él—. No sabe cuanto lo siento... Lucy es una niña muy inquieta, pero le prometo que de ahora en adelante tendré más cuidado...

—No se preocupe, señorita Hanna —me sorprendió él—. Su hermana no me ha molestado.

—Yo me llevo a la niña —dijo María, que aún estaba ahí—. Por si necesitan hablar algo mientras.

María se fue, por lo que me quedé de nuevo a solas con Mark. Y como no... ¡Me moría de los nervios...!

 —Joven Mark, no se que decirle... —mi voz sonaba cada vez más temblorosa—. El otro día cuando me metí en su habitación, y hoy Lucy...

 —Ya le dije que no se preocupe —siguió él—. ¿Sabe? Es la primera vez en mucho tiempo que me he sentido tan bien, tan distraído... Su hermana es una niña muy dulce y simpática.

 —¿De verdad no está enfadado...?

 —Para nada —reafirmó él—. Así que no la regañe, ¿está bien?

 —Sí, está bien... —dije tímidamente.

 —Como verá... —continuó diciendo—. En mi condición no puedo hacer casi nada, no puedo llevar la vida de antes...

 —No diga eso —negué con la cabeza, mirándolo fijamente—. Si usted se lo propone, puede llevar una vida prácticamente normal.

 —¿Normal?—dijo irónico y triste a la vez—. ¿Cómo puede un ciego hacer una vida normal?    

 —Aunque usted no lo crea, claro que se puede... —dije, animándolo—. A ver, dígame, ¿qué es lo que no puede hacer?

 —No puedo leer, ni salir a la calle... No puedo ver... ¡¿Le parece poco?!

 —Claro que puede leer —dije después de una pequeña pausa—. Para algo existen los libros en braille... Y salir, ¿por qué no podría? Eso es porque usted no quiere, porque no se levanta de ese sillón ni intenta salir aunque sea acompañado de alguien... —entonces, inconscientemente le cogí de las manos y lo levanté—. ¿Ve como puede?

Tras haber hecho eso,  todo se quedó en silencio, un silencio muy incómodo en el que me di cuenta de la barbaridad que había cometido.

—Ay, dios, lo siento mucho joven Mark... —dije muerta de la vergüenza mientras soltaba sus manos—. Perdone mi atrevimiento...

Y sin saber que más decir, salí corriendo de la habitación.

MARK

¿Pero qué le pasaba a esa niña? ¿Me había cogido de las manos y me había levantado? ¿Y por qué no le he dicho nada? ¿Por qué no me ha molestado? ¿Por qué sentí algo tan especial e inexplicable cuando sentí su contacto?

No entendía muy bien por qué, pero cuando noté que se había ido, no pude evitar que se me escapara una leve risita.

Al fin y al cabo, creo que no me cae mal esta chica.

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¡Un beso! 

Un amor a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora