Capítulo 26
Siempre a tu lado
Abrí los ojos lentamente, la luz del sol estaba entrando por la ventana y había iluminado ya toda la habitación.
Lo primero que vino a mi mente, después de que un leve bostezo escapara de mi boca, fueron todos los acontecimientos que había vivido ayer.
La verdad es que había sido un día bastante duro, intenso, demasiado agotador. Sobre todo por la discusión provocada a causa de Sharon, que se había propuesto hacerme la vida imposible, y que aparentemente, no tenía intención alguna de cambiar.
Aunque la verdad es que yo tenía la esperanza de que, después de haberla ayudado para que no fuera despedida, ella cambiara, aunque fuera un poco, su actitud hacia mí.
Porque a pesar de todo lo que me había hecho, a pesar de todos los desplantes y actos maliciosos que ella había cometido en mi contra, yo no había podido dejar que la despidieran.
Ver esa expresión de niña asustada y sola que Sharon había mostrado en ese momento, había hecho que algo dentro de mí se apiadase de ella y le brindase con otra oportunidad.
Una oportunidad que seguramente ella no se merecía, pues lo más probable era, sin duda, que no se hubiera arrepentido para nada de sus actos y que continuara efectuando muy tranquilamente sus maldades.
Yo no pretendía que ella me agradeciera que la hubiese salvado del despido, claro que no. Tan sólo deseaba que cambiara su actitud hacia mí, que dejara de molestarme y se olvidara de hacerme daño deliberadamente.
Aunque la verdad es que eso iba a ser algo imposible, porque si tal como María me había asegurado, la chica me guardaba ese resentimiento por algún motivo, el cual yo ignoraba e incomprendía enormemente, no iba a descansar hasta verme destruida.
Pero yo no se lo iba a permitir, pues además de compadecerme de ella para que no la echasen de la casa, averiguar su pasado y lo que le llevaba a comportarse de esa forma tan cruel conmigo, se había convertido en otra de las causas por las que Sharon se iba a quedar aquí.
Yo tenía que descubrir los motivos que la instaban a comportarse así, las razones por las que me había convertido en su más indeseable enemiga. Tenía que conseguirlo, porque si ella no iba a descansar de hacerme daño continuamente, yo tampoco me iba a quedar tranquila hasta descubrir los impulsos que la llevaban a realizar sus crueles actos, los cuales, iban dirigidos especialmente a mí.
No tenía idea de lo que pudiera pasar de ahora en adelante con ese asunto, pero, de momento, deseaba olvidarlo, pues tenía otras cosas mucho más importantes en las que pensar.
Y una de ellas era el asunto del trabajo. El señor John había aceptado hacer una prueba conmigo y dejarme trabajar en su empresa. Y yo estaba feliz, por supuesto. Me emocionaba mucho la sola idea de pensar en cómo iba a transcurrir mi primer día de trabajo, las cosas iba a hacer.
Sin embargo, aparte de toda esa dicha y felicidad que sentía, unos nervios aún mayores habían comenzado a apoderarse de todo mi cuerpo. Tenía miedo de que algo pudiese salir mal, de decepcionar al señor, y que se arrepintiese de la oportunidad que me había brindado.
Porque la verdad era que yo nunca había trabajado en ese sector. Bueno, realmente nunca había tenido un empleo importante, pues cuando vivía en la pequeña casita de mi antiguo lugar de residencia, lo único que pude conseguir fueron pequeñas labores que los vecinos me proporcionaban, como limpiar sus viviendas, o hacer mandados, para así, ganar algo de dinero y poder mantenernos a mí y a mi hermana.
Sin embargo, lo que tenía claro era, sin duda, que iba a poner todo de mi parte para hacerlo lo mejor posible.
Abstraída en mis pensamientos, aún seguía acostada sobre la cama, de lado, y con la mirada ida, mirando hacia ningún lugar en concreto.
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Un amor a ciegas
RomanceHanna tiene diecinueve años, una hermana de cinco a quien mantener, y ningún trabajo a la vista para subsistir. Un día, un golpe de suerte llama a su puerta, y consigue un empleo en una mansión millonaria. Pero no todo será tan fácil. Allí tendrá qu...