Capítulo 45
Quiero ser parte de tu vida
Finalmente salí de la habitación. Me había entretenido unos minutos, observando cómo Lucy volvía a esconderse bajo las sábanas mientras bostezaba, destapándose tras varias patadas que sus inquietas piernas otorgaban al edredón.
Caminé por el pasillo, pasando después por la sala, introduciéndome en el recibidor hasta llegar hasta la puerta de salida.
Caroline y el señor habían salido una hora antes, pues tenían algo importante que hacer en la empresa, pero igualmente el chofer ya debía de estar de vuelta para llevarme.
Abrí la puerta con la intención de salir, pero justo entonces me topé con la presencia de una persona, que se dirigía a tocar el timbre.
—Buenos días —saludé con cordialidad—. ¿Vienes a ver a Mark?
—Buenos días —sonrió—. Sí, a eso mismo vengo. ¿Está en casa, verdad?
—Sí, debe encontrarse en su habitación —asentí, instándolo a pasar—. Búscalo tú mismo, yo ya voy de salida.
—De acuerdo —contestó, sin borrar su amable sonrisa—. Que tengas un buen día.
El chico entró en la casa, y yo me retiré, saliendo por la puerta para adentrarme en el jardín, donde el coche que diariamente me llevaba hasta la oficina, me esperaba para partir.
SHARON
Todo a mi alrededor daba vueltas, los objetos estaban completamente distorsionados, el silencio era perturbador y un dolor desgarrador me hacía desfallecer. No había nadie. Habían pasado unos largos minutos desde que me dejé caer sobre el suelo, desde que desgarré mi piel hasta lograr que una sangre rojiza comenzara a inundar toda la cocina, desde que todo el ambiente se volvió sombrío y aterrador.
No tenía fuerzas, no me quedaba ninguna. Mis lágrimas estaban secas sobre mi cara, los dedos de mis manos temblaban, mi corazón latía lentamente, y un frío intenso me helaba los huesos hasta el punto de que estos me doliesen demasiado.
Volví a cerrar los ojos, despidiéndome del cruel y despiadado mundo en el cual me había tocado vivir, pensando que en breves segundos me reuniría con la única persona que verdaderamente me quiso y protegió durante los años que su fatal destino le permitió.
También me arrepentí de mi comportamiento con María, de la forma tan brusca y tajante en que le hablé minutos antes, de la manera en que diariamente me dirigí a ella, a pesar de que siempre fue tan atenta, buena y solidaria conmigo, ayudándome desde que me quedé sola en el mundo.
En mi último aliento, pensé en ese señor que ni siquiera sabía de mi existencia como hija, que nunca me había reconocido, ni dado todo lo que me pertenecía. Pensé en los privilegios y atenciones que habían recibido sus otros hijos, en los lujos que habían disfrutado, las ocasiones tan bonitas que habían pasado.
Mark, un hijo adoptivo que fue tratado siempre con todo el amor del mundo, a pesar de que la sangre no lo unía con ninguno de los señores.
Caroline, una hija consentida que fue el orgullo del señor desde que nació, que era mi media-hermana, pero que jamás tendría la oportunidad de saberlo.
Una familia con la cual pude ser feliz, unos obstáculos que me lo impidieron, un final trágico donde mi destino siempre fue perder.
Lloré, dejando por última vez que lágrimas cayesen por mi cara, impotente ante el desvanecimiento de todo mi cuerpo hasta el frío suelo donde mi alma comenzaba a volar para siempre...
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Un amor a ciegas
RomanceHanna tiene diecinueve años, una hermana de cinco a quien mantener, y ningún trabajo a la vista para subsistir. Un día, un golpe de suerte llama a su puerta, y consigue un empleo en una mansión millonaria. Pero no todo será tan fácil. Allí tendrá qu...