18. Una confesión desesperada

4.3K 194 67
                                    

Capítulo 18

Una confesión desesperada

Mark no me quería. Él me estaba diciendo que yo lo había decepcionado, que yo no era quien él pensaba. Yo le había hecho algo, yo era la culpable y él nunca me lo perdonaría. Corría a su lado pero él me rechazaba, me ignoraba y se alejaba cada vez más de mí...

 - ¡No...!  -grité asustada.

Abrí los ojos muy lentamente, pestañeando y mirando todo lo que había a mi alrededor: estaba en mi habitación, en mi cama; sólo había sido una pesadilla.

El corazón aún me latía con fuerza. De nuevo había tenido una pesadilla en la que Mark me despreciaba, se iba de mi lado... ¿Por qué? ¿Podría ser que eso sucediera realmente?

No, no podía ser. Mark y yo estábamos mejor que nunca. Sobre todo después de lo de ayer. Él me dijo cosas tan tiernas, tan bonitas... y yo estaba segura de que me quería tanto como yo a él, de que sentía algo especial por mí.

Aún me sentía bastante asustada; sin embargo, me levanté de la cama, pues tenía cosas que hacer. Hoy era sábado, mi día de descanso, así que podía ir al colegio interno a visitar a mi hermana.

Fui al baño y me di una ducha con agua fría; quería refrescarme, estar bien despierta después del susto que había pasado con ese mal sueño.

Después de la ducha, bajé a la cocina a desayunar. Ahí estaba Marlene, que me saludó desde lo lejos en cuanto me vio. También estaba Sharon, la cual se fue enseguida nada más divisarme.

Seguramente la Señora Elisabeth ya había hablado con ella, por eso ahora ni siquiera me miraba. La verdad es que sería un gran alivio si ya no me volviera a molestar; aunque yo no quería hacerme muchas ilusiones, pues estaba segura de que en cualquier momento Sharon iba a volver a hacer de las suyas... En fin, ahora no quería pensar en eso, al menos no en este momento.

Caminé entonces hasta Marlene, que estaba preparando el desayuno, y la saludé con dos besos. Enseguida nos pusimos a charlar, y yo le conté lo de mi hermana.

- Hanna... De verdad lo siento mucho.  -dijo ella apenada-  Lucy era una niña tan simpática, tan alegre... Qué pena que ya no vaya a vivir aquí...

 - Sí...  -asentí yo algo triste-  La verdad es que aún no me acostumbro; la echo tanto de menos...

 - Pero me has dicho que pudiste ver el colegio.  -continuó ella-  ¿Está bien? ¿Te parece que sea bueno?

 - El colegio parece bueno, sí...  -conteste yo-  Al menos por esa parte estoy tranquila.

 - No te desanimes, Hanna.  -intentó ella de alentarme-  Ya verás que Lucy se lo va a pasar muy bien ahí.

 - Sí,  eso espero.  -dije algo más conforme-  Hoy voy a ir a verla.

 - ¿Ah, sí?  -preguntó ella-  Mándale un beso de mi parte entonces.

 - Lo haré.  -dije yo con una leve sonrisa.

Seguimos hablando de otras cosas mientras preparábamos el desayuno. Yo le estaba ayudando, pues no me costaba ningún esfuerzo.

Finalmente terminamos de hacerlo y Marlene fue a llevárselo a los señores. En eso no pude ayudarla, pues no quería que pasara algo similar a lo de ayer; además, tampoco tenía ganas de verle la cara al señor John. Él era demasiado duro conmigo, demasiado injusto... Mañana no me iba a librar, pero al menos hoy, no quería verlo.

Terminé de desayunar junto con Marlene y María en la cocina. Sharon no se apareció en ningún momento, cosa que me pareció extraña; pero mejor para mí, pues tampoco a ella tenía ganas de verla.  

Un amor a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora