Capítulo 2

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La niña caminaba con mucho entusiasmo en las calles, había mucho por donde mirar, sus anchos caminos estaban llenos de bellas artesanías y grandes restaurantes, además, se llevaba a cabo un encantador desfile que captó su atención, un lugar maravi...

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La niña caminaba con mucho entusiasmo en las calles, había mucho por donde mirar, sus anchos caminos estaban llenos de bellas artesanías y grandes restaurantes, además, se llevaba a cabo un encantador desfile que captó su atención, un lugar maravilloso. Por un momento, la pequeña olvidó su dolor corporal y su tristeza, su alegría la hizo sentirse mejor al mirar el llamativo y pintoresco pueblo.

Las personas se veían agradables, yacían niños jugando en los alrededores y no parecía que tuvieran problemas con ello, ella no sabía lo que era jugar, nadie los obligaba a pelear o entrenar, al menos así era ante sus ojos. Después de haber recorrido el sitio, su estómago comenzó a gruñir, ya tenía hambre, así que buscó un puesto de comida donde vendieran ramen o bolas de arroz, ya que esas eran sus comidas favoritas. Y para su suerte, halló un restaurante que a su vez, tenían cuartos en renta.

Quien atendía el local, era una señora de apariencia madura, se mostraba amable ante sus clientes y eso fue suficiente para que la infante se aproximara.

—Buen día, quisiera un plato de ramen y tres bolas de arroz, por favor— la pequeña se acomodó en una de las mesas del lugar.

—Claro, en un momento te...— no terminó de hablar, se impactó ante el físico de la niña, su cuerpo estaba lastimado, con moretones y cortadas a lo largo de su anatomía. —Santo cielo— se le acercó. —¿Qué te ocurrió, pequeña? ¿Por qué estás en este estado?— se preocupó.

—No es nada, estoy bien— le sonrió a la señora.

—¿Cómo que no es nada?— tomó el rostro de Hiroko. —Estás toda lastimada, te ves muy mal.

—Yo no quisiera hablar de eso...— le contestó con tranquilidad.

La dueña del local no lo podía creer, la niña no demostraba alguna queja de sentirse mal, estaba como si nada hubiese pasado, pero no evitó preocuparse por la pequeña que llegó a comprar comida. Además, al parecer estaba sola, nadie aparentemente venía con ella.

—De acuerdo, no es necesario que lo digas si tú no quieres— le devolvió la sonrisa. —Pero, ¿Al menos dejarías que un médico te revise? es sólo para cerciorar que estés bien.

—Sí, no hay problema— asintió a su sugerencia.

No pasó mucho cuando el doctor revisó a la niña, y al igual que la señora, se impresionó por la salud de Hiroko. Le explicó a la dueña que era casi imposible que un niño soportara tales golpes y siguiera con vida, ningún infante podría resistir ante tal maltrato. No obstante, ambos miraban a la niña comer gustosamente su adorado ramen, seguían sin comprender cómo es que seguía viviendo.

—Estuvo delicioso— dejó ambos platos limpios. —Disculpe... ¿Me rentaría una habitación? tengo dinero para pagar el alquiler— habló tímida. —También, quería preguntarle si... Si usted me daría trabajo— la señora abrió más sus ojos a su petición, ¿Por qué una niña pediría trabajo? —Le ayudaré en lo que me pida, no le estorbaré.

El lirio rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora